Antes de perder su referéndum para perpetuarse impunemente en el poder, Hugo Chávez, arremetió otra vez contra España y sus intereses en Venezuela. Para él, una derrota del PSOE en las elecciones de marzo sería su propia derrota y tomaría represalias contra una España gobernada por el PP. No es para tomarse a risa sus bravuconadas.
Para empezar, porque no es la primera vez que, según él mismo, hace gala de su injerencia en la política interna española. Sus petrodólares habrían sido empleados en contribuir a la campaña electoral de la izquierda española e, incluso, a financiar una facción en el seno de los socialistas. Chávez es un hombre de medias verdades, pero no porque sea un mentiroso, sino porque cuenta sólo la mitad y cuando le conviene. Alguien en España debería ponerse a aclarar este turbio asunto de financiaciones provenientes de Caracas. O desmentirlo rotundamente.
En cualquier caso, el Gobierno debiera salir al paso y contestar la permanente injerencia del gobernante venezolano en los asuntos propiamente españoles y que sólo a la voluntad de los españoles compete, como son sus preferencias por un Gobierno u otro. Pero si ya dejó solo al Rey, ¿por qué no dejar abandonado ahora al pueblo español?
La única ventaja es que ahora Chávez puede aumentar cuanto quiera su retórica, pero ya es más débil. El referéndum es un arma que la carga el diablo y haber perdido el apoyo del pueblo al que Chávez dice representar y querer salvar no es un hecho baladí. No cuenta con el respaldo para su proyecto del nuevo ciudadano venezolano, ni para su socialismo del siglo XXI.
Ha perdido Hugo Chávez, el hombre que iba para arriba. Ha perdido su visión. Y aunque se aferre al poder, su discurso ya no tendrá la misma repercusión. Por eso ha llegado la hora de buscar la clarificación de dónde está cada uno. Rodríguez Zapatero estaba con Chávez, ¿dónde se ha quedado ahora? Ha llegado el momento de apostar por el reforzamiento de las instituciones democráticas, por la oposición democrática al chavismo, por la extensión y la profundización de la democracia en la región, no por la bunquerización de un dictador y de un régimen que tiene los días contados.
Chávez puede bromear sobre España, pero su situación en Venezuela no es de broma. Quien oponía su supuesta legitimidad por las urnas frente a la legitimidad dinástica de nuestro monarca, ya no tiene donde aferrarse. Esperemos que el príncipe Felipe se lo recuerde cuando le vea en los próximos días. Porque lo que vamos a ver a partir de ahora es el despotismo de quien se sabe derrotado popularmente y cuya única esperanza es imponerse por los medios que sean, incluida la violencia.
GEES, Grupo de Estudios Estratégicos.
Para empezar, porque no es la primera vez que, según él mismo, hace gala de su injerencia en la política interna española. Sus petrodólares habrían sido empleados en contribuir a la campaña electoral de la izquierda española e, incluso, a financiar una facción en el seno de los socialistas. Chávez es un hombre de medias verdades, pero no porque sea un mentiroso, sino porque cuenta sólo la mitad y cuando le conviene. Alguien en España debería ponerse a aclarar este turbio asunto de financiaciones provenientes de Caracas. O desmentirlo rotundamente.
En cualquier caso, el Gobierno debiera salir al paso y contestar la permanente injerencia del gobernante venezolano en los asuntos propiamente españoles y que sólo a la voluntad de los españoles compete, como son sus preferencias por un Gobierno u otro. Pero si ya dejó solo al Rey, ¿por qué no dejar abandonado ahora al pueblo español?
La única ventaja es que ahora Chávez puede aumentar cuanto quiera su retórica, pero ya es más débil. El referéndum es un arma que la carga el diablo y haber perdido el apoyo del pueblo al que Chávez dice representar y querer salvar no es un hecho baladí. No cuenta con el respaldo para su proyecto del nuevo ciudadano venezolano, ni para su socialismo del siglo XXI.
Ha perdido Hugo Chávez, el hombre que iba para arriba. Ha perdido su visión. Y aunque se aferre al poder, su discurso ya no tendrá la misma repercusión. Por eso ha llegado la hora de buscar la clarificación de dónde está cada uno. Rodríguez Zapatero estaba con Chávez, ¿dónde se ha quedado ahora? Ha llegado el momento de apostar por el reforzamiento de las instituciones democráticas, por la oposición democrática al chavismo, por la extensión y la profundización de la democracia en la región, no por la bunquerización de un dictador y de un régimen que tiene los días contados.
Chávez puede bromear sobre España, pero su situación en Venezuela no es de broma. Quien oponía su supuesta legitimidad por las urnas frente a la legitimidad dinástica de nuestro monarca, ya no tiene donde aferrarse. Esperemos que el príncipe Felipe se lo recuerde cuando le vea en los próximos días. Porque lo que vamos a ver a partir de ahora es el despotismo de quien se sabe derrotado popularmente y cuya única esperanza es imponerse por los medios que sean, incluida la violencia.
GEES, Grupo de Estudios Estratégicos.
Nenhum comentário:
Postar um comentário