segunda-feira, 3 de dezembro de 2007

«Siempre vio y vivió el todo por la patria»

Raúl Centeno Bayón sólo era un guardia civil. Sólo un agente de 24 años que había mamado en su casa el amor a unos colores y una forma de entender el honor que le ha costado la vida. Se había criado en un cuartel y era hijo de otro guardia que ayer le lloraba sin tregua frente al altar improvisado para despedirlo en el patio de la Dirección General de la Guardia Civil en Madrid.

Sus Majestades los Reyes y los Príncipes de Asturias presidieron el solemne funeral de Estado y trataron de mitigar el dolor de la familia, entera por momentos, quebrada ya casi al final de la emotiva ceremonia, y arropada por decenas de agentes, parientes y amigos, por decenas de uniformes verdes y muchos azules. Nada que ver con la soledad de tanta sangre verde y azul enterrada en otros tiempos y en otros lugares menos propicios.

El féretro de Raúl Centeno llegó al fortín de la Dirección General poco antes de las doce de la mañana, procedente de la base aérea de Getafe. La capilla ardiente se instaló durante menos de una hora en el interior de las dependencias, con los padres, amigos y compañeros velando al hijo muerto.

A la una de la tarde, el himno nacional y la bandera precedieron a la entrada de los Reyes y los Príncipes, aplaudidos fuera y dentro, cuando la Compañía de Honores del Instituto Armado, la banda de música y la escuadra de gastadores ya aguardaban alineadas a la derecha del altar; los familiares y amigos en el centro del patio, y la nutrida representación oficial a la izquierda. El Gobierno, con seis ministros, estuvo encabezado por el presidente Zapatero, en el primer funeral de su mandato al que tiene que asistir por un miembro de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad asesinado por ETA.

Don Juan Carlos, con uniforme militar, pasó revista a la compañía y junto a Doña Sofía, Don Felipe, también de uniforme, y Doña Letizia, de negro riguroso, se dirigió a los padres, el hermano y la novia del agente para darles el pésame y acabar fundiéndose en los abrazos que sólo dispone la muerte.

El patio de Guzmán el Bueno, más helado que nunca pese a las decenas de asistentes al acto, se transformó en un duelo colectivo, emocionado, roto únicamente por los aplausos, cuando los compañeros de Raúl entraron con el ataúd a hombros mientras sonaban los acordes dramáticos de «La muerte no es el final».

El cortejo fúnebre, escoltado por el piquete de gran gala del Colegio de Guardias Jóvenes, portaba como una cruz los restos del amigo muerto, cubiertos por la bandera y un tricornio. De pie, tras las familias, uno y otro, y otro más, rostros compungidos al borde de las lágrimas de la familia de la Guardia Civil, con representación de todas las unidades y empleos del Cuerpo. No faltaba nadie cuando el vicario general castrense, Ángel Cordero, comenzó la misa. «Todos nos hemos quedado hundidos un poco en el dolor por este trágico y vil atentado -señaló al inicio de la homilía- cuando confiados esperábamos el final de la violencia».

Las palabras de consuelo del vicario, acompañado por otros tres párrocos castrenses, se dirigieron certeras a Blanca, la madre del agente asesinado. «Enjuga tus lágrimas, madre, y no llores más». Hijo creyente, hijo casi sin estrenar, hijo al que volverás a ver. «Siempre ha visto y ha vivido «todo por la patria»; ayer se cumplió este lema en Raúl y Fernando -el agente que se encuentra en muerte clínica-». A los «mensajeros de la muerte», como definió a los etarras, les pidió que abandonen el camino de la destrucción. José Centeno, padre de Raúl, y el hermano del agente siguieron la ceremonia con el rostro descompuesto.

Sin poder contener las lágrimas, el padre, agente destinado en la Unidad de Protección y Seguridad (Uprose), oyó el nombre de su hijo mientras el Rey le imponía las dos condecoraciones concedidas: la Cruz de Oro de la Guardia Civil y la Medalla de Oro del Cuerpo Nacional de Policía.

Silencio sepulcral de nuevo mientras el reloj pareció detenerse con las palabras hondas del «Homenaje a los caídos» -«Los demandó el honor y obedecieron, los requirió el deber y lo acataron (...) como valientes lucharon y como héroes murieron (...) no quisieron andar otro camino, no supieron morir de otra manera», y el toque de oración. El piquete de gran gala fue el encargado de escenificar el sentido homenaje a los caídos por la Guardia Civil -entre ellos los 206 agentes asesinados por ETA- , con decenas de voces entonando «(...) ya lo has devuelto a la vida, ya lo has llevado al final», mientras dos guardias depositaban una corona de flores con los colores de la bandera a los pies del monolito erigido a quienes entregaron su vida.

El último honor, el penúltimo trago para la familia, fue la entrega por parte del general jefe de Información del Cuerpo a la madre del agente de la bandera que cubrió el féretro de Raúl Centeno. Blanca Bayón la abrazó como se abraza a un hijo; su marido besó las condecoraciones recibidas mientras que el hermano del guardia estalló en lágrimas estrechando el tricornio contra su pecho. El himno del Instituto Armado -«Instituto, gloria a ti, por tu honor quiero vivir. Viva España, viva el Rey, viva el Orden y la Ley, viva honrada la Guardia Civil»- entonado por voces quebradas acabó de sobrecoger a los asistentes. El himno nacional y los aplausos cerrados despidieron al agente, que fue incinerado por la tarde en el cementerio de la Almudena.

Nada más salir el féretro, los Reyes y los Príncipes abandonaron la Dirección, seguidos del presidente del Gobierno, que fue increpado, y del resto de autoridades asistentes: los ministros de Justicia, Interior, Defensa, Exteriores, Economía y Administraciones Públicas; el líder del PP, Mariano Rajoy; la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre; el alcalde, Alberto Ruiz Gallardón; otros miembros del PP como Ángel Acebes; el secretario de organización del PSOE, José Blanco, y el coordinador de IU, Gaspar Llamazares. El presidente del TS, Francisco José Hernando; el director general de la Policía y de la Guardia Civil, Joan Mesquida, visiblemente afectado, así como representantes de los tres Ejércitos, la plana mayor de la Guardia Civil y la Policía y miembros de otros Cuerpos policiales (franceses y autonómicos) arroparon a la familia.

Cruz Morcillo
www.abc.es

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