Jorge Martínez Reverte se ha convertido en punta de lanza de la historiografía-basura de la izquierda, como vimos en otros artículos. Lo penúltimo ha sido el artículo de El Chafardero Indomable, donde acusa a Franco de preparar una lista de judíos españoles destinada a que Himmler los exterminase. El estilo es el típico y repugnante de aquel artículo absolutamente falsario publicado en Madrid durante la guerra, sobre la matanza de la plaza de toros de Badajoz, con el fin de encubrir otras matanzas reales en el mismo Madrid. A este necio no le preocupa el hecho de que lo que trataba de descubrir el gobierno eran posibles enemigos del régimen, que abundaban entre los judíos, los escasos judíos que había en España, aunque los había también muy pro franquistas, sobre todo en Marruecos (las cifras de expedientes son inventadas). Esa detección de posibles enemigos, y más en situaciones críticas como la de 1941, la practican todos los regímenes, y hoy los estados saben mucho más de cualquiera de nosotros que bajo el franquismo--. Y que el programa de exterminio alemán fue decidido en la conferencia secreta de Wannsee (hay algunas dudas al respecto) a principios de 1942, y puesto en marcha tiempo después. Es decir, Franco se habría adelantado a los deseos de Himmler sin siquiera conocer estos.
Pero lo que interesa aquí son dos cosas: a) la gran difusión dentro y fuera de España, del artículo de Martínez, no por grotesco menos peligroso, b) el tipo de falsificación del pasado que conduce directamente a nuevos holocaustos, como lo fueron, en pequeño, Paracuellos o la matanza del clero.
Sobre lo primero, debemos destacar el contraste entre el activismo de los envenenadores y la pasividad boyuna de una derecha huera de ideas que vayan más allá de la gestión económica, y refractaria a aprender del pasado; pero también entre la gente común, que, sin ser especialmente de derechas ni de izquierdas, no entiende el papel de la opinión pública y le basta con la pequeña satisfacción de leer una réplica a los envenenadores y complacerse en ella, pero sin darle mayor difusión. Mientras no cambie esta mentalidad roma y comodona, seguiremos en la vía al desastre.
He leído en Internet el lema: “Con tu ayuda, otro Paracuellos es posible”. Cabe aplicarlo al gobierno en pleno, a sus titiriteros y a historiadores-basura como Martínez Reverte. Y a los atacados de pasividad quejumbrosa.
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Marxismo (VIII) Opiniones sobre la posible tautología de Marx
Las observaciones anteriores indican que la Ley bien pudiera ser un razonamiento circular. Dentro del marxismo y afines, varios autores han llegado a conclusión semejante, siguiendo razonamientos diversos. Lucio Colletti, por ejemplo, resume:
“Al describir en el capítulo XIII la baja de la tasa de ganancia que procede del aumento de la composición orgánica del capital, Marx –se dice—supone que la tasa de plusvalía no aumenta, sino que permanece constante. El procedimiento resulta ilegítimo. En efecto, si para aumentar la productividad del trabajo es necesario aumentar la composición orgánica del capital, es decir, introducir maquinaria nueva y más costosa, también es cierto que se acrecienta la productividad del trabajo, porque este aumenta la tasa de plusvalía. Mientras que los dos fenómenos (aumento de la composición orgánica y aumento de la plusvalía) son los efectos opuestos, pero inseparables, de la acrecentada productividad del trbajo, Marx –se dice—comete el error de separarlos, construyendo el capítulo que trata de “la Ley en cuanto tal” solo sobre la base del primer efecto, y relegando en cambio el otro efecto (el aumento de la tasa de plusvalía) al capítulo dedicado a las contratendencias. Este modo de proceder resulta arbitrario. Así, al tratar separadamente los dos procesos, Marx consigue mostrar el aumento de la composición orgánica, con la consiguiente caída de la tasa de ganancia, como la tendencia fundamental, y el aumento de la tasa de plusvalía, que frena o anula la primera, como la causa secundaria”.
