José Luis Rodríguez Zapatero ha visitado al Papa de Roma sin que haya habido que lamentar ningún percance grave en lo físico. Tan sólo lo estético ha sufrido el tradicional "tantarantán" cuando nuestro presidente viaja al exterior y pretende hacerse el ocurrente, que es casi siempre.
Ese "pronuncia usted muy bien mi idioma" es una invitación a que le respondan "De usted, en cambio, no puedo opinar porque no habla ninguno salvo el materno", pero el Papa es misericordioso y, con gran elegancia, no aprovechó el lance.
Ratzinger-Z ha tenido en cambio la ocasión de sacar el hisopo de las grandes ocasiones y practicarle a Zapatero un exorcismo en la misma sala de audiencias, pero ya se sabe que la diplomacia vaticana es exquisita.
La imagen de Benedicto XVI asperjando abundante agua bendita sobre la cabeza pecadora de ZP, con el Padre Amorth, maestro de exorcistas, a su lado recitando las imprecaciones que exige el rito, hubiera sido una de esas escenas que justifica por sí misma los seis años que llevamos padeciendo al leonés.
Las legiones del averno que tienen poseído al personaje probablemente no hubieran abandonado su cuerpo, porque para casos extremos como el de ZP hace falta gran disciplina y un tratamiento prolongado, pero probablemente hubiera vuelto a España un poco menos alocado de lo que está con esta crisis que él ha convertido en una de las peores recesiones que se recuerdan "en los países de nuestro entorno".
Pero a cambio de esta carencia en efusión espiritual, Zapatero se ha llevado el dudoso premio de aguantar a Berlusconi haciéndole un desplante de los suyos, que es tanto como hacérselo a todos los españoles, incluidos los que hemos tenido el buen gusto de no votar jamás a la izquierda.
La duda, a estas alturas, es si Berluska ha sido así de payaso siempre o el proceso se agudizó con su última operación de estética, porque la anestesia general a veces tiene efectos secundarios que sólo se manifiestan a medio plazo. Hay una tercera posibilidad: Que la personalidad de Zapatero y su peso específico en el orden internacional sean una tentación demasiado poderosa para un humorista vocacional como el primer ministro italiano.
Pablo Molina
http://blogs.libertaddigital.com
Nenhum comentário:
Postar um comentário