segunda-feira, 19 de janeiro de 2009

"Obama y Europa"

Según parece, el discurso de investidura de Barack Obama, que tendrá lugar el martes en Estados Unidos estará basado en uno de los párrafos que pronunció Abraham Lincoln, en su nombramiento como presidente norteamericano, el 19 de noviembre de 1863. En él, aludiendo a los caídos en la batalla de Gettysburg, Lincoln aludió al renacimiento de la libertad, en recuerdo de "la gran tarea por la que se honra a los fallecidos, devotos de la causa a la que dieron la mayor expresión de su devoción, y por la que se resuelve que sus muertes no serán en vano, para que la nación, con la ayuda de Dios, inicie el renacimiento de la libertad y para que el Gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo no desaparezca de la faz de la tierra".

Si es verdad que Obama repite esas palabras, o al menos las defiende, habrá que concluir que esa versión políticamente correcta según la cual el primer presidente negro de la historia de Estados Unidos es, además, una mezcla explosiva de Zapatero, Pepiño Blanco, Pilar Bardem y María Antonia Iglesias, todo bien mezclado como en un cocktail, es, como poco, una sandez. Una falacia indecente que algunos millones de incautos, en España y en América del Norte, se han creído, bien por interés, bien por ignorancia.

Porque, vamos a ver: ¿qué político español de nuestros días, o de años anteriores, usaría en un mismo discurso las palabras “nación”, “Dios”, “pueblo” y “libertad”, en medio de un glorioso elogio a los soldados muertos en una guerra? Desde luego, no Zapatero ni Pepiño. Tampoco ningún otro miembro del PSOE, ni del PP. Luego, ¿es Obama tan de izquierdas como le parece a la izquierda política y sociológica de España y alrededores? Pues parece evidente que no. Podrá ser liberal y progresista, pero desde luego tiene muy claro el concepto de patria y no duda en hablar de Dios sin por ello pensar (como algunos descerebrados europeos) que eso le convierte en un bicho raro o en un monje.

Al final, se descubre que no hay realmente tantas diferencias ideológicas entre líderes internacionales, sino políticos con principios y sin principios, políticos patriotas y políticos traidores a sus raíces. Hay políticos que son conscientes de su responsabilidad ante Dios y ante la Historia, y que por tanto procuran hacer las cosas de acuerdo al Bien Común, y hay aficionados a la política que, subidos en la poltrona, consideran que jamás se han visto ni se verán en otra igual, y procuran llevarse a casa todo lo que pueden, aunque sea a costa de tener al pueblo abandonado, engañado y cabreado.

Europa, esquilmada por los prohombres de la socialdemocracia, afronta desde el relativismo moral un futuro de ciudadanos apátridas cuya mayor aspiración en la vida es tener el mando a distancia de la tele lo más cerca posible. Estados Unidos, cuna de muchos vicios y errores de la Humanidad, conserva una ciudadanía que se lleva la mano al pecho cuando escucha el himno de su país, y una clase política que, sea de tinte demócrata o republicano, ha comprendido que su única razón de ser es el servicio a su patria. A veces, incluso, escuchando los consejos de Dios.

Editorial YA

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