sexta-feira, 25 de junho de 2010

Marxismo (IX) Aproximaciones críticas a la Ley / La patria de Colón

Unas aproximaciones críticas


1.- El aumento del capital constante no tiene por qué provocar un aumento de la composición orgánica

Marx considera que el aumento de la productividad permite abaratar las mercancías: cada obrero, gracias al aumento de capital constante (maquinaria, etc.), produce más mercancías en el mismo tiempo. Y el incentivo para introducir C es precisamente el aumento de la productividad, inducido por la competencia. Ahora bien, tanto V como C constituyen, en definitiva, un conjunto de mercancías, y no tiene sentido postular un aumento de productividad en las mercancías V, con el consiguiente abaratamiento, y no en las mercancías C. Estas, al aumentar su productividad como norma, se abaratarán siempre y no solo en casos aislados, contra lo que señalaba Marx o según una “impresión”, como en Sweezy. Ese abaratamiento puede aumentar, disminuir o dejar igual la composición orgánica, según sea el abaratamiento correspondiente de V : ninguna opción es forzosa. Lo normal será que una u otra posibilidad predomine en diversos períodos, con una tendencia general al equilibrio.

Así, el aumento de la productividad ligado al aumento de C no tiene por qué repercutir en un alza de la composición orgánica, aunque a veces lo haga.

2.- Aun si aumentase la composición orgánica, ello no tiene por qué repercutir en una baja de la tasa de ganancia.


Una mayor productividad determina que las mercancías V (las de consumo correspondientes a los salarios) se abaraten. El patrón marxiano comunicará al obrero: “El año pasado podías vivir con 1.000 pesetas al día, equivalentes a cuatro horas de tu jornada de ocho, y yo me apropiaba el valor de las cuatro restantes. Pero hoy, debido al aumento de la productividad, las mercancías que consumes para vivir, y que antes valían cuatro horas o 1.000 pesetas, vienen a valer tres horas o 750 pesetas. Yo te seguiré pagando el valor de tu capacidad de trabajo, que ahora es de 750 pesetas diarias. Pero como la jornada de ocho horas permanece, yo me quedaré con cinco horas de tu trabajo en concepto de plusvalía. Mi tasa de plusvalía, por tanto, ha crecido sin que tú pierdas nada. Es la ley del capital”.


Ahora bien, las mercancías tipo C (maquinaria, etc.) deben haberse abaratado igualmente, cosa que olvida Colletti cuando observa: “Para aumentar el plusvalor, el capital debe acrecentar la productividad del trabajo: en efecto, esta última (…) también determina la disminución del tiempo de trabajo necesario para producir los medios de sustento del obrero, es decir, reduce la parte de la jornada de trabajo en que la capacidad de trabajo se reproduce a sí misma”, aumentando así la composición orgánica. Pero en realidad el capitalista aumenta su tasa de beneficio, tanto por el abaratamiento de V como por el de C.


Puede ocurrir, aunque de ningún modo es forzoso, que C se abarate menos que V. En ese caso aumentaría la composición orgánica del capital, pero ello no disminuiría en absoluto la tasa de ganancia, porque el menor abaratamiento de C quedaría compensado por el mayor de V. La crítica parcial a Marx en el sentido de que “Composición orgánica y

Tasa de ganancia son dos fuerzas contrarias, aunque no haya razón para suponer que una de ellas se imponga forzosamente”, cae por su base. No hay tal oposición, mientras se mantenga la lógica abaratadota de la productividad. Pero esa lógica resulta mucho más demoledora para la Ley que la crítica ilusoria expuesta por diversos marxianos.


3. Una composición orgánica que disminuyera la tasa de ganancia sería inviable


La única posibilidad de que un alza en la Composición orgánica (C /V) disminuyera la tasa de ganancia sería aquella en que C no solo no se abaratase, sino que se encareciese lo bastante para superar el abaratamiento de V. Una situación semejante resulta extremadamente improbable, porque iría contra los presupuestos de la tesis, al romper la tendencia al aumento de la productividad tanto en mercancías C como en mercancías V. De darse tal cosa improbabilísima, los empresarios reequilibrarían la composición orgánica disminuyendo la inversión en C, que no les reportaría el menor beneficio. De otro modo buscarían deliberadamente la ruina, y ya observó Pannekoek que los capitalistas no tienen ningún deber de condenarse a sí mismos más de lo que pueden.


