sexta-feira, 23 de janeiro de 2009

Un equívoco histórico muy común

Contra lo que suele decirse, los Aliados occidentales (fundamentalmente los anglosajones) no lucharon en la II Guerra Mundial contra el nazismo, sino contra el expansionismo alemán. Ciertamente las dos cosas fueron aparejadas, pero no deben confundirse. Durante años, los posteriores Aliados no pusieron demasiadas objeciones a aquel totalitarismo, pues lo consideraban un valladar frente a un totalitarismo que juzgaban peor, el soviético. Y tenían bastante razón, por cuanto este último no cesaba de impulsar la revolución por todo el mundo y ya acumulaba montañas de cadáveres, mientras que el nazi todavía distaba mucho de cometer los crímenes masivos de la guerra mundial. Además, Hitler se había ganado a la mayoría de los alemanes acabando con el paro, con la sensación de ser un pueblo apestado, etc., y el propio Churchill llegó a expresar cierta admiración por él.

Los Aliados, en aquel momento Francia e Inglaterra, declararon la guerra a Alemania porque su ataque a Polonia rompía definitivamente el equilibrio europeo salido de la I Guerra Mundial; en cambio siguieron en paz con la URSS, que agredió igualmente a Polonia y se quedó con más de la mitad de ella, aparte de suministrar a Alemania materias primas esenciales para la guerra, rompiendo el bloqueo que intentaban imponerle las democracias; y poco después atacó los Países Bálticos, a Finlandia y a Rumania, sin que tampoco le fuese declarada la guerra (en el caso de Finlandia sí estuvieron a punto de declararla Francia e Inglaterra, lo que habría cambiado por completo la historia posterior).

Ni siquiera en el curso de la guerra mundial lucharon los Aliados occidentales ante todo contra el nazismo, sino por intereses nacionales, como demuestra su pasividad ante el Holocausto, denunciada por varios líderes hebreos (he citado aquí a Menájem Beguin y a Ariel Sharon) o su negativa a salvar la vida de un millón de judíos a cambio de unos miles de camiones. Lo revela también el hecho de que su no beligerancia hacia Stalin se transformase en abierta alianza con él. No digo que esa alianza no estuviera justificada por razones estratégicas (después de todo la URSS terminó salvando a los occidentales en mucha mayor medida que estos a la URSS); pero ahí no hubo la menor oposición al totalitarismo y a sus crímenes, desde luego. En todo caso, como consecuencia –probablemente ineludible– de esa alianza, media Europa pasó a ser "liberada" por Stalin.

En cuanto a España, Franco simpatizaba con Hitler, que le había ayudado a librar al país de la revolución, pero no se identificaba con él, y menos con su ideología, ni unió su destino a Alemania; y su neutralidad o no beligerancia contribuyó de modo muy importante a la victoria de los Aliados, deuda impagable que estos contrajeron con Franco, y que tan mal le pagarían, en parte por efecto de su alianza con Stalin.

Es curioso el odio a España que albergan algunos, que les lleva a atacar a su propio país por no haber hecho lo suficiente, aseguran "contra el monstruo del nazismo". ¡Ellos sí que habrían hecho lo inverosímil! Le llaman ética.

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**** En el discurso de Obama hay un factor muy interesante: su llamamiento a movilizar toda la fibra moral de la nación, ¿es simple retórica grandilocuente o responde realmente a una situación crítica? ¿Es la crisis tan profunda y de futuro tan alarmante que exige poner en tensión todas las fuerzas morales del país? Si se trata de esto último, podemos ver la enorme distancia entre Obama y un memo como Zapo.


Pío Moa
http://blogs.libertaddigital.com/presente-y-pasado/

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