«Actos son amores y no buenas razones». Así es. Como es que de bocazas está la política llena. Bocas llenas de muchas palabras que no culminan en hechos transformadores para la sociedad.
La monja Maravillas, a la que finalmente no pondrán la placa en el lugar en el que nació, fue una mujer que actuó, que, según dice su biografía, se dedicó a fundar colegios para los niños pobres y hacer casas para las personas sin hogar. ¿No es eso admirable venga de donde venga el impulso?
Eso es compromiso social y político, y no agarrar una banderita y ponerse en la cola de una manifestación o hacer declaraciones grandilocuentes sobre igualdad y después irte a dormir a tu castillo mientras muchos se mueren de frío en los cartones. Es más difícil ayudar al vecino, al amigo, que firmar cien manifiestos en los que te muestras muy «activo» y concienciado. Es más fácil decir lo que hay que hacer que ponerse en el tajo a dar sopa a los desamparados. Nunca he oído de la boca de un político la palabra compasión. Compasión significa sentir-con. Compasión es ponerse en el lugar del otro, única manera de poder comprenderlo y ayudarlo.
A mí personalmente me da igual que este sentimiento tenga detrás una ideología u otra, que sea profundamente católica o marxista. Yo creo en las personas que se implican, que luchan cada día por ir siendo mejores, que son capaces de ir domando el egoísmo natural que nos caracteriza, que se esfuerzan por no hacer daño ni físico ni moral a los otros. Yo creo en la gente libre de pensamiento. Lo de la placa me parece una tontería, una polémica que desvía la mirada de los verdaderos problemas de este país, otra batallita cutre entre unos partidos y otros, entre los viejos bandos con los que espero acaben nuestros jóvenes. «Actos son amores», y poner o no poner una placa en una pared es un acto que sólo requiere dos clavos y un martillo.
La monja Maravillas, a la que finalmente no pondrán la placa en el lugar en el que nació, fue una mujer que actuó, que, según dice su biografía, se dedicó a fundar colegios para los niños pobres y hacer casas para las personas sin hogar. ¿No es eso admirable venga de donde venga el impulso?
Eso es compromiso social y político, y no agarrar una banderita y ponerse en la cola de una manifestación o hacer declaraciones grandilocuentes sobre igualdad y después irte a dormir a tu castillo mientras muchos se mueren de frío en los cartones. Es más difícil ayudar al vecino, al amigo, que firmar cien manifiestos en los que te muestras muy «activo» y concienciado. Es más fácil decir lo que hay que hacer que ponerse en el tajo a dar sopa a los desamparados. Nunca he oído de la boca de un político la palabra compasión. Compasión significa sentir-con. Compasión es ponerse en el lugar del otro, única manera de poder comprenderlo y ayudarlo.
A mí personalmente me da igual que este sentimiento tenga detrás una ideología u otra, que sea profundamente católica o marxista. Yo creo en las personas que se implican, que luchan cada día por ir siendo mejores, que son capaces de ir domando el egoísmo natural que nos caracteriza, que se esfuerzan por no hacer daño ni físico ni moral a los otros. Yo creo en la gente libre de pensamiento. Lo de la placa me parece una tontería, una polémica que desvía la mirada de los verdaderos problemas de este país, otra batallita cutre entre unos partidos y otros, entre los viejos bandos con los que espero acaben nuestros jóvenes. «Actos son amores», y poner o no poner una placa en una pared es un acto que sólo requiere dos clavos y un martillo.
Paloma Pedrero
www.larazon.es
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