****Derecho a la catalufa. Profesores de Derecho catalanes se movilizan contra el Constitucional Catalanes no, catalufos. Cataluña y Andalucía son las regiones más corruptas y degradadas de España, aunque la competencia es fuerte. La cosa de estos “profesores” (¿qué enseñarán, los golferas?) me recuerda el caso del juicio a Companys y su banda después de su intento de guerra civil. Sí, no solo el PSOE, también la Esquerra se declaró “en pie de guerra” cuando las izquierda perdieron las elecciones de 1933. Pues bien, cuando fueron juzgados, aquellos héroes dijeron que habían intentado el golpe…¡contra los anarquistas! Y luego cargaron las culpas sobre el pobre Dencàs, que después de todo, fue el único que tuvo un comportamiento aproximadamente valiente, junto con Miguel Badía (llamado collons), que sería asesinado más tarde, junto con su hermano, probablemente por instigación del propio Companys debido a un asunto de faldas, según ha expuesto el historiador Ucelay da Cal (he propuesto más de una vez que un historiador serio, con tiempo y ganas, trace una serie de semblanzas de héroes del separatismo, una colección de personajes entre grotescos y delincuentes). Pues bien, en el Tribunal de Garantías Constitucionales que juzgaba a Companys y los suyos, un representante de la Esquerra, el abogado Sbert sostuvo una tesis que, a juicio de la Esquerra, “ha producido gran sensación por su consistencia y por la modernidad de las teorías expuestas”. Sbert señalaba que solo podían penarse los delitos tipificados, como el intento de un cambio de gobierno por la fuerza. Ahora bien, Companys y los suyos habían intentado en realidad un golpe de estado, cosa muy diferente y no contemplada en la ley, siendo por tanto “un acto político y legítimo”, por lo que los acusados debían ser puestos en libertad. Derecho a la catalufa, de larga tradición, según observamos.
****Dice el historiador lisenkiano y algo turulato Jorge Martínez Reverte, que no hay diferencia alguna entre las víctimas de Badajoz y las de Paracuellos, y enseguida se desdice afirmando que unos fueron muertos por quienes defendían “una causa justa” y los otros por “odiosos golpistas”. Luego, no fueron iguales en absoluto –salvo en el hecho de haber muerto--, pues unos defendían la causa justa y otros luchaban contra ella. En un caso hubo crimen inapelable y en el otro, solo un "exceso", aun si lamentable. Para este peculiar historiador, la causa justa era la de los stalinistas y demás acompañamiento, y odiosos golpistas los que se sublevaron contra los desmanes tiránicos, la destrucción de la legalidad y el proceso revolucionario.
Pero hay otra diferencia esencial entre Badajoz y Paracuellos, que este indocumentado trata en vano de ocultar: la matanza de Paracuellos no hace falta exagerarla, pues se sabe documentadamente que fueron allí asesinados varios miles de personas. La de Badajoz es producto de una inmensa exageración y falsificación propagandística, como está hoy perfectamente demostrado. Una diferencia que parece no importar a Martínez Reverte, que no sé si se engaña él mismo o pretende engañar a los incautos.
****Dice Bono que "es hijo de tendero y nieto de arriero". Pero se metió oportunamente en el PSOE, y... ¡Ya ven!
****Blog, Lead. Perfectamente: es mejor capacidad de trabajo que fuerza de trabajo.
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Marxismo (V) Efectos y trascendencia de la Ley
“El descenso de la tasa de ganancia y la acumulación acelerada –explica Marx—son únicamente dos modos distintos de expresar el mismo proceso, en el sentido de que ambos expresan el desarrollo de la capacidad productiva. La acumulación acelera la disminución de la tasa de ganancia, ya que entraña la concentración más alta de capital. A su vez, el descenso de la tasa de ganancia acelera el proceso de concentración del capital y su centralización mediante la expropiación de los pequeños capitales y el desahucio del último resto de los productores directos que todavía tienen algo que expropiar. Con ello se acelera a su vez la acumulación de la masa aunque, por lo que a la tasa se refiere, la acumulación disminuye al disminuir la tasa de ganancia.
