Ahora que tanto se habla de la unidad de los cristianos o del diálogo entre las religiones, unidad y diálogo que ocupan la centralidad del pontificado de Benedicto XVI, esos encuentros tan trascendentales nos debe llevar a la reflexión sobre Dios, su sagrado misterio, la palabra, y la verdad, en suma.
En estos tiempos obscuros de ateísmo de autobús, de moral de revista y de sociologismo rampante, pensar en Dios y reflexionar sobre el papel positivo de la religión, nos puede ayudar, sin duda, a elegir los caminos más transitables para épocas de crisis. Porque, no nos engañemos, es mucho más grave la crisis moral de nuestro tiempo que la económica, pues cuando ésta segunda se produce, si no estamos armados moralmente, corremos el peligro de quedarnos sin nada.
En estos tiempos obscuros de ateísmo de autobús, de moral de revista y de sociologismo rampante, pensar en Dios y reflexionar sobre el papel positivo de la religión, nos puede ayudar, sin duda, a elegir los caminos más transitables para épocas de crisis. Porque, no nos engañemos, es mucho más grave la crisis moral de nuestro tiempo que la económica, pues cuando ésta segunda se produce, si no estamos armados moralmente, corremos el peligro de quedarnos sin nada.
Dijo un exultante Zapatero que Obama era un socialdemócrata puro. Veamos cuál es la percepción de Dios de ese «socialdemócrata puro» en el que nuestro paradójico presidente pretende mirarse. «Éste es el precio y la promesa de la ciudadanía. Ésta es la fuente de nuestra confianza, el saber que Dios nos insta a darle forma a un destino incierto. Éste es el significado de nuestra libertad y de nuestro credo, el motivo por el que hombres, mujeres y niños de todas las razas y creencias pueden unirse en una celebración a lo largo de ésta magnífica explanada...» Y acabó su discurso inaugural rogando a Dios que bendijera a América. Si un presidente se pronunciase así en España, el griterío imposibilitaría que finalaizase el discurso.
L apelación a Dios no es una invocación retórica que se dice por pura tradición. No. Invocar el nombre de Dios no se hace en vano ni es un ejercicio de cinismo que los presidentes americanos utilizan por respeto a los padres fundadores. No. Se invoca el nombre de Dios y se solicita humildemente su protección, porque es tan abrumador el peso de la responsabilidad que cae sobre quien rige los destinos de una Nación que excede en mucho el marco humano de la legitimación democrática. Cristianos, musulmanes, judíos, y cualquier otro creyente, nos sentimos reconocidos en ese discurso del 44 presidente de Estados Unidos. El nombre de Dios es de todos.
Jorge Trías Sagnier
www. jorgetriassagnier.com
Nenhum comentário:
Postar um comentário