quinta-feira, 22 de janeiro de 2009

¿Qué pensará Bin Laden?

Que Osama Bin Laden ha visto en directo cómo Barack Obama juraba sobre la Biblia, no me cabe la mínima duda. Los facinerosos islámicos están a la última en lo que a nuevas tecnologías se refiere y probablemente, en su cómoda guarida, tanto si se esconde en una cueva de las montañas de Afganistán o en un lujoso chalet de Peshawar, el jefe de Al Qaida cuenta con acceso a la CNN y buena conexión a internet.
Estoy también convencido de que el discurso del nuevo presidente de Estados Unidos, le ha sentado como un tiro en la ingle.
Los malos no se suelen llamar a engaño. Odian a Occidente con todo lo que representa, especialmente la libertad, y les importa un comino que el objeto de sus rencores tenga la piel blanca, negra o café con leche.
Los fanáticos de Alá son voraces consumidores de televisión por satélite y no se puede descartar que el aluvión de comentarios elogiosos que la progresía mundial ha dedicado a Barack Obama durante los pasados meses haya hecho creer a los malvados que llegaba a la Casa Blanca un dulce partidario de la Alianza de Civilizaciones.
Craso error. Basta un rápido repaso al discurso pronunciado este martes por Obama en las escalinatas del Capitolio para llegar a la conclusión de que no se abre ante los de Al Qaida un horizonte luminoso.
Una sociedad democrática no puede plegarse a la extorsión de los terroristas. Debe mantenerse fiel a los principios, so pena de envilecerse. En la práctica, sin embargo, no es infrecuente que políticos de distinta ralea busquen atajos, vericuetos y componendas. Eso sí: después de enarbolar con solemnidad palabras huecas y alegar que se trata de «buscar la paz».
Obama ha dejado claro que no está en esa línea. Va a cerrar la cárcel de Guantánamo, pero ha subrayado que EE.UU. está en guerra contra una red de violencia y odio de largo alcance, que no van a pedir disculpas por su forma de vida, que no vacilará a la hora de defenderla y que está dispuesto a aguantar. El mensaje es inequívoco.
Si yo fuera Bin Laden me preocuparía.
Alfonso Rojo
www.abc.es

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