Para que las cosas estén claras: yo considero a Kundera como un excelente novelista checo; cuando decidió convertirse en novelista francés, me gustó y le leí menos. No voy a ocultar que en las razones de mi admiración está el hecho de que cuenta, con peculiar talento, los motivos de su ruptura con sus fugaces y juveniles ilusiones comunistas, que dan peculiar sustrato a varias de sus novelas. Pero no se trata de eso, se trata de la realidad comunista, que nada tiene que ver con la idea que yo, y millones más, nos hacemos del honor.
En la Praga comunista de los años cincuenta, un estudiante (Dlask) le dice al presidente comunista de una residencia de estudiantes que un "traidor", un "agente del imperialismo" (Dvoracek) que había huido de la Checoslovaquia comunista para refugiarse en la Alemania capitalista, ha vuelto clandestinamente, con malvados designios, y pedido a una amiga de infancia, o ex amante, o ambas cosas (Militka), cobijo en su habitación en dicha residencia. Además, la novia de Dask le dirá a éste: "Esta noche no vengas, porque estará Dvoracek". Dejando de lado los inevitables celos del novio, expulsado de la habitación de su amada porque ésta alberga a un "gusano", lo cierto es que cualquier presidente comunista de residencia estudiantil en la Checoslovaquia comunista de los años cincuenta tenía el más absoluto deber de denunciar semejante hecho; y si no lo denunciase sería él quien iría a la cárcel, o condenado a 12 años de trabajos forzados en una mina de uranio, como le ocurrió a Dvoracek, el malo de la película (para mí, el bueno), efectivamente detenido esa misma noche, lo cual significa que alguien le denunció a la policía.
Yo no sé si Kundera era el presidente de esa residencia cuando ocurrió ese arresto, puede haber confusión en las fechas, o lo que sea, pero lo que afirmo es que cualquiera de esos presidentes de residencias estudiantiles, comunistas, claro, hubieran denunciado al "gusano". No tenían más remedio, el sistema comunista les obligaba a ello. Ponerse ahora a sollozar, a indignarse, a desgarrarse las vestiduras, es bastante obsceno. Y evocar el "honor perdido", lo mismo. Los comunistas no tienen honor (bueno, no tenían; porque hoy no tienen nada). Para el Partido, si las "condiciones objetivas" así lo exigían, los militantes comunistas tenían que estar dispuestos a matar, torturar, robar, mentir y denunciar. Leer o releer Su moral y la nuestra, de León Trotsky, folleto en el que, con su brillantez habitual, y un cinismo absoluto, nos explica que todo lo que sirve a la Revolución es moral y todo lo que la obstaculiza, inmoral. Es un texto interesante.
Si un periodista, o un historiador, hubiera encontrado las pruebas de que Günter Grass se había alistado, muy joven, en las Waffen SS, hubiera ocurrido lo mismo, alaridos de escándalo, ¡qué ignominia, acusar a ese gran escritor, Premio Nobel, progre de toda la vida, de una tal infamia!, ¿cómo se atreven? Y es cierto que las Waffen SS no eran exactamente lo mismo que la Cruz Roja. Pero, como lo ha confesado él mismo, en sus memorias, muy tardíamente, desde luego, el escándalo es diferente.
Pasando a otro ejemplo: el ex canciller alemán Helmut Kohl confesó en un artículo que en 1944-45 fue movilizado en las juventudes hitlerianas, y que había combatido en el frente en defensa de la Alemania nazi cuando era muy joven, más que Grass, 15-16 años. Kohl no fue voluntario, le movilizaron, pero comulgaba con esas ruedas de molino, y fue luego, años después, que se convenció del horror nazi, del que había participado.
Aunque no entre en mis costumbres, echaré mano de la Biblia y diré: "Que el que nunca ha pecado tire la primera piedra". Desconfiemos de los hombres sin pecado, porque siempre mienten. ¿Cuál de los kapos comunistas (Kameraden polizei) ha confesado lo que realmente representaba su colaboración con los SS en los campos de concentración nazis? Ninguno, y esos pecados fueron muy sangrientos, y duraron años. Los testimonios que tenemos y que denuncian dicha colaboración provienen de otros deportados, ni comunistas ni kapos.
Y hablando de pecados, de crímenes, de remordimientos, y de mentiras, no puedo evitar hacer referencia a lo que está ocurriendo en España con ese aquelarre de violación de fosas, la ley de desmemoria histórica, el cretinismo de la Educación para la Cobardía, y todo este baile de vampiros al que asistimos, mientras el país se hunde, económica y políticamente, con una ETA fresquita y coleando, los nacionalismos periféricos y la artritis que inmoviliza a los partidos. Y no hablemos de política internacional, donde Zapatero y el limpiabotas de Moratinos, aparte de carantoñas a los Castro, y a los islamistas turcos, no dan pie con bola, y necesitan que Sarkozy les ofrezca el taburete de los Lavatory en la cumbre económica de Washington.