4. El aumento de C tiende a repercutir en el aumento de V


Al llegar aquí, ya nos damos cuenta de que existe alguna incoherencia fundamental en la Let. Examinemos ahora el problema desde otro ángulo.


C es el conjunto de mercancías no destinadas al consumo humano directo, sino al “consumo productivo”, a la producción de más mercancías. Como hemos recogido de Marx, consiste en máquinas y herramientas, materias primas e instalaciones. En términos generales, la producción de C compone un sector económico básico, que Marx llama “Sector I”.

V,a su vez es la masa salarial cuyo valor viene constituido por el conjunto de mercancías necesarias para la vida y reproducción de la capacidad de trabajo. Representa, por tanto, la producción de artículos de consumo de uso popular. Si le añadimos el consumo y el lujo de las capas burguesas (podríamos llamarlo “rama L”), tenemos el segundo sector básico de la producción, el Sector II.

Globalmente, el aumento de la composición orgánica se presenta como el aumento del Sector I sobre el Sector II. Marx expone cómo la acumulación de C – el sector I y la acumulación propiamente hablando—redunda en una contracción creciente de V o sector II.

Este predominio del Sector I no significa necesariamente que se produzcan muchos más tornos y carbón que panecillos y camisas, sino que tiende a destinarse al Sector I una capacidad de trabajo mucho mayor que al Sector II, pues en ello consiste su mayor o menor valor. Así aumenta la composición orgánica global.

La subida de la cantidad de trabajo en el Sector I puede realizarse por dos vías: contratando más obreros, o prolongando la jornada de los ya contratados. Ahora bien, en ambos casos ello repercutirá a su vez en un aumento de V, sea porque se pague mayor número de jornales, sea porque los jornales suban, a fin de afrontar el mayor desgaste del obrero causado por la prolongación de la jornada. En ambos casos el aumento del sector I (producción de C) repercutirá en un aumento proporcional del Sector II (producción de V), el cual deberá también producir más valor para dar abasto a la demanda acrecentada. Lo normal será siempre una tendencia al equilibrio entre ambos.

(Sigue)

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****Blog, Isidro40:

”Me acaba de llegar un correo en el que se intenta demostrar que un tal Jordi Balbeny con datos más que suficientes (que al parecer pueden comprobarse en la página www.histocat.com)asegura que Colón era catalá,, que las naves partieron de Pals(provincia de Gerona) y no de Palos, que todos los marineros de la expedición iban tocados con las barretinas catalanas y que Castilla, "robó" el descubrimiento atribuyéndose todo el éxito, expoliando a Aragón(Cataluña) de su éxito y falsificando desde entonces todo lo referente a la historia del "Descubrimiento" , con su punto álgido en tiempos de Felipe II. El tema es interesante porque el correo está siendo muy divulgado en Cataluña y me gustaría dedicara uno de sus artículos a este tema para poder defender mi tesis "oficialista" ante tanto separatista. Gracias por su atención.

Pues tuvo que ser así forzosamente, porque ya se sabe que los catalanes son, según los catalufos, una raza muy superior a los castellanos, que solo saben robar las glorias de la raza superior. En fin…

“Son de sobra conocidos los problemas de Colón en el gobierno de las nuevas tierras, e ignorado el origen del descubridor. Dado que él y los reyes no pusieron empeño en aclararlo, más bien al contrario, se le han atribuido, de modo puramente especulativo, las patrias más diversas, desde Grecia a Noruega, o la condición de judío, siendo la versión más corriente la de su nacimiento genovés. Sin embargo esta atribución resulta tan difícil como las otras. Con motivo del IV Centenario del Descubrimiento, Italia ofreció una Raccolta de unos 200 papeles sobre una familia Colombo de Génova, parte de ellos referidos a un Cristoforo. Pero las fechas concuerdan mal, la propia abundancia de documentos despierta dudas y, en fin, solo informan de que Cristóforo era, al menos hasta 1473, un pequeño comerciante lanero con deudas y amenazas de prisión por impago. Que estén tan documentados en Génova estos pequeños sucesos y no haya, en cambio, referencias a la impresionante gesta posterior del supuesto Colombo, ya es bastante sospechoso; y tampoco la ciudad italiana pensó reivindicar la gloria de su ilustre y presunto hijo. Un reciente ensayo de María V. Martínez Costa de Abaria, Cristóbal Colón y España, incide en las dificultades de la atribución genovesa.

