José Saramago ha sido muy elogiado por su «compromiso». Dijo la prensa: «humanista…defensor de la palabra comprometida…luchó contra la injusticia…denunció los desequilibrios sociales…siempre estuvo con los desfavorecidos». Pero ¿con qué estaba comprometido Saramago? Con el comunismo, el sistema más criminal que nunca haya sido perpetrado contra los trabajadores. Saramago «no abdicó de sus ideas ni tan siquiera tras el desmoronamiento de la Unión Soviética». Sólo empezó a sospechar que en Cuba no se respetan del todo los derechos humanos en el año 2003, y ni un minuto antes. ¿Cómo es posible que semejante compromiso pueda ser considerado un mérito? Por la mentira, uno de los baluartes del progresismo. La mentira que prima éticamente a la izquierda, cuyos partidarios y representantes deben ser por necesidad mejores personas que los demás. La mentira de quienes aplaudieron a Saramago por ser un defensor de los indígenas americanos, «víctimas de cinco siglos de humillación», porque la clave es acusar a España y a Occidente, como si los indios no hubiesen sido humillados antes por otros indios. La mentira que parte de la base de que las instituciones de la sociedad abierta son malas y que quienes las critican son héroes. Así, puede usted condenar la libertad, la propiedad privada, el comercio y el mercado, y recibirá plácemes por su «compromiso», igual que si despotrica contra EE UU, Israel y la religión; la católica, naturalmente.
Carlos Rodríguez Braun
www.larazon.es
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