quarta-feira, 30 de junho de 2010

Separatistas y separadores / "Nueva historia" (III) Irreligiosidad europea

Separatistas y separadores. Los separatistas siempre han argüido que sus adversarios eran “separadores” por no aceptar sus sucesivas exigencias y chantajes. Una táctica tradicional. Pero hay separadores reales: los que confunden a los catalanes, los vascos o los gallegos con los separatistas catalanes, vascos o gallegos, dando la razón a estos últimos. Los separatistas siempre se proclaman representantes de sus regiones y sus habitantes, y los separadores les dan la razón: “¡Que se separen de una vez!”. Aceptan, claro está, que los habitantes de las regiones candidatas a la secesión siempre se han sentido españoles y la gran masa de ellos siguen sintiéndose tales, a pesar de la masiva propaganda en contra durante muchos años; pero, arguyen: “Sí, pero no protestan por los desmanes de los secesionistas”. ¡Ciertamente este es un gran problema! Un grave problema no solo de esas regiones, sino del conjunto del país, donde la masa no protesta ante los desmanes políticos que sufrimos cada día. Son minorías, élites, las que mueven a la gente, y si la élite que debiera defender y dirigir la defensa de España resulta tan poco tenaz, tan poco valiente y con ideas tan poco claras, la liquidación de España está servida. Liquidación en la que son más eficaces los separadores que los separatistas.

Recordaba hace poco la lamentación de un periódico vasco, a principios de los años 20, por el progreso del PNV, un partido insignificante pocos años atrás: resulta que no había habido nunca una reacción intelectual y política a la propaganda de aquel partido. Y hoy, apenas se ve una reacción apropiada todavía. El PP vasco, por ejemplo, se ha hecho también separatista, de un separatismo blando o blandengue simbolizado en la retirada de la bandera española de su página de Internet. Hace poco fue Paco Caja a Vigo a presentar su libro sobre el racismo catalanista y apenas tuvo audiencia, aunque presentaba un argumentario muy interesante para los partidarios de España. A pesar de que los separatismos vasco y catalán –y cada vez más el gallego, quizá pronto el andaluz—son los problemas más acuciantes que sufre España, no ha habido ningún estudio conjunto de ambos en relación con la evolución política del país, excepto el mío Una historia chocante, que, tras un éxito inicial de difusión, ha pasado sin pena ni gloria, sin influir para nada en cualquier tipo de acción. Lo he resumido mucho, naturalmente, en Nueva historia de España, pero estoy seguro de que a la mayoría le pasará inadvertido. Para resolver un problema conviene enterarse a fondo de él, pero ni siquiera una minoría está dispuesta a hacer ese pequeño esfuerzo. Se prefiere ignorar el asunto y reaccionar con desplantes.

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Cuestiones sobre Nueva historia de España

P. Pero no todo es religión. Observe lo que dice Ratzinger: “Asistimos a un proceso de paganización, sobre todo en las regiones ex comunistas (de Alemania) y en todo el norte del país, mediante el cual el protestantismo se descompone y cede el sitio a un paganismo que ya no necesita atacar a la Iglesia, pues hasta tal punto ha desaparecido la fe que ya no siente necesidad de agredirla. O más aún: “Si bien el cristianismo encontró su forma más eficaz en Europa, por otro lado hay que decir que en Europa se ha desarrollado una cultura que constituye la más radical contradicción posible no solo del cristianismo, sino de las tradiciones religiosas y morales de la humanidad” Esto parece contradecir, por lo menos actualmente, su tesis sobre la religión.

R. Sí, es un fenómeno bastante nuevo. A veces da la impresión de que en Europa se ha llegado a una situación de desaparición de la fe, de la misma necesidad de la fe, aunque yo no lo llamaría paganismo, ya que el paganismo era religioso, muy creyente, también supersticioso, tanto en Grecia como en Roma. Como ello es nuevo, o bastante nuevo, aunque podría recordar a lo ocurrido en diversas etapas del Imperio romano, podríamos preguntarnos si se trata de una consecuencia natural y evolutiva, un producto del desarrollo científico y económico del siglo XX, nunca antes visto en la historia, si se trata, digo, de una tendencia digamos positiva e inevitable, que dejaría atrás, superándolo, el período religioso de la humanidad, o bien estamos ante un síntoma de derrumbe civilizatorio. Lo llamativo del asunto es que parece como si para la gente y las élites las preguntas sobre el destino humano y el sentido de la vida hubieran perdido interés o valor, y solo contara el disfrutar de las ventajas de la vida aquí y ahora. ¿Es eso, como digo, producto de una evolución cultural, que abandona viejas cuestiones por inútiles, o bien es un síntoma de perversión y embrutecimiento social?


