Obama ha dicho que él no distingue entre rojos y azules. Rodriguez Zapatero, sí. Es más: él mismo se define como «rojo»; no de izquierdas o socialista, sino con la carga de odios de 1936. Si para Obama nada debe mantener las diferencias radicales entre unos ciudadanos y otros, entre unos Estados y otros, para la estrategia política de Zapatero es básico (y de forma especial en estos tiempos de desolación económica) que siga vivo el enfrentamiento de las «dos Españas». A pie de tumba, a ser posible.
Obama cree en la nación norteamericana y por ello trata de integrar a todos sus compatriotas en la idea de Estados Unidos. Zapatero no cree en su propia nación sino en varias. Y así lo ha proclamado. Y seguirá haciéndolo mientras que para Obama el sistema que defiende es el que está en la Constitución, la federación de los iguales. No la confederación.
Zapatero es el negativo de Obama. Lo que le va a aquel y se vanagloria de ello es el optimismo antropológico, la tontuna del buenismo, el disfraz de la traición. Mientras lo de Obama es la esperanza como «audacia», es decir como apuesta, como desafío. Porque el presidente electo de Estados Unidos es un político definitivamente moral, no como Rodríguez Zapatero, relativista por parte de padre y resentido por parte de abuelo.
Si Zapatero se vistiera por lo pies, antes de haberle prometido a Obama «amistad» y «fidelidad» debería haberle enviado como felicitación sus disculpas por haber insultado con publicidad la bandera de los Estados Unidos.
Para Zapatero y sus chicos de Televisión Española los dos grandes partidos norteamericanos son la expresión disimulada del gran Partido del Imperio. Para él Cuba y Venezuela son las democracias «avanzadas» del continente americano. La dignidad está en La Habana y Guatánamo representa la indignidad de Norteamérica.
Obama y Zapatero. Yo espero tener razón al pensar que se trata de dos actitudes y dos concepciones de la vida contrarias, como la verdad y la mentira. De lo contrario el mundo estaría a las puertas de una inmensa tragedia.
César Alonso de los Ríos
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