terça-feira, 17 de fevereiro de 2009

¡Uh!, ¡ah!, Chávez no se va

El 3 de diciembre de 2007 Chávez perdió un referéndum en el que pedía, entre otros cambios constitucionales, la posibilidad de reelegirse incesantemente. Ahora (si no hubo fraude) lo ganó. ¿Qué pasó entre uno y otro? Sencillo: una campaña publicitaria monstruosa y diez mil millones de dólares de gasto público sacados de la reserva para fomentar el clientelismo más descarnado.

Había prisa en modificar la ley porque la economía venezolana entra en una profunda recesión como resultado de la bajada del precio del petróleo. Chávez hizo su presupuesto contando con que el barril de crudo oscilaría entre 60 y 80 dólares, pero parece que se quedará en el vecindario de los 40. Con la crisis en marcha, su popularidad caería en picado, y un gobernante con pocos recursos y fecha fija de caducidad está condenado al desastre.

En todo caso, Chávez ganó 54 a 46 por ciento. Para él fue una victoria en toda la línea. En cambio, para la oposición es la demostración de que aun sin dinero, fragmentada, sin liderazgo, acosada por las turbas chavistas, y con una diferencia en contra de 100 a 1 en acceso a los medios de comunicación, todavía mantiene el apoyo de la mitad del país. Para muchos analistas, lo asombroso no es que Chávez ganara por ocho puntos, sino que no ganara por cuarenta, dadas las ventajas enormes con que salía a competir.

¿Qué va a hacer a partir de ahora Hugo Chávez? Sin duda, profundizar el camino del socialismo del siglo XXI y revitalizar el espasmo revolucionario junto a Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Cuba, y quién sabe si El Salvador, donde el FMLN, una formación comunista, va delante por una ligera ventaja en las encuestas que predicen los resultados de las elecciones del 15 de marzo próximo.

Por lo pronto, se sabe que Chávez le pidió a Raúl Castro que reflotara una buena escuela de cuadros marxistas como la que existía en la Isla en los años setenta y ochenta, a lo que el presidente cubano accedió, pero con la condición de que la institución estuviera en Caracas, bajo la supervisión del embajador cubano Germán Sánchez Otero, un oficial de la DGI, y no en La Habana. El pronóstico, pues, es bastante transparente: Chávez, sin pausa ni tregua, continúa bogando hacia «el mar de la felicidad», como le llama al modelo cubano. No en balde la primera felicitación que recibió fue la de Fidel Castro. Es la versión bananera de la guerra fría.

Carlos Alberto Montaner
www.abc.es

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