Más drásticamente, Joan Robinson expone: “La ley de Marx consiste simplemente en una tautología: cuando la tasa de plusvalía es constante, la tasa de ganancia cae a medida que el capital por hombre aumenta (…) Eso está en completa contradicción con el resto del argumento de Marx, porque si la tasa de explotación tiende a ser constante, los salarios reales tienden a crecer a la par que se incrementa la productividad, ya que el trabajo recibe una proporción constante de un total creciente”.
Paul Sweezy, menos concluyente, opina que el aumento de la composición orgánica y de la tasa de plusvalía tienen importancia “aproximadamente coordinada”.
Sin embargo Colletti encuentra tales razonamientos infieles al pensamiento de Marx. Este, en primer lugar, no suponía estable la tasa de plusvalía, la cual debía crecer con el aumento de la productividad. Pero el aumento de la plusvalía choca con límites absolutos, cosa que no ocurre con la composición orgánica, por lo cual esta debe prevalecer, a la larga, sobre la tasa de plusvalía, haciendo bajar la tasa de ganancia. Pues la disminución de V, en cuanto expresa una reducción relativa del número de obreros, llega un momento en que no permite aumentar la tasa de plusvalía: “Por ejemplo (…) el plustrabajo o plusvalía de dos obreros, al no poder superar los límites naturales de la jornada laboral, jamás podrá compensar el plustrabajo de cincuenta obreros, aunque sea de una hora cada uno”.
Claudio Napoleoni contesta a esta afirmación de Colletti afirmando la crítica previa: “No resulta difícil ver que esa argumentación de Marx (respecto a los límites absolutos de la plusvalía) no tiene relevancia con respecto al problema discutido (…) Los límites de que habla Marx son límites no al aumento de la tasa de plusvalía, sino solo al aumento de la masa. Para ver qué efecto tiene este hecho sobre la tasa de ganancia, es menester decidir previamente si la misma tasa de ganancia se considera como función de la tasa de plusvalía o como función de la masa de plusvalía (…) En el primer caso, la TG es una función creciente de la Tasa de plusvalía, y decreciente de la Composición orgánica. En este modo de considerar la ganancia, la masa de plusvalía no tiene ninguna influencia directa sobre la tasa de ganancia, sino que actúa sobre esta solo por conducto de la Tasa de plusvalía. Y entonces tiene plena validez el argumento de los críticos (de Marx) (…): así como no existen límites al aumento de plusvalía, siempre es posible compensar con esta los aumentos de la composición orgánica. En el segundo caso, queriendo expresar la tasa de ganancia en función no ya de la tasa de plusvalía, sino de la masa de esta, la misma ganancia se presenta evidentemente como la relación entre plusvalía y capital. Por ende, si se hace desaparecer la tasa de plusvalía, desaparece la composición orgánica del capital, y como ahora la masa de plusvalía reemplaza a la tasa de plusvalía, también el valor absoluto del mismo capital reemplaza ahora a la composición orgánica del capital. Se dirá, pues, que la tasa de ganancia crece cuando crece la plusvalía, y disminuye cuando crece el valor del capital. Ahora bien, la disminución de la cantidad de trabajo ocupada en el sistema, si pone un límite al aumento de la plusvalía (como afirma Marx), también pone un límite al aumento del valor del capital, y ya que entre estos dos límites no se puede deducir a priori cuál tendrá mayor influencia sobre la tasa de ganancia, ni siquiera se puede decir que la TG disminuirá en función de la existencia de límites al aumento de la masa de plusvalía. En suma, comoquiera que se considere la tasa de ganancia, las fuerzas que actúan sobre ella son de tal naturaleza que no se puede decir a priori si tienen primacía las que tienden a hacerla bajar o bien las que tienden a aumentarla”.
Estas observaciones, si el presente estudio es adecuado, se quedan realmente muy cortas.
Pío Moa
http://blogs.libertaddigital.com/presente-y-pasado
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