Doña Sofía cumple hoy 70 años. Es una noticia que llena de orgullo y alegría al pueblo español, porque la Reina es una de las personas más queridas y respetadas de nuestro país. Es la historia de una vida entregada al servicio de los demás. A su país de nacimiento, Grecia; al que es suyo con pasión y devoción, España; y a su familia. Desde su corta infancia fue consciente de las responsabilidades y deberes que comportaba la alta posición que adquirió al nacer. Era la hija de un rey, Pablo I de Grecia, es la hermana de otro, Constantino II, y se casó con un príncipe español que en 1975 se convertiría en el Rey de España con el nombre de Juan Carlos I. La Corona ha sido, sin lugar a dudas, un elemento clave en el éxito histórico que ha alcanzado España durante estas décadas. La transformación de nuestra sociedad ha sido posible por la estabilidad que ha aportado la Monarquía constitucional encarnada por la persona de Don Juan Carlos. Lo ha sido en el ámbito interno como figura capaz de suscitar un amplio consenso así como un respeto generalizado. Y también en una proyección internacional en la que su figura ha sido decisiva.
El Rey de España fue el piloto que llevó a buen término el tránsito de la dictadura a la democracia con la inestimable ayuda de figuras como Adolfo Suárez, Torcuato Fernández Miranda, Felipe González, Manuel Fraga y otros muchos que se sumaron a ese hito de nuestra historia que fue la Transición. Una vez concluido ese periodo, el Rey ha desarrollado su papel con eficacia, ejemplaridad y concitando la admiración de la sociedad española. El sentido de la Monarquía es ajustarse al papel que le otorga la Constitución así como el carácter ejemplar que ha de tener su titular. Es una institución cuyas raíces surgen de la historia, pero que se ha renovado por la legitimidad que le otorga nuestra Carta Magna y la alcanzada personalmente por el Rey.
Don Juan Carlos ha tenido siempre a su lado a la mejor y más eficaz colaboradora que podía tener para asumir el difícil reto de la Jefatura del Estado. Doña Sofía no sólo ha sido ejemplar en su papel, sino que es un ejemplo en todo el mundo. Desde que se casó con el hijo de Don Juan, conde de Barcelona, hasta el feliz día de hoy, ha mostrado una abnegación por España y los españoles que no es posible superar.
Doña Sofía es Reina, esposa, madre y abuela. En estos cuatro papeles ha sido capaz de mostrar su carácter excepcional. Lejos de nuestro ánimo caer en el fácil halago palaciego o en los excesos que antaño se daban al glosar la vida de los Soberanos. El papel de la Reina es perfectamente objetivable, más allá de cualquier desmesura a la hora de valorar su papel histórico. En primer lugar está su calidad humana. Esa sensibilidad hacia los más desfavorecidos y su dedicación a las causas humanitarias, que es coherente con lo que vivió desde niña en la familia real griega, así como con su vocación de enfermera. Con respecto a su papel institucional, como consorte del Rey, le ha tocado vivir momentos difíciles que ha manejado con inteligencia y habilidad.
Es una trabajadora infatigable que ha sabido educar a sus hijos, con la colaboración de Don Juan Carlos, con enorme eficacia. No es casual que España cuente con un heredero, Don Felipe, que es un modelo de príncipe moderno, con una extraordinaria preparación académica y profesional que le permite ejercer muy satisfactoriamente su alta responsabilidad, acompañado, desde su matrimonio, por Doña Letizia. No cabe más que desearle una larga vida al servicio de su vocación, España; su esposo, Don Juan Carlos; y sus hijos y nietos.
El Rey de España fue el piloto que llevó a buen término el tránsito de la dictadura a la democracia con la inestimable ayuda de figuras como Adolfo Suárez, Torcuato Fernández Miranda, Felipe González, Manuel Fraga y otros muchos que se sumaron a ese hito de nuestra historia que fue la Transición. Una vez concluido ese periodo, el Rey ha desarrollado su papel con eficacia, ejemplaridad y concitando la admiración de la sociedad española. El sentido de la Monarquía es ajustarse al papel que le otorga la Constitución así como el carácter ejemplar que ha de tener su titular. Es una institución cuyas raíces surgen de la historia, pero que se ha renovado por la legitimidad que le otorga nuestra Carta Magna y la alcanzada personalmente por el Rey.
Don Juan Carlos ha tenido siempre a su lado a la mejor y más eficaz colaboradora que podía tener para asumir el difícil reto de la Jefatura del Estado. Doña Sofía no sólo ha sido ejemplar en su papel, sino que es un ejemplo en todo el mundo. Desde que se casó con el hijo de Don Juan, conde de Barcelona, hasta el feliz día de hoy, ha mostrado una abnegación por España y los españoles que no es posible superar.
Doña Sofía es Reina, esposa, madre y abuela. En estos cuatro papeles ha sido capaz de mostrar su carácter excepcional. Lejos de nuestro ánimo caer en el fácil halago palaciego o en los excesos que antaño se daban al glosar la vida de los Soberanos. El papel de la Reina es perfectamente objetivable, más allá de cualquier desmesura a la hora de valorar su papel histórico. En primer lugar está su calidad humana. Esa sensibilidad hacia los más desfavorecidos y su dedicación a las causas humanitarias, que es coherente con lo que vivió desde niña en la familia real griega, así como con su vocación de enfermera. Con respecto a su papel institucional, como consorte del Rey, le ha tocado vivir momentos difíciles que ha manejado con inteligencia y habilidad.
Es una trabajadora infatigable que ha sabido educar a sus hijos, con la colaboración de Don Juan Carlos, con enorme eficacia. No es casual que España cuente con un heredero, Don Felipe, que es un modelo de príncipe moderno, con una extraordinaria preparación académica y profesional que le permite ejercer muy satisfactoriamente su alta responsabilidad, acompañado, desde su matrimonio, por Doña Letizia. No cabe más que desearle una larga vida al servicio de su vocación, España; su esposo, Don Juan Carlos; y sus hijos y nietos.
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