domingo, 1 de fevereiro de 2009

"Con los cubanos, no con Cuba"

Banderas rojas con la hoz y el martillo, retratos de Fidel Castro y de Lenin, la célebre estampa del Ché Guevara multiplicada por cien, y pancartas a favor de la "revolución" cubana y "por el socialismo". No, no es una pesadilla ambientada en los ´80, es el resumen de la manifestación que tuvo lugar ayer mismo por las calles de Madrid. Miles de personas que, al parecer, no tenían otra cosa mejor que hacer en una tarde de sábado que rendir tributo a la ideología más asesina que la mente humana haya podido alumbrar, y al régimen político más corrupto y genocida que han conocido las páginas de la Historia. Cada uno se entretiene como quiere, eso sí.

El caso es que estas cosas nunca han tenido mucha gracia, pero mientras hace veinte años eran una broma de mal gusto, hoy vienen a ser una patada en el bajo vientre de cualquiera que tenga dos dedos de frente (pareado incluido). Porque sólo desde la ignorancia más cerril, desde la obcecación que provoca la ideología totalitaria o desde la enajenación mental (transitoria o perpetua) se puede justificar, apoyar o defender una cosa tan triste y nociva como el comunismo. Y si, además, se respalda una dictadura atroz y sanguinaria como la del tirano del Caribe, la ensalada de despropósitos es difícilmente superable.

Sólo el pueblo cubano, casi eterno sufridor de la barbarie y la impiedad del viejo dictador, merece la generosidad y el apoyo de los españoles. Esas generaciones que no han conocido otra cosa que miseria y decrepitud, hambre y calamidades, los peores vicios al lado de la más brutal represión, una corrupción política y social sin parangón en todo el planeta. Esas personas que nacieron en el sitio equivocado y en el momento erróneo, que no han podido tener un hogar, una familia, una educación normal, una existencia digna, por culpa de este individuo. Pero no. La progresía española sabe bien por quién se manifiesta: nunca por los verdaderamente oprimidos; siempre por los caciques marxistas y las "dictaduras del proletariado".

Uno se pregunta: ¿cuántos de los manifestantes de ayer se consideran demócratas?, ¿cuántos de ellos son conscientes de que la de Cuba es una de las más repugantes tiranías que en el mundo han sido? ¿Cuántos de esos hombres y mujeres tienen cerebro?, ¿cuántos de ellos están dispuestos a anular su capacidad de raciocinio por una ideología, por una consigna, por un slogan? No cabe duda: si el siglo XIX fue el del asentamiento y desarrollo del racionalismo, el XX, con sus nefastas ideologías, ha sido (más que el del ocaso de las religiones monoteístas) el del eclipse de la razón. Y las consecuencias no dejamos de pagarlas cada día.

Por suerte, hoy en la Puerta del Sol se dan cita también miles de personas, aunque esta vez con un mensaje bien distinto: el rechazo frontal, completo, a los hermanos Castro y a su contumaz empeño en hacer pervivir un gobierno que, en su putrefacción interna, sólo puede dar ya más problemas aún de los que ha dado. El deseo de que ese negro episodio de la Historia Universal quede cerrado para siempre cuando "el comandante" pase a mejor vida. La esperanza de que el pueblo cubano encuentre la forma de tener un futuro en paz y en Gracia de Dios.

Editorial

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