No es fácil decidir, a simple vista. Me inclino por lo segundo. Esa actitud ante la vida va unida a fenómenos como la expansión de la droga, el alcoholismo, el fracaso conyugal, que tantos daños y dolores causa, el aborto masivo, etc. Va unida también, en contradicción solo aparente, a sentimientos de solidaridad, de tolerancia, de amor en un sentido general, de juvenilismo, etc., Aunque, examinados de cerca, vemos que esa solidaridad, amor, tolerancia y demás, se prodigan hacia movimientos totalitarios, terroristas, etc. que amenazan nuestra civilización, una civilización cuyas raíces cristianas intentan cortar, al mismo tiempo, con curiosa intolerancia y odio. Véase, por ejemplo, la actitud tan difundida contra Israel, que es solo un ejemplo: se le odia precisamente por todo lo que tiene de cultura y sistema político occidental, europeo. Esa irreligiosidad europea va acompañada también de un hedonismo ramplón y de un arte desgarrado que refleja una sensación de sinsentido o una extremada trivialidad. Y también proliferan las sectas y creencias variopintas que oferan lo que al parecer ya no puede dar el cristianismo. En todo caso, y sea de ello lo que fuere, se trata de un hecho nuevo, o bastante nuevo, que precisa un estudio concreto, pero que no sirve para narrar la historia, pues hasta ahora la religión ha sido siempre el eje inspirador de la cultura.

P. Bien, dejemos el asunto. Usted hace una distinción peculiar entre cultura y civilización.

R. Se trata solo de aclarar en qué sentido empleo esos términos en la Nueva historia. Spengler, por ejemplo,da a esos términos un sentido muy diferente: cultura sería el núcleo creativo y distintivo de una sociedad, mientras que civilización vendría a ser el producto por así decir acartonado y decadente de la cultura. Otros autores dan otros sentidos a esas palabras, yo simplemente he querido explicar qué entiendo por ellas, para evitar confusiones. Lo característico de la sociedad humana, por contraste con las sociedades animales, es la cultura, toda sociedad humana es una cultura, desde que el hombre aparece en la tierra. Pero las civilizaciones son una evolución cultural particular, que empezó, por lo que sabemos, en Mesopotamia y Egipto hace “solo” unos seis mil años.

Dicho esto, el término cultura no acaba de satisfacerme, porque incluye tanto lo que los antropólogos consideran así como lo que otros llaman “alta cultura”, un término que también empleo en libro, para definir las actividades humanas por así decir más creativas y evolutivas: la religión, el arte, la ciencia, el derecho y la moral, la inventiva técnica y esas cosas. Creo que habría que buscar algún vocablo que distinguiese mejor lo que entendemos por cultura y por alta cultura.

P. Parece bastante adecuada su crítica a la división tradicional de la historia en edades antigua, media, moderna y contemporánea, pero al mismo tiempo inútil, ya que usted no varía las fechas o períodos que abarca cada una. Siendo así, ¿qué importa llamarlas de un modo u otro?

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****Rajoy pasa página: "Hay que mirar al futuro, recuperar la concordia" La concordia de los chorizos. Qué sujeto abyecto. Pero la democracia es en gran medida una cuestión de opinión pública. Hoy, los medios masivos de crear tal opinión están en manos de dos partidos mafiosos, y por eso se sienten seguros ante una masa de opinión descontenta, pero dispersa y confusa. La mayoría de esos descontentos ignora lo que cada uno puede hacer. No piensa en ello, piensa o, mejor, especula quejumbrosamente, con “lo que va a pasar”. La pasividad de esta gente es el mayor activo de las mafias partidistas y sindicales. La pasividad y las paranoias, síntoma de impotencia intelectual y práctica. Recordaré que intenté en su momento formar un núcleo de propaganda (pocas personas pueden hacer mucho, si se lo proponen), “Ciudadanos por la Constitución”. Para que todo se diluyera porque los dispuestos a moverse tenían ideas y alternativas disparatadas, y no querían saber nada de la Constitución, como los separatistas o Zapo. Y esto es parte de la situación.

****Ya he dicho que AES y UPyD no son santo de mi devoción, pero al menos podrían moderar o frenar el bipartidismo antiespañol y antidemocrático que padecemos. ¿Qué hacen, que no se les ve por ninguna parte, o solo muy tímidamente, con toda la crisis política y económica en que estamos inmersos? Si alguna vez hubo una gran ocasión, es esta. Pero contra la traición de unos solo asoma la ineptitud de otros.


Pío Moa


http://blogs.libertaddigital.com/presente-y-pasado

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