Hoy domingo se celebran, a las 12 en Madrid y a las 12:30 en Barcelona, sendas manifestaciones a favor de la libertad y la democracia en Cuba, una nación que sufre desde hace 50 años una dictadura que ha convertido un país próspero y con excelentes expectativas de futuro en un amasijo de escombros, o como dice Vladimiro Roca, líder del Partido Socialdemócrata de Cuba, "una ciudad bombardeada".
Ninguna de las promesas que Fidel Castro hizo a su pueblo se ha cumplido. La población cubana es hoy no sólo menos libre y más pobre que entonces, sino además más inculta e incluso menos sana, sobre todo si la comparamos con los países cuyos niveles de desarrollo allá por 1959 eran similares al de Cuba. A lo anterior hay que añadir el racismo, el machismo y la homofobia institucionalizados y la persecución religiosa, lacras que han sumido al país en un atraso social y una degradación moral sin precedentes. La engañosa prosperidad de los año 70 y 80 del siglo pasado fue un espejismo creado por los subsidios soviéticos, puntualmente pagados con la vida de los miles de cubanos que Fidel Castro envió a los mataderos de Angola, Zaire y Etiopía.
Lavado de dinero, tráfico de drogas, prostitución generalizada e involuntaria, exportación masiva de represores a Venezuela, Bolivia y Ecuador y oscuros tratos con otras dictaduras son los medios que la familia Castro usa para perpetuarse en el poder a costa de un pueblo extenuado, buena parte del cual sobrevive gracias a lo que en ese doble lenguaje que imponen las dictaduras denominan FE: Familia en el Extranjero. La desaparición de las infraestructuras de transporte, el desempleo, la proliferación de asentamientos chabolistas, el desmoronamiento de escuelas y hospitales, el aumento espectacular de la población carcelaria y las cientos de miles de peticiones de emigración configuran un paisaje devastador que por desgracia buena parte de la izquierda española contempla con una mezcla de impasibilidad y complacencia.
A pesar del estrepitoso fracaso del socialismo cubano, no faltan los políticos que a día de hoy lo siguen apoyando y justificando. El castrismo es un ejemplo para formaciones políticas como el Partido Comunista de España y la coalición Izquierda Unida, cuyos líderes alaban la tiranía cubana siempre que tienen ocasión. Asimismo, un importante número de intelectuales y artistas occidentales continúan transmitiendo una imagen falsa del régimen mientras peregrinan a la isla para participar en sus certámenes culturales y rendir culto a asesinos en serie como Ernesto "Che" Guevara. Ante las mentiras sobre la presunta bondad de la dictadura cubana, Elizardo Sánchez, presidente de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, lamenta las cosas que se oyen desde Europa, "sobre todo desde España, sobre el cambio en Cuba", y pide al Gobierno que no se deje engañar por Raúl Castro.
Sin embargo, no parece que estos llamados vayan a ser escuchados por quienes el sábado asistieron a las manifestaciones a favor de Fidel Castro organizadas en diversos puntos de la geografía española bajo el lema "Cuba, no estás sola". Estas personas son buenos ejemplos de los denominados e-revolucionarios por nuestro colaborador Antonio José Chinchetru, ciegos voluntarios cuya actitud "totalmente racista y supremacista" los lleva a pensar que "el cubano, por el mero hecho de serlo, no tiene los mismos derechos que reclaman para ellos como europeos". De forma similar se expresa Oswaldo Payá, del Movimiento Cristiano de Liberación, quien denuncia la postura reaccionaria de los que piensan que "el pueblo de Cuba eligió vivir sin derechos". O como acusa Zoé Valdés, encargada de leer el manifiesto de la manifestación en Madrid, en su último libro, "los fascistas son ellos, que apoyan las condenas a poetas y escritores y aplauden el fusilamiento a jóvenes negros".
Así pues, lejos de ser un acto hostil a Cuba, las manifestaciones del domingo constituyen un reclamo de vida, que como señaló Reinaldo Arenas es el peor enemigo de cualquier régimen dogmático. A nigún demócrata le debería resultad indiferente el sufrimiento de esos 11 millones de seres humanos, como recuerda Víctor Llano. Desde Libertad Digital nos sumamos a los deseos de paz y libertad para todos los cubanos y exigimos al Gobierno de España que ponga fin a la política de comprensión hacia el castrismo. A menudo, la indiferencia es el mayor cómplice de la injusticia.
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