"Socialismo para los cubanos y libertad para mí" es su divisa.
La izquierda selecciona cuidadosamente las causas a las que presta su apoyo, lo que no impide que, cuando se pone a denunciar, acuse de los más graves pecados sectarios a los que no se suman a sus algaradas. Ya vimos el calificativo que merecían a una escritora señera todos aquellos que no acudimos a gritar asesino a Aznar, un exabrupto zafio que retrata muy bien la tolerancia que suele utilizar la izquierda en sus debates filosóficos.
Pero a pesar de la farfolla argumental con que adorna su discurso, la izquierda no se ha manifestado jamás contra la injusticia, la opresión o la tiranía como fenómenos intrínsecamente nocivos para la convivencia. Lo ha hecho, lo hace y lo hará, únicamente, si los autores de la villanía están incluidos en su catálogo particular de enemigos de la humanidad, a saber: el capitalismo, Norteamérica o Israel. Fuera de este trinomio el progresismo no se considera interpelado a pronunciarse.
En el caso concreto de la dictadura cubana, los progres no sólo no protestan contra la vileza de un régimen que mantiene en la miseria a todo un país y a miles de ciudadanos sufriendo tortura y cárcel por manifestar sus discrepancias contra el partido comunista, sino que les parece muy bien este estado de cosas a juzgar por el entusiasmo con que tratan la figura de Fidel Castro. Hombre, a veces introducen algún matiz en sus felaciones intelectuales pidiendo un poquito de democracia y tal, pero el último documento del expediente es una condena absoluta a los Estados Unidos de Norteamérica como causantes de la miseria cubana. Es decir, que los cientos de presos políticos de la isla por el hecho de tener un fax clandestino lo son por culpa de Bush, y si usted opina algo distinto es porque es un fanático protofascista intoxicado por los medios de la derecha.
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