sábado, 17 de janeiro de 2009

«Quiere a todo el mundo. Yo le digo «Antonio, eres un extraterrestre»»

Para memoria, la suya y la del diario que escribe desde hace 50 años y del que querría hacer un «bestseller». Pero no puede. Mingote le roba todo el tiempo. Por eso, tras tanto elogio al artista es hora de hablar de sus peguitas.

-¿Cómo se puede vivir 43 años con un señor del que hasta su asistenta dice que no se le ocurre nada?

-Carmen vive con nosotros desde hace 36 años y es como de la familia. Le quiere mucho, le admira... Pero también le dice que se lo va a comer vivo, y eso todos los días. Ha estado enfermo y Carmen le ponía la medicina con la comida, se lo advertía, la sacaba de la cajita y Antonio acababa de comer ¡y ahí se quedaban las pastillas! Y no es de ahora. Un día, cuando empecé a salir con él y nos llamábamos a cada ratito, me dice «qué calor hace», «hombre, sí, empieza el calor, pero vamos...», «¡no puedo más!», y como se quejaba tanto le pregunté qué llevaba puesto y dijo «la bata de cuadritos». «¡Una bata gorda del Pirineo! ¡Pues quítatela!». «Qué idea». Y se quitó la bata y se puso tan contento. Es un genio, pero en el día a día...

-Pero ¿qué le vio usted? Sus padres se disgustarían, claro.

-Le vi el ser más admirable del universo porque admite la crítica sin rechistar. Pero si el día que Carmen y yo le regañamos porque lo había manchado todo, el pobre escribió eso de «¿para qué sirvo yo?» y nos pusimos las dos casi a llorar... ¿Tú crees que hay otro en el mundo tan inteligente, tan listo y tan poco vanidoso que le pongas verde y lo admita?

-Edgar Neville, del que era su secretaria, les unió. ¿Es verdad que se lo pasaba tan bien que en diez años no tomó vacaciones?

-Edgar, Mihura, Tono... Qué sentido del humor. El primer sitio donde Ava Gardner comió en España fue en casa de Neville; también George Cukor, todos... En mi casa estaban indignados y decían que me explotaba. Tenía 35 años y todas mis amigas estaban casadas. Me advertían: «A ti lo de estar con el conde -Edgar era conde de Berlanga del Duero- te a va costar quedarte soltera». Ya ves... Edgar adoraba a Antonio y no se me ocurrió que me iba a enamorar, porque yo ya tenía mi vida hecha, pero me fui a trabajar con él de secretaria y el trabajo duró una semana porque nos enamoramos. Tengo un carácter dominante y no sería fácil que pudiera vivir con otra persona: Antonio es el hombre más fácil del mundo, con esos defectos de los que hablamos, claro.
-Volvamos entonces a su suplicio. Dice don Antonio que no sabe administrar el dinero y que sin usted ahora estaría debajo de un puente con los codos rotos...

-Es verdad. Cuando empecé con Antonio, en la Navidad del 66, tenía cartas sin abrir desde el 55. Un día abro un cajón y veo un sobre con 50.000 pesetas, y en el banco números rojos. Cuando era militar tenía un sueldo de 333,33 pesetas y se lo daba al asistente para pagar los cafés. Los amigos le gorroneaban. Y cuando el asistente le decía «no hay dinero, mi capitán», Antonio respondía «pues ya no tomo café». No sabe lo que es un euro, ni le importa. No tiene necesidades, de verdad.

-Por lo visto tampoco sabe cortarse las uñas de los pies, ni buscar un médico... Dios mío, ¡la tendrá todo el día enredada!

-Todo el día. Confieso que si salgo una tarde es porque está la buena de Carmen.

-Y encima dice que quiere «incluso a quienes ridiculizo». ¿Para provocarla celos?

-Es verdad, quiere a todo el mundo. Es imposible hacer que odie a nadie: se le olvida. No le importa. A veces le digo: «Eres un extraterrestre».

-Al menos le hará reír.

-Sí, sí. Sus ocurrencias son únicas.

-Sepa que no me creo nada de lo malo que me ha dicho de don Antonio. ¡Pero si hasta sus amigos tienen que inventarle defectos!

-Es un ser extraordinario, pero le aseguro que en la convivencia... Esos defectos en un hombre normal no se aguantan.

-Pues dé gracias porque está en activo, ¡no sabe lo que es un jubilado en casa!

-Mis amigas están todas a punto de separarse. El de una de ellas no nos deja ni hablar por teléfono, se pone al lado, se mete... Sí, un jubilado en casa es un horror.

-La veo un poco mingotizada.

-Totalmente. Desde el momento en que entendí la suerte que tenía de convivir con un ser tan especial del que me había enamorado y decidí dedicarle mi vida.

Viginia Ródenas

www.abc.es

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