AL omnívoro Hugo Chávez le ha salido una oposición que quita votos al socialismo jurásico del siglo XXI. El voto urbano le está diciendo a Chávez que se calle. Ya no domina el mapa electoral con aquella voracidad refrendaria que tan irrespetuosa ha sido con la arquitectura primordial del Estado de Derecho. Después de las elecciones locales del pasado domingo, la oposición tiene que ponerse a concertar su candidato preferente para enfrentarlo a Chávez, representando a los nuevos líderes civiles, las clases medias urbanas y al movimiento estudiantil que le han echado un pulso sustancial al pseudo-Bolívar tan fraterno con Castro. Transitoriamente acallado, después de vociferar mucho durante la campaña, Chávez practica ahora maniobras navales con Rusia en presencia de Medvedev después de firmar un pedido a Putin por la compra de sistemas portátiles de defensa antiaérea. Luego vendrán más submarinos y el reactor nuclear. La geopolítica chavista abre la cancela latinoamericana a Rusia y a Irán, ya con un pié en Bolivia, Nicaragua y Ecuador.
Un precio del petróleo a la baja está deshilachando el triunfalismo chavista y -como se ve en los resultados electorales- la fidelidad de las masas bolivarianas. El libro de Enrique Krauze sobre Chávez, «El poder y el delirio», es decisivo. Tanto en el referéndum como en las elecciones locales, el voto contra Chávez propugna la propiedad privada, la separación de poderes, un sindicalismo no oficialista, la libertad de expresión que en nombre de las patologías revolucionarias el régimen manosea al clausurar televisiones, monopolizar los medios y deteriorar la protección de los derechos humanos expulsando -por ejemplo- a representantes de «Human Rights Watch». Zafio, grotesco y despótico, Hugo Chávez ha pasado horas antes las cámaras de su programa «Aló, Presidente» con la idea de que Cristo era socialista o comunista, injuriando a los candidatos de la oposición e intimidando bajo amenaza de enviar los tanques a quienes votasen por el frente opositor.
Mientras, faltan productos de primera necesidad en las tiendas, el éxodo empresarial prosigue y decrece la inversión extranjera. El Estado chavista rige la economía, lo cual siempre significa corrupción. Como dice Krauze, Chávez ha pretendido actualizar el mito revolucionario de los sesenta a pesar del desplome del muro de Berlín, pero la genealogía de sus héroes no es marxista, ni socialista, sino fascista: es un venerador de héroes como Bolívar y Castro, pero nunca ha sido un héroe. Líder que se quiere providencialista y a la vez golpista al que le tiemblan las piernas, considera que el precio de una Venezuela dividida es poca cosa para su ambición bárbara y primitivamente militarista.
Es una evidencia que los candidatos de Chávez ganaron las elecciones locales y regionales pero la oposición se ha impuesto o reafirmado en cinco gobernaciones de importancia -demográfica y económica- como Zulia y en el gran Caracas. De la alta participación se deduce que un sector popular afecto a Chávez puede haber cambiado el signo del voto. Mientras que Chávez hacÍa de estas elecciones un referéndum sobre su liderato nacional, la oposición mantuvo la serenidad frente a las provocaciones sistemáticas del poder. Para oponerse al chavismo, el camino no es corto ni llevadero. El objetivo en 2010 es el nuevo parlamento, ahora bajo control estricto del chavismo. Ni el mundo ni Venezuela están para experimentos arcaizantes y disfuncionales como es el socialismo del siglo XXI. La polarización fatiga, satura y corroe.
Patrullas de las FARC colombianas han entrado en zona venezolana -según «The Wall Street Journal» de ayer- para manifestar respaldo al gobierno chavista. El apoyo de Chávez a las FARC y el apoyo de las FARC a ETA aparecieron encriptados en las tripas de un ordenador. Otros socios son Rafael Caldera en Ecuador, Fernando Lugo en Paraguay, Evo Morales en Bolivia y Ortega en Nicaragua. Pero en un reciente Latinobarómetro, cada vez son más los ciudadanos que en Iberoamérica se identifican con posturas moderadas, de un 29 por ciento en 2003 al 42 por ciento actual. La hegemonía real va por el centro-izquierda que gobierna en Chile o en Brasil. Desde estos centros de poder se atenderá más a lo que haga Barack Obama que al folclore revolucionario de «Aló, Presidente» o a la diplomacia rusa o china.
Valentí Puig
www.abc.es
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