Solo tres años después del último documento genovés, Colón aparece en Portugal como experto navegante, diestro en cosmografía y cartas náuticas, culto y erudito en algunos terrenos, conocedor del latín y aún más del castellano, de modales distinguidos, codeándose con la nobleza y con el mismo rey, y casándose con una aristócrata local, algo muy poco imaginable para un plebeyo. Suena en extremo inverosímil que el humilde lanero genovés lograse de pronto tal transformación, por lo que difícilmente puede tratarse de la misma persona. La inverosimilitud crece ante la ausencia de cualquier prueba de que la familia genovesa, que vivía con estrechez, le pidiera ayuda en los días de poder y riqueza del almirante; ni Colón se acordó de ellos cuando hizo testamento. Nunca utilizó el apellido Colombo, siempre empleó, o se le conoció por Colom, Colón o Coloma. No escribió en italiano, salvo escasas palabras reveladoras de un mal conocimiento del idioma; ni hay indicio de que hablase en él con sus hermanos también supuestos genoveses. Sus cartas a Génova las redactó en castellano, y cuando menciona al patrón de la ciudad lo escribe mal. No puso a las tierras descubiertas nombres italianos en homenaje a su atribuida patria, sino españoles, algunos relacionables con Baleares, Levante o Cataluña. Los Reyes Católicos nunca aluden a su origen genovés, ni le dieron carta de naturalización como hicieron con Américo Vespucio, sino que le trataron como “súbdito y natural”, y ampliaron su escudo de armas, señal de que ya tenía uno, cosa poco creíble en una familia de modestos tratantes en lana, en queso, taberneros… Estos datos desfondan la tesis genovesa, que se apoya, como todas las demás, en la incertidumbre sobre su origen real.

Debemos atenernos, por consiguiente, a los hechos constatables. Ante todo, habló y escribió casi siempre en castellano, algo en latín. Menéndez Pidal creyó encontrar en sus escritos defectos propios de quien no tiene ese idioma por lengua materna, pero sus deficiencias no eran italianismos, sino lusismos, explicados por sus nueve años de estancia en Portugal. En Portugal no existía el apellido Colón, y aun allí escribió en castellano, ya lingua franca peninsular. También se han detectado en sus escritos giros catalanes. Su patriotismo hispano resalta aquí y allá. Sobre la cristianización de los pueblos descubiertos habla de “España, a quien todo debe estar sujeto”, y anima a los reyes a no consentir “que aquí (las nuevas tierras) faga pie ningun extranjero”, idea rara en un genovés. La mayor isla que descubrió en el primer viaje la llamó La Española, y supone reservada a España la recuperación de Jerusalén, ligada para él a sus viajes. Su amigo el cosmógrafo catalán Jaime Ferrer de Blanes, que le aconsejó sobre el tercer viaje a América y fue requerido para delimitar los derechos de descubrimiento entre Castilla y Portugal, le escribió, como cosa natural, de “esta nuestra España”…
Dentro de la incertidumbre, parece más probable su cuna española, acaso catalana o, más probablemente, balear, según algunos indicios. De ser así, queda por explicar el motivo de la oscuridad, de aspecto deliberado, sobre su patria, como si ocultara algún secreto político o similar. La autora citada cree que pudiera tratarse de un hijo ilegítimo de Carlos de Viana, el preterido hijo de Juan II de Aragón. Esto, y acaso el presunto origen genovés, quizá fuera posible comprobarlo hoy mediante pruebas de ADN, como las que han certificado la autenticidad de los restos del almirante guardados en Sevilla."
(En Nueva historia de España)



Pío Moa


http://blogs.libertaddigital.com/presente-y-pasado

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