Hernando de Soto, autor de El misterio del capital, fue el año pasado a la selva peruana a recabar información para su próximo libro, "La Amazonía no es Avatar", y supo de la venta de un árbol de caoba por tres kilos de azúcar, que equivale a unos tres dólares. |
Una pena, explica De Soto: si el dueño de esa caoba la hubiese podido vender en el Callao, el puerto de Lima, habría podido obtener hasta 12.000 dólares. En California, ese mismo árbol su hubiese vendido en 50.000 dólares.
El otro día se cumplieron 20 años del primer levantamiento indígena en Ecuador. Lo lamentable es que gran parte de los indios ecuatorianos siguen igual; como su colega peruano del árbol de caoba. En gran parte, la culpa es de esos políticos oportunistas que prosperan a lomos del mito que dice que los indígenas son como los nativos de Pandora en la película Avatar, mito que De Soto resume así: los indígenas son ricos a su manera, prefieren estar aislados y no necesitan del resto del mundo, no quieren propiedades ni negocios, tienen una visión incompatible con la globalización y rechazan los derechos de propiedad, causantes del deterioro del ecosistema.
Las investigaciones del equipo de De Soto en la Amazonía peruana han revelado que el 80 por ciento de los indígenas no quieren que sus hijos sigan viviendo en comunidades aisladas. Siete de cada 10 son pobres, y 5 de cada 10 viven en la pobreza extrema. La expectativa de vida en las áreas indígenas es 20 años menor que en el resto del país, y la mortalidad infantil, el doble de alta. La mitad de los niños indígenas sufren de malnutrición, y el 40% de anemia.
En casi todas las comunidades indígenas se han encontrado mapas, leyes comunales y certificados de posesión, emitidos por los propios indígenas, sobre casas, tierras, áreas de caza. Además, efectúan transacciones comerciales, por lo que los indígenas sí parecen querer hacer negocios. La degradación ambiental se da sobre todo en zonas donde no hay derechos de propiedad claros.
De Soto asevera que, a pesar de la titularización de tierras llevada a cabo por el Estado peruano, las comunidades indígenas no controlan sus territorios. En lugar de crear una sola ley para los indígenas de la Amazonía, el Estado peruano ha creado alrededor de 5.000 sistemas legales soberanos, que no están estandarizados. "Al no compartir los mismos estándares con otras comunidades, ni con el resto de Perú, ni con el resto del mundo, viven en una especie de apartheid económico estéril", dice De Soto.
Sospecho que la situación de los indígenas en la sierra y en la Amazonía ecuatoriana es similar. Los movimientos indígenas deberían llevar ya mucho tiempo reclamando el fin de esta suerte de apartheid. En cambio, tenemos unos dirigentes políticos que, a nombre de los indígenas, lo que hacen es pedir dádivas al Estado. En veinte años, jamás se les ocurrió pedir a ese mismo Estado que otorgue derechos de propiedad sólidos a la gente que dicen representar, incluso sobre los recursos que están en el subsuelo de las tierras que habitan.
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