domingo, 25 de janeiro de 2009

«Cuore»

La capacidad de ZP a la hora de apropiarse de lo que no es suyo y darle un uso perverso resulta verdaderamente prodigiosa. No hablo solamente del dinero de nuestros impuestos que luego se dedica a financiar a ayuntamientos de ETA, embajadas de Cataluña en el extranjero o el voto cautivo en Andalucía. Me refiero también a la forma en que pretende vampirizar a personajes o ideas. Por ejemplo, ZP anda empeñado en presentar a Obama como una versión morena de sí mismo, quizá porque como no sabe inglés no captó en el discurso de toma de posesión del presidente norteamericano las repetidas referencias a Dios, a la Biblia o a la Historia común americana incluida la guerra civil. ¡A ZP me gustaría a mí ver mencionando la batalla de Belchite elogiando a los dos bandos! En el terreno de las ideas, ZP, aparte de banderas propias como la esperpéntica «alianza de civilizaciones», se aferra a palabras-fetiche del tipo «laicismo».

Durante las últimas semanas, volví a releer el libro por antonomasia de la educación laica durante el siglo XIX y buena parte del XX. Adelanto que era la obra preferida del general De Gaulle y que incluso en la España de Franco, quizá como consecuencia del impulso de décadas, se leyó considerablemente. Me refiero a «Cuore» (Corazón) del italiano Edmundo de Amicis. Concebido como el diario de un niño de unos once-doce años, «Cuore» pretendía señalar los valores que debía seguir una educación laica y no católica en la Italia posterior a la Reunificación. ¿Cuáles eran esos valores? En primer lugar, el amor a la patria común, la nación italiana. Amicis -que comenzaba el libro señalando cómo un niño calabrés llegaba a Turín y el profesor lo presentaba a sus compañeros de clase como un italiano más- fue sembrando a lo largo del texto relatos cuyos héroes eran florentinos, sardos o romanos, pero sobre todo ciudadanos de Italia. A continuación, Amicis otorgaba un extraordinario valor a la familia, una familia tradicional con un padre claramente autoritario, aunque cercano, y una mamma ocupada del bienestar de sus hijos que obedecían, puntual y escrupulosamente a sus progenitores. Finalmente, al altar sagrado de la patria y de la familia, Amicis sumaba una serie de valores como el esfuerzo, el trabajo o el ahorro y condenaba la falta de respeto hacia los profesores o la haraganería. No mencionaba Amicis las creencias religiosas -que, por otro lado, en ningún momento censuraba o atacaba- pero era lógico dado que la suya era una visión laica y que incluso hubo una época en que se declaró socialista.

Releído «Cuore», ¿puede alguien decirme que tiene que ver con una Educación para la Ciudadanía que tiene entre sus textos recomendados un tebeo porno titulado «Alí Babá y los cuarenta maricones»; que se empeña en que el matrimonio entre homosexuales es un logro del progreso; que insiste en integrar un pensamiento rancio en las mentes de los niños y que arremete precisamente contra todo lo defendido por Amicis? Absolutamente nada. Pero es que ZP no es partidario del pensamiento laico, sino, como tantos otros, de un amasijo heteróclito de disparates que, llevados a la práctica, constituyen la sentencia de muerte de una sociedad. Afortunadamente para ZP, Amicis nunca lo conoció. De haberlo hecho, el italiano le hubiera estado dando de patadas de los Apeninos a los Andes.

César Vidal
www.larazon.es

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