El éxito del feminismo no ofrece discusión. Deriva en alto grado de una propaganda masiva y consiste fundamentalmente en la masividad de esa propaganda, difundida por la aplastante mayoría de los medios de comunicación, sea en forma de opiniones directas, de desautorización de otras tesis, de enfoques de programas de televisión, de ideología explícita o implícita en telefilmes, de discursos seudomoralistas de los políticos, de proyectos internacionales, en películas para niños, textos escolares etc. [Recuérdese que está escrito en 1988, después de ya varias décadas de adoctrinamiento en ese sentido].
No menos llamativo es el tabú a la exposición de ideas no feministas, no digamos de propaganda. En rigor, la oposición no existe, salvo en el plano de la broma cotidiana o como estudios académicos aislados y reacciones ocasionales que suelen caer, a su vez, en el círculo del ataque ideológico.
Esto supone un intensísimo adoctrinamiento, y redunda en la adopción de medidas administrativas y burocráticas en pro de una reeducación general ya desde la escuela. El mismo lenguaje corriente es sometido a intentos de constricción y remodelación acordes con los tópicos feministas. (Aunque algo marginalmente, viene a cuento un cómico incidente universitario. Hace pocos meses, un profesor fue suspendido de empleo y sueldo en Madrid por “expresiones que han podido denotar una minusvaloración de la condición femenina y, por tanto, una ofensa”, y “por haber pronunciado expresiones vulgares y soeces” en el aula. La farsa en el asunto viene de que las ofensas a mil cosas instituciones que se tenían por respetables, es son hoy el pan nuestro de cada día; y de que el lenguaje vulgar, soez y empobrecido se ha introducido en tromba en estos años en todos los ámbitos, con frecuencia a partir de la universidad. Y los han difundido, precisa y casi programáticamente, esos movimientos ideológicos, destacadamente el feminismo. El lenguaje macarril en la mujer ha sido alentado siguiendo el ejemplo de la “frescura de expresión” atribuida a las emancipadas useñas. Después de todo, si muchos hombres se expresan en lenguaje soez, ¿por qué no habían de hacer lo mismo las mujeres?).
El éxito del feminismo ha sido relativamente fácil. Lo que no concuerda con las tesis de sus ideólogos radicales y que, desde luego, no complace a los más belicosos de ellos. La célebre teórica Eva Figes, por poner un caso, insiste mucho en que el movimiento feminista viene siendo “una batalla incesante”, “una verdadera guerra”, una “pelea” enconadísima frente a una resistencia que, según racionalizaba Stuart Mill había de ser muy superior a la que encontrase cualquier otra ideología. Claro que si comparamos los marciales estruendos del feminismo con los más que estruendos producidos por ideologías tipo socialismo o anarquismo, ho hablemos del comunismo o el fascismo, habrá de reconocerse que la conflagración feminista ha resultado harto más suave. Cosa también de agradecer.
Entre las causas del éxito feminista suelen señalarse al menos tres, aparte de las que vigorizan cualquier ideología.
En primer lugar, existe una base biológica: la agrevididad masculina desciende, por lo común y normal, frente a la mujer y lo que se presenta como una causa justa en pro de ella. No se trata de las actitudes sentimentales y un tanto falsas de la galantería, y tampoco hay que desconocer conductas masculinas no infrecuentes de abuso puro y simple de la fuerza muscular. Pero en conjunto pocos negarán la aludida mengua de la agresividad. Pues si ello no se diera, el género humano habría subsistido a duras penas.
También debe señalarse que la ideología feminista no es especialmente femenina. Ni la masa de su propaganda y de las medidas burocráticas en marcha tienen origen en grupos feministas (aunque no se puede negar su influjo), que corrientemente excluyen a los hombres, sino en partido, gobiernos y otros aparatos políticos y sociales, de composición abrumadoramente masculina. Además, las ideas feministas han sido promovidas fundamentalmente por otras ideologías y como componente de estas: el feminismo es parte muy importante del comunismo, socialismo, anarquismo, un buen sector del liberalismo y otros. Entre los teorizadores e iniciadores del feminismo pueden citarse a Engels o a Stuart Mill (y hasta a Platón); y el creador del seudomito del matriarcado es también un hombre, Bachofen. O sea, que si bien en los últimos decenios cierto número de mujeres han llegado a la condición de ideólogas y teóricas del feminismo, las ideas y actitudes básicas son anteriores y vinculadas a ideologías más amplias. Pasa como con el marxismo, una teoría presuntamente "proletaria", pero elaborada por "burgueses".
Una tercera causa, muy efectiva, ha sido la rivalidad publicitaria entre partidos, y en especial la competencia global Este-Oeste. Un tema privilegiado y tópico en dichas rivalidades ha sido durante decenios el de “la emancipación de la mujer” y la “igualdad se sexos”. Tal como se planteaba el asunto por los dos lados, sobre una base ideológica común, la competencia solo podía exaltar y acelerar el proceso.
No se exagera al decir que, desde el fin de la II Guerra Mundial sobre todo, en muchos países los programas de reeducación en sentido feminista han sido intensivos y en general dominantes. Y el proceso se ha vuelto cada vez más institucionalizado, estatalizado y excluyente. En ello viene a resumirse el triunfo espectacular del feminismo.
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****Acusa Aznar a Zapo de "mirar al pasado, reabriendo heridas ya cicatrizadas y olvidando que lo que merece la pena es el futuro”. Realmente, el nivel intelectual y moral de nuestros políticos, incluso el de Aznar, no raya a gran altura. Si Zapo reabre heridas no es por “mirar al pasado”, un ejercicio muy conveniente y necesario en política, si hemos de aprender algo de la historia. Las reabre porque miente de forma radical sobre el pasado y trata, no de aprender, sino de sacar rentas políticas actuales de su turbio ejercicio. Con su negativa a examinar el pasado, el PP pretende haber nacido de la nada en 1976, escupe sobre las tumbas de sus padres y abuelos, y crea la impresión de tener un pasado extremadamente sórdido y brutal, que más vale olvidar. En cuanto a mirar al futuro…a ver si nos dice el PP qué es lo que ve, no lo que le gustaría ver. La política como remedo del arte de las pitonisas.
****Floriano: "No investigar a Bono sería propio de la Cuba castrista" Es que vamos en esa dirección, con el apoyo –algo quejumbroso, eso sí— del PP. Por lo demás, sería muy aconsejable una buena investigación no solo de Bono sino también de muchos otros políticos.
Pío Moa
http://blogs.libertaddigital.com/presente-y-pasado
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