Si «El comandante» -sobrenombre con el que se refiere a Jacques Yves Cousteau su segunda esposa, Francine- no hubiera muerto en París 1997, hoy habría cumplido un siglo.
Un temprano accidente de coche truncó el sueño de Costeau de convertirse en un heroico aviador. Para recuperarse de sus múltiples fracturas, los médicos le recetaron natación intensiva, actividad que funcionaría como catalizador de la pasión marítima que le acompañó toda la vida. En Marsella (sur de Francia) probó por primera vez las gafas que utilizaban los buscadores de perlas filipinos.
Su ingenio, y el del ingeniero Émile Gagnan, les llevó a concebir el «Aqua Lung», la primera escafandra autónoma submarina a la que siguieron una larga lista de inventos que han posibilitado la exploración y la filmación subacuática.
En 1930 ingresó en la Escuela Naval Francesa y sirvió a la Resistencia en la Segunda Guerra Mundial, pero el debut de su carrera como submarinista planetario y como impulsor del buceo se inició en 1943, poco antes de dejar la marina gala.
Calypso, su embarcación
Calypso es la embarcación con la que Cousteau se hizo célebre. Se trata de un dragaminas de la Royal Navy británica que encontró en Malta y un mecenas le ayudó a restaurar. Se lo cedía al oceanógrafo por un simbólico franco al año. Con Calypso surcó las aguas del mar Mediterráneo, el Rojo, el golfo Pérsico y los océanos Pacífico e Índico. Calypso espera en un puerto de la Bretaña francesa a que se reunan los 4 ó 5 millones de euros necesarios para terminar de restaurarlo como museo itinerante.
Aún nadie ha conseguido heredar la dimensión del mito de Cousteau, precursor del buceo deportivo, documentalista premiado por el Festival de Cannes -«El mundo del silencio» (1956)-, académico francés, director del Museo Oceanográfico de Mónaco, comendador de la Legión de Honor de Francia, científico pionero de la lucha contra el cambio climático y divulgador que llevó la biodiversidad marina a los hogares a través de la televisión.
Tras la muerte del comandante, el resto de su familia se enredó en un atolladero jurídico por hacerse con los derechos de su legado, que hoy controla el «Equipo Cousteau», liderado por su viuda.
Su segundo hijo y su sucesor designado, Philippe, murió en un accidente de hidroavión en la desembocadura del río Tajo (Portugal) en 1979. El menor de sus hijos, Pierre-Yves, intenta seguir la senda de su padre en una misión por el Mediterráneo a bordo del Alcyone, la otra célebre nave del científico.
El objetivo de Jacques Costeau era que el mar no terminara por convertirse «en la última alcantarilla» de la humanidad.
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