“Por otra parte, como la tasa de valorización del capital en su totalidad --la tasa de ganancia-- es el acicate de la producción capitalista (que únicamente tiene por objeto la valorización del capital), su descenso atenúa el ritmo de formación de nuevos capitales independientes, presentándose de esta manera como un factor peligroso para el desarrollo de la producción capitalista, alienta la superproducción, la crisis, la existencia de capital excedente frente a una población sobrante.”
Y se crea subconsumo, como queda implícito en lo anterior: “La capacidad de consumo de la sociedad (…) se halla determinada por su dependencia de las relaciones antagónicas de distribución, que reducen el consumo de la gran masa de la población al mínimo. Además está limitada por la tendencia a la acumulación.
“Para la producción capitalista esto es una ley que imponen las constantes perturbaciones de los métodos mismos de producción, la depreciación del capital existente que esas perturbaciones implican: la lucha general de la concurrencia y la necesidad de perfeccionar la producción y aumentar la escala (…) Por tanto es necesario que el mercado aumente sin cesar (…) , pero cuanto más se desarrolla la fuerza productiva, más choca con la estrecha base en que se fundan las relaciones de consumo”.
De esta ley derivan, por tanto, las tendencias atribuidas al capitalismo: concentración del capital con tendencias monopolísticas, ruina de la pequeña propiedad, creciente explotación y desempleo de la masa obrera, necesidad de ampliar constantemente los mercados y reducción simultánea de estos al restringir el nivel de consumo de las masas, crisis cíclicas y cada vez más frecuentes.
Haremos una breve digresión sobre las crisis como manifestación de las contradicciones del sistema y augurios de su fatal destino.
Para explicar las crisis, los marxólogos suelen encontrar dos tipos de causas: uno relacionado con la tasa de ganancia, y el otro con la realización del valor de las mercancías, es decir, con la compraventa en el mercado. A su vez, este último tipo se divide en dos: crisis de subconsumo y crisis de desproporcionalidad o desajuste entre sectores y ramas de la producción (por ejemplo desajustes entre los sectores dedicados a la producción de bienes textiles y los dedicados a máquinas herramientas, o industria pesada…).
Pero en realidad deben ser eliminadas las supuestas causas provenientes de la realización, por incoherentes con el enfoque básico marxista. Según este, el mercado es solo un elemento derivado de la producción, y en él la realidad se refleja “al revés”. Lo que ocurre en el mercado (subconsumo o desproporciones, por ejemplo) procede de, y debe ser explicado por la forma de la producción, y no a la inversa.
Por otra parte, ni el subconsumo ni las desproporciones explican las crisis, porque ambas son manifestaciones de la crisis misma. Y son tales manifestaciones las que hay que explicar. Tomarlas como causa no es más original que encontrar la causa de una batalla en el encontronazo de dos ejércitos. La batalla consiste precisamente en ese encontronazo, pero las causas de ella están en otro lugar.
(Ha habido una larga polémica sobre si los desajustes o desproporciones podían ser, o no, eliminados por el capitalismo. El debate, planteado en el campo de la realización, no tiene salida. En el fondo, un desajuste entre los sectores productivos o en las expectativas sobre el mercado es un problema técnico, susceptible de resolverse técnicamente. Así, cabía pensar que el monopolismo, al atenuar la competencia “ciega” y planificar con más seguridad, podría resolverlo. Pero como, con "monopolismo" y todo, seguían las crisis, quienes rechazaban la posibilidad de armonía en el sistema tenían a mano hechos, si bien un tanto inexplicables. Por otra parte, ni con el subconsumo ni con las desproporciones se ha logrado articular una teoría de los ciclos, es decir, de la alternancia entre auges y crisis económicas. En suma, como es indemostrable que el mercado no funcione y se amplíe (pese a los razonamientos de Rosa Luxemburg), si se hace depender de él el destino del capitalismo, los revolucionarios tendrían que tomar su misión con mucha calma.
