segunda-feira, 31 de dezembro de 2007

La gran fiesta de la familia cristiana

Una multitud de personas acudió ayer en Madrid al gran encuentro convocado en favor de la familia cristiana. El ambiente festivo y participativo que precedió a la ceremonia es fiel reflejo de que la expresión vital de las creencias y sentimientos personales no pretende crear malestar ni crispación de ningún tipo, sino tan sólo reafirmar esa visión trascendente del mundo compartida por quienes otorgan a su propia vida una dimensión moral. La familia es una institución sólida, basada en valores permanentes que no pueden ser alterados mediante operaciones de ingeniería social. La actitud alegre y serena de los participantes, el magisterio de la palabra a cargo de los obispos intervinientes y el valioso testimonio de muchos fieles a partir de sus propias vivencias marcaron el desarrollo del acto en una abarrotada plaza de Colón. De hecho, uno de los más llamativos aciertos de la organización fue la conjugación del magisterio moral de los obispos con la intervención de personas procedentes de diversos movimientos religiosos e incluso de familias que aportan su visión cristiana de la convivencia. Frente al relativismo inconsecuente que proclama la posmodernidad, la gente demuestra con su conducta abierta y positiva que la familia es fuente natural de afectos y el ámbito más apropiado para la transmisión de valores que redundan luego en beneficio de la sociedad. He aquí una lección de civismo y de respeto que debería ser motivo de reflexión para el radicalismo laicista, que intenta crear una imagen tópica e interesada sobre un cristianismo «retrógrado» que sólo existe en su imaginación.

El mensaje de Benedicto XVI expresó con su rigor habitual la concepción cristiana de la familia, configurada a partir de la unión indisoluble entre varón y mujer y encaminada a educar a los hijos en la fe. El Papa introdujo también un motivo para la esperanza, producto de su profundo sentido humanista: «Vale la pena trabajar por la familia, porque vale la pena trabajar por el hombre». Muchos de los intervinientes recordaron la relación entre la institución familiar y la defensa de la vida, una referencia particularmente oportuna después de los hechos gravísimos que han saltado a la luz pública. Muchos católicos se han sentido agredidos por las leyes impulsadas por Rodríguez Zapatero y han demostrado de nuevo la vitalidad de una sociedad menos complaciente y hedonista de lo que algunos suponen. Las cuestiones de naturaleza ética no dependen de modas ni oportunismos, de manera que -como dijo ayer el presidente de la Conferencia Episcopal, monseñor Blázquez- la familia tradicional no es algo anticuado ni está superada por los tiempos.

Vivimos en una situación «especialmente grave» para la familia, como ha reiterado el arzobispo de Madrid, monseñor Rouco, principal responsable de la organización, en línea con sus palabras de ayer en ABC, según las cuales la familia es la gran víctima de la sociedad contemporánea. Frente a ello, los centenares de miles de asistentes dieron un buen ejemplo de la vitalidad de una institución que los poderes públicos se empeñan en ignorar. La política familiar en España es una asignatura pendiente, porque faltan ayudas en el ámbito social y educativo, las desgravaciones fiscales se reducen al mínimo y las familias numerosas se sienten -con razón- desplazadas y desprotegidas. En cambio, se aprueban leyes sobre matrimonio homosexual y divorcio exprés que alteran las señas de identidad de la institución y se impone una asignatura innecesaria y confusa de Educación para la Ciudadanía, sin que nadie se ocupe de los problemas reales. La familia es fuente de solidaridad y escuela de sentimientos positivos. El fracaso de la convivencia en el hogar repercute negativamente en la vida personal con las naturales consecuencias sociales. Como siempre, los grandes perjudicados son los más débiles, niños y adolescentes obligados a enfrentarse a la vida sin la solidez que proporcionan los afectos más profundos. Estas y otras muchas consideraciones presidieron ayer en Madrid una emotiva fiesta multitudinaria cuyo éxito merece ser reconocido y destacado.

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