El régimen de Mao en China fue una de las tragedias más duras de la historia de la humanidad. 1.000 millones de seres humanos siguen privados de libertad. El mantenimiento de esa situación injusta es el principal objetivo de la actual dictadura China. El cruel Partido Comunista Chino ha seguido dos caminos para cubrir esa finalidad. El primero se inició en la década de los ochenta, especialmente cuando el régimen chino tuvo que pedir ayudas a Occidente por una serie de desastres naturales que afectaron sobre todo a la agricultura. En esa época China abandonó las fantasías económicas del criminal Mao y comenzó a participar de la economía del mundo real, la economía capitalista, de progreso esforzado y pragmático. Hoy, en 2008, China es una potencia económica clave en la economía mundial gracias a esa integración en los mecanismos de la globalización y, por supuesto, porque el PC chino sigue esclavizando a sus habitantes.
La integración de China en el comercio mundial es la razón por la que Bush y, por supuesto, Sarkoszy, estarán en la inauguración de la Olimpiada, que es sin duda alguna un espaldarazo moral a la dictadura china, independientemente de que haya algún escándalo de puertas afuera. Digo de puertas afuera, porque por muchas protestas y críticas que se produzcan en Pekín nos enteraremos antes en Madrid que allí; o mejor dicho, nos enteraremos los occidentales porque los chinos jamás llegarán a saber qué ha pasado si es que sucede algo. Cosa que pongo en duda, si tenemos en cuenta que la famosa Carta Olímpica es algo parecido a una "imposición" para que los atletas, deportistas y sus respectivos entornos guarden absoluto silencio ante las injusticias e, incluso, ante todo aquello que no sea comportarse como una máquina sin cerebro ni alma.
"El deportista es sólo deportista", ha dicho la señora De la Vega forzando un poco más el sentido ideológico de la mencionada carta. Callar y competir. A eso queda reducida la actividad del atleta. Actuar, en fin, como un esclavo, o peor, como un animal es todo lo que concede la señora De la Vega a nuestros esforzados representantes españoles en China. La "plática" de la vicepresidenta del Gobierno ha resumido, aunque quizá muy a su pesar, el segundo camino que la dictadura China ha recorrido, desde la muerte de Mao hasta hoy, para que más de mil millones de seres humanos vivan sin libertades. He ahí compendiada la Doctrina china, que todavía fascina a muchas conciencias, sobre todo a los intelectuales de la clase media y a sus elites socialistas españolas. He ahí sintetizada la Doctrina del PC chino, esa amalgama contradictoria de sandeces comunistas y estupideces del romanticismo criminal de Mao, para que las posibles libertades que hubieran llegado al mundo de la economía no se extiendan a los ámbitos sociales y políticos.
La ideología, la terrible ideología, en fin, la Doctrina sigue desempeñando en el régimen Chino, como en el español, una función psicológica clave para su mantenimiento. Esa Doctrina se alimenta continuamente de cualquier cosa, por ejemplo, corrupción del movimiento olímpico, falta de moralidad de los líderes occidentales, intereses comerciales de algunos países del mundo libre con China, seducción de periodistas ante la monumentalidad de la actual olimpiada... Y, sobre todo, palabras, palabras y más palabras para crear una gran mentira, que quizá se llame futuro o cumplimento de los derechos humanos, pero con una función psicológica determinante mil veces descritas y otras mil veces olvidadas. Las mentiras tienen que ofrecer consuelo, casi una venganza imaginaria, contra una realidad terrible e insoportable. La Olimpiada de Pekín es la compensación para que millones de seres humanos olviden que viven sin libertad.
Por eso, sólo por eso, antes de inaugurarse la Olimpiada de Pekín en 2008, la dictadura China ha vuelto a ganar al mundo occidental. La dictadura ha vuelto a ganar a la libertad.
Agapito Maestre
Catedrático de Filosofía Política en la Universidad Complutense de Madrid
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