No son caprichos míos, y no es casualidad si Fernando Savater considera que Garzón desbarra, y que desterrando los "restos" destierra a la Guerra Civil. Y esa batalla jurídica en torno al engorroso tema de la apertura, o no, de las fosas ridiculiza a nuestras Instituciones.
Concluiré con uno de mis enemigos favoritos, porque no es el más tonto, Antonio Elorza, que ha publicado un artículo en El País, "Codovilla en Paracuelos" (¡Cuidado! la errata no es mía), que me permite atar los dos cabos de esta crónica. Porque si Elorza se muestra muy reservado en cuanto a la operación Garzón, y señala que también hubo crímenes comunistas, que no se denuncian hoy, en estos tiempos de desmemoria, se atreve a afirmar que la máxima responsabilidad de esos crímenes no incumbía a los comunistas españoles, siendo españoles no podían ser malos del todo, y concretamente exculpa a Carrillo por lo de Paracuellos, y culpa a Codovilla.
"La decisión de los asesinatos sólo pudo ser tomada por el delegado de la Internacional Comunista", escribe. Lo que no precisa es que, desde que se creó, en 1920, la Internacional Comunista, los delegados de ésta, en todos los países, tenían más poder que las direcciones nacionales –o locales– de los PC. Efectivamente, Codovilla fue el delegado de la IC, pero eso no exculpa a Carrillo de nada, ni de Paracuellos ni de todos los crímenes comunistas durante nuestra Guerra Civil. ¿Tendré que recordar a Elorza que Codovilla fue rápidamente sustituido por otro delegado de la IC, con plenos poderes, y que los crímenes comunistas, las sacas, los paseos, en Madrid, Barcelona, Aragón, Valencia, etc., continuaron, y que ese nuevo delegado de la IC era Togliatti, el tan admirado por los "bailarines" (como así define Kundera a la gauche divine), el dirigente comunista italiano, tan criminal como los demás, pero algo más inteligente?
Fue en 1943 que Stalin decidió cambiar el Komintern por el Kominform, y si algunas formas y métodos cambiaron, el fondo siguió siendo el mismo. Por ejemplo, se suprimió el cargo y el papel de los delegados de la IC, pero Moscú, o sea la jefatura del PCUS, y Stalin personalmente –y hasta después de muerto–, siguió dirigiendo la política de todos los partidos comunistas, hasta en África del Sur (que se lo pregunten a Mandela). Querer salvar del naufragio absoluto del totalitarismo comunista tal o cual episodio, tal o cual persona, se explica por motivos familiares, o por oportunismo, pero no pasa de ser una mentira más. Los comunistas recuperamos nuestro honor rompiendo con el partido, como Kundera, pero desde luego no como Carrillo, Elorza y otros que yo me sé.
En la Praga comunista de los años cincuenta, un estudiante (Dlask) le dice al presidente comunista de una residencia de estudiantes que un "traidor", un "agente del imperialismo" (Dvoracek) que había huido de la Checoslovaquia comunista para refugiarse en la Alemania capitalista, ha vuelto clandestinamente, con malvados designios, y pedido a una amiga de infancia, o ex amante, o ambas cosas (Militka), cobijo en su habitación en dicha residencia. Además, la novia de Dask le dirá a éste: "Esta noche no vengas, porque estará Dvoracek". Dejando de lado los inevitables celos del novio, expulsado de la habitación de su amada porque ésta alberga a un "gusano", lo cierto es que cualquier presidente comunista de residencia estudiantil en la Checoslovaquia comunista de los años cincuenta tenía el más absoluto deber de denunciar semejante hecho; y si no lo denunciase sería él quien iría a la cárcel, o condenado a 12 años de trabajos forzados en una mina de uranio, como le ocurrió a Dvoracek, el malo de la película (para mí, el bueno), efectivamente detenido esa misma noche, lo cual significa que alguien le denunció a la policía.
Yo no sé si Kundera era el presidente de esa residencia cuando ocurrió ese arresto, puede haber confusión en las fechas, o lo que sea, pero lo que afirmo es que cualquiera de esos presidentes de residencias estudiantiles, comunistas, claro, hubieran denunciado al "gusano". No tenían más remedio, el sistema comunista les obligaba a ello. Ponerse ahora a sollozar, a indignarse, a desgarrarse las vestiduras, es bastante obsceno. Y evocar el "honor perdido", lo mismo. Los comunistas no tienen honor (bueno, no tenían; porque hoy no tienen nada). Para el Partido, si las "condiciones objetivas" así lo exigían, los militantes comunistas tenían que estar dispuestos a matar, torturar, robar, mentir y denunciar. Leer o releer Su moral y la nuestra, de León Trotsky, folleto en el que, con su brillantez habitual, y un cinismo absoluto, nos explica que todo lo que sirve a la Revolución es moral y todo lo que la obstaculiza, inmoral. Es un texto interesante.
