domingo, 10 de agosto de 2008

Pekín

Los cursis lo llaman ahora Beijing. Son los mismos que a Mao-Tse-Tung le dicen Mao-Dze-Dong. Unos papanatas. Pekín es la actualidad. Los Juegos Olímpicos han principiado de forma prodigiosa, con una ceremonia de inauguración que sólo se puede dar en una nación comunista. Allí no se contrata. Se ordena. Decenas de miles de chinos, perfectamente sincronizados y en un escenario de ensueño asombraron al mundo con un espectáculo inolvidable. Una lástima que el atleta saltarín y volador que llevaba la antorcha no se diera un costalazo. Me invade el alipori cuando se enciende el pebetero, pero mejor dejarlo así. Y me gustó la falta de disciplina de la delegación de España durante el desfile. Somos libres y disciplinados en los países democráticos, y gamberros en las tiranías. No había visto nunca a los olímpicos españoles hacer un desfile tan cachondo. Se dice que España ha llevado a Pekín el mejor equipo olímpico de la historia, y eso está por ver, que ojalá lo veamos. Pero lo que sí ha llevado es al equipo más desinhibido de cuantos nos han representado a lo largo y ancho del universo olímpico. Entre ellos, Rafa Nadal, que desfiló como si en cada metro cumplido hubiese ganado una bola de partido a Roger Federer.

China es un misterio y un enigma. También una barbaridad. Una cárcel inmensa, inabarcable, que despierta lentamente hacia la modernidad y experimenta en zonas acotadas ligeras libertades. El mercado más interesante del mundo, y al mismo tiempo, la nación que puede terminar con el mercado en el resto de ese mundo. Nunca se sabe lo que se mueve detrás de la sonrisa de un chino. Para mí, que un cierto desprecio hacia los que no son como ellos. En China se ha inventado casi todo, menos la comodidad y la vida razonable. La poesía china es un laberinto de bellezas vivas y metáforas curvadas. El único autor español que se atrevió a escribir como un chino fue Agustín de Foxá, en su estupenda tragedia «Cui-Pin-Sing». Decía su hermano Ignacio, que hasta un año después de su estreno, Agustín de Foxá no recuperó su personalidad. «Le preguntabas si le dolía el estómago y te respondía que las garzas sobrevolaban pagodas y campos de almendros florecidos». Anson se sabe de memoria la mejor Poesía china, y no oculta su sabiduría. Pero los occidentales tenemos mucho tiempo por delante para empezar a comprender a ese pueblo, sabio, antiguo, trabajador, sometido y en muchas ocasiones, cruel.

Perro no come perro, pero chino si come a chino, y está demostrado. Pekín, su capital, tumba de la libertad, será durante un mes el falso espejo de la opulencia y la grandeza de una nación que no ha creído nunca en el hombre como ser libre. Para millones de chinos, la libertad es una frivolidad de esos humanos débiles y pálidos que se conocen como «blancos». Pero en las Universidades, esas debilidades empiezan a tomar fuerza, y la economía manda. Cuando los chinos sean libres a pesar de ellos, no temblará el mundo, como anunció Napoleón. El mundo será de China. Entretanto, poco a poco van adaptándose a lo que su Historia rechaza, y bueno es demostrarles que existe en el hombre una sensación nueva y desconocida para ellos. La alegría. Un chino alegre es como un pato con pelos. Grandiosidad aparte, lo que más me gustó de la inauguración de la Olimpiada de Pekín fue la alegría indisciplinada de los españoles. Una Olimpiada, incluso en China, es siempre una fiesta.

Alfonso Ussía

Nenhum comentário:

 
Locations of visitors to this page