En cambio la Ley explica el subconsumo y las desproporciones, y también un tercer tipo de crisis descubierto por Napoleoni al bucear en los textos de Marx: las máquinas hacen que la mercancía apenas sea ya producto del trabajo, o trabajo humano incorporado, pero la necesidad de valorizar dicho producto obliga a buscar en el trabajo la base para hacerlo mercancía, obliga a tratarlo como producto del trabajo humano, a conferirle un valor en el momento en que, en el aspecto técnico, ha dejado de ser producto de dicho trabajo. Ello en la práctica supone que aunque los métodos de producción progresen hasta el punto de hacer mínima la necesidad de trabajo humano, este debe ser mantenido, por ser la base de la valorización capitalista. El trabajo se vuelve casi superfluo, pero hay que emplearlo en las mismas cantidades. Lo cual conduce a que “se derrumba la producción basada en el valor de cambio”, como concluye Napoleoni citando a Marx. Convenza o no este enfoque, parece una formulación algo filosófica de la Ley)
Marx ha señalado el carácter perogrullesco de la explicación de la crisis por el subconsumo, pero como en otros lugares se contradice, atribuyendo al subconsumo, en última instancia, la causa de la crisis, cada comentarista hace valer unas u otras frases. Es inevitable que en obra tan voluminosa como la de Marx existan contradicciones. Ahora bien, lo que nos interesa no es ese fenómeno normal, sino el espíritu del análisis marxista, y si nos atenemos a él, la elección viene dada: ha de ser el modo de producir capitalista, reflejado en la tendencia al descenso de la tasa de ganancia, el que provoque desproporciones y subconsumo entre otras plagas, y esas plagas constituyen la crisis.
No cabe hablar, entonces, de diversos tipos de crisis. En el capitalismo marxiano las crisis, estallen por una u otra costura, tienen, y solo pueden tener, su fundamento en la baja tendencial de la tasa de ganancia. Dicha tasa es “el motor de la acumulación capitalista”. No en vano Marx dedujo de ella la ley básica del desarrollo burgués.
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Vemos, pues, que la evolución de la TG resulta de las relaciones entre acumulación, empleo de trabajo humano y extracción de plusvalía. La Ley sintetiza los factores decisivos del análisis marxiano y la forma típicamente burguesa como, según Marx, interactúan entre sí tales factores. Por lo tanto, ella resume con espléndida elegancia intelectual la esencia del modo de producción capitalista y sus contradicciones, superando las penosas incoherencias que hallamos en otros textos de Marx. En ella cristalizan, con la grandiosidad de una ley natural, el carácter y la evolución del sistema burgués. No a otra cosa aspiraba, en efecto, su descubridor.
Marx, consciente de la trascendencia de su hallazgo, lo pondera así: “La ley no podía ser más sencilla, y sin embargo ningún economista había logrado descubrirla hasta hoy. Los economistas veían el fenómeno y se torturaban en intentos contradictorios para explicarlo. Pero dada la gran importancia de esta ley para la producción capitalista, bien puede decirse que es el misterio en torno a cuya solución viene girando toda la economía política desde Adam Smith. O bien: “Lo importante de su horror (de Ricardo) a la tasa descendente de ganancia, es la sensación de que el régimen de producción capitalista tropieza en el desarrollo de las fuerzas productivas con un obstáculo que no guarda la menor relación con la producción de riqueza en cuanto tal. Este peculiar obstáculo acredita precisamente la limitación y el carácter puramente histórico, transitorio, del régimen capitalista de producción” (cursivas mías).
Nos hallamos, pues, ante la concreción más elevada de las tesis marxistas previas, tanto económicas como filosóficas e históricas. Muestra las características de la competencia y la anarquía económicas, la contradicción básica del sistema entre la socialización de la producción y su apropiación privada, la tendencia al choque entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción burguesas. La tendencia, en suma, a la revolución, y la justificación de esta.
Pío Moa
http://blogs.libertaddigital.com/presente-y-pasado
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