Si un periodista, o un historiador, hubiera encontrado las pruebas de que Günter Grass se había alistado, muy joven, en las Waffen SS, hubiera ocurrido lo mismo, alaridos de escándalo, ¡qué ignominia, acusar a ese gran escritor, Premio Nobel, progre de toda la vida, de una tal infamia!, ¿cómo se atreven? Y es cierto que las Waffen SS no eran exactamente lo mismo que la Cruz Roja. Pero, como lo ha confesado él mismo, en sus memorias, muy tardíamente, desde luego, el escándalo es diferente.
Pasando a otro ejemplo: el ex canciller alemán Helmut Kohl confesó en un artículo que en 1944-45 fue movilizado en las juventudes hitlerianas, y que había combatido en el frente en defensa de la Alemania nazi cuando era muy joven, más que Grass, 15-16 años. Kohl no fue voluntario, le movilizaron, pero comulgaba con esas ruedas de molino, y fue luego, años después, que se convenció del horror nazi, del que había participado.
Aunque no entre en mis costumbres, echaré mano de la Biblia y diré: "Que el que nunca ha pecado tire la primera piedra". Desconfiemos de los hombres sin pecado, porque siempre mienten. ¿Cuál de los kapos comunistas (Kameraden polizei) ha confesado lo que realmente representaba su colaboración con los SS en los campos de concentración nazis? Ninguno, y esos pecados fueron muy sangrientos, y duraron años. Los testimonios que tenemos y que denuncian dicha colaboración provienen de otros deportados, ni comunistas ni kapos.
Y hablando de pecados, de crímenes, de remordimientos, y de mentiras, no puedo evitar hacer referencia a lo que está ocurriendo en España con ese aquelarre de violación de fosas, la ley de desmemoria histórica, el cretinismo de la Educación para la Cobardía, y todo este baile de vampiros al que asistimos, mientras el país se hunde, económica y políticamente, con una ETA fresquita y coleando, los nacionalismos periféricos y la artritis que inmoviliza a los partidos. Y no hablemos de política internacional, donde Zapatero y el limpiabotas de Moratinos, aparte de carantoñas a los Castro, y a los islamistas turcos, no dan pie con bola, y necesitan que Sarkozy les ofrezca el taburete de los Lavatory en la cumbre económica de Washington.
No son caprichos míos, y no es casualidad si Fernando Savater considera que Garzón desbarra, y que desterrando los "restos" destierra a la Guerra Civil. Y esa batalla jurídica en torno al engorroso tema de la apertura, o no, de las fosas ridiculiza a nuestras Instituciones.
Concluiré con uno de mis enemigos favoritos, porque no es el más tonto, Antonio Elorza, que ha publicado un artículo en El País, "Codovilla en Paracuelos" (¡Cuidado! la errata no es mía), que me permite atar los dos cabos de esta crónica. Porque si Elorza se muestra muy reservado en cuanto a la operación Garzón, y señala que también hubo crímenes comunistas, que no se denuncian hoy, en estos tiempos de desmemoria, se atreve a afirmar que la máxima responsabilidad de esos crímenes no incumbía a los comunistas españoles, siendo españoles no podían ser malos del todo, y concretamente exculpa a Carrillo por lo de Paracuellos, y culpa a Codovilla.
"La decisión de los asesinatos sólo pudo ser tomada por el delegado de la Internacional Comunista", escribe. Lo que no precisa es que, desde que se creó, en 1920, la Internacional Comunista, los delegados de ésta, en todos los países, tenían más poder que las direcciones nacionales –o locales– de los PC. Efectivamente, Codovilla fue el delegado de la IC, pero eso no exculpa a Carrillo de nada, ni de Paracuellos ni de todos los crímenes comunistas durante nuestra Guerra Civil. ¿Tendré que recordar a Elorza que Codovilla fue rápidamente sustituido por otro delegado de la IC, con plenos poderes, y que los crímenes comunistas, las sacas, los paseos, en Madrid, Barcelona, Aragón, Valencia, etc., continuaron, y que ese nuevo delegado de la IC era Togliatti, el tan admirado por los "bailarines" (como así define Kundera a la gauche divine), el dirigente comunista italiano, tan criminal como los demás, pero algo más inteligente?
Fue en 1943 que Stalin decidió cambiar el Komintern por el Kominform, y si algunas formas y métodos cambiaron, el fondo siguió siendo el mismo. Por ejemplo, se suprimió el cargo y el papel de los delegados de la IC, pero Moscú, o sea la jefatura del PCUS, y Stalin personalmente –y hasta después de muerto–, siguió dirigiendo la política de todos los partidos comunistas, hasta en África del Sur (que se lo pregunten a Mandela). Querer salvar del naufragio absoluto del totalitarismo comunista tal o cual episodio, tal o cual persona, se explica por motivos familiares, o por oportunismo, pero no pasa de ser una mentira más. Los comunistas recuperamos nuestro honor rompiendo con el partido, como Kundera, pero desde luego no como Carrillo, Elorza y otros que yo me sé.
Carlos Semprún Maura
http://revista.libertaddigital.com
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