Cuando el etarra De Juana en Irlanda y los socialistas en Madrid salen a la calle, el mismo día y con los mismos eslóganes, en defensa del pueblo palestino, ¿saben en realidad de lo que hablan? ¿A qué palestinos quieren defender, a los terroristas de Hamás instalados en la Franja de Gaza, de la que han hecho su propio estado: Hamastán, o a los seguidores de la Autoridad Palestina que representa Mahmud Abbás, alias Abu Mazen, espectadores tranquilos de la intervención israelí desde su santuario de Cisjordania?
La operación militar contra Hamás en Gaza se suele representar en los medios occidentales –y árabes– como una agresión israelí contra el pueblo palestino. Pero si así fuera, ¿cómo explicar que sólo se desarrolle en la Franja y no también en Cisjordania, base del gobierno de la Autoridad Palestina? ¿Por qué no se produce un asalto contra los dos territorios? Si lo que pretendiera Israel fuera lo que le atribuyen sus enemigos: el genocidio de los palestinos, lo lógico sería que atacara ambos.
El otro día el Jerusalem Post publicaba un texto del periodista árabe Khaled Abu Toameh en el que se denunciaba la muerte, más bien asesinato, de 35 palestinos en la ciudad de Gaza. Si los responsables de la masacre hubieran sido los soldados de las IDF, la noticia habría sido recogida en las primeras páginas de toda la prensa biempensante; pero como los asesinos eran milicianos de Hamás y los muertos de Al Fatah, nadie de nuestro entorno (salvo el GEES) se hizo eco de la misma. Y es que para los progres Israel es siempre el ogro que abatir y los palestinos, algo que hace tiempo dejaron de ser: un pueblo unido. Entre la Gaza de Hamás y la Cisjordania de Fatah hay más diferencias que similitudes, por mucho que les cueste reconocerlo.
Para entender ese proceso, si se quiere novedoso, de dos territorios palestinos bien diferenciados y con muy pocas perspectivas de acercarse el uno al otro en el futuro, nada mejor que este nuevo libro de Jonathan Schanzer, un especialista reconocido en terrorismo islámico y en Hamás. Su anterior título, Al-Qaeda's Armies (Los ejércitos de Al Qaeda), era una buena descripción de los grupos afiliados a la organización de Bin Laden en el Oriente Medio y un intento de prospectiva de lo que podría ser la nueva generación del terror en la zona. Esta obra, en cambio, está dedicada a la crisis provocada por el ascenso de Hamás, una fuerza palestina islamista no nacionalista, en el propio pueblo palestino.
Posiblemente pocas cosas puedan cambiar más las perspectivas de un acuerdo entre Israel y los palestinos que la transformación de la llamada causa palestina, originalmente un movimiento nacionalista cuyo objetivo esencial era la creación de un estado palestino. Con Hamás, esa causa nacionalista está dominada por y sometida a los designios del islamismo radical.
Hamás no aspira a lo que aspira Fatah, es decir, a un acuerdo con Israel para poner en práctica la solución de los dos estados, Israel y Palestina conviviendo en paz el uno junto al otro. No: Hamás considera que el nacionalismo es algo que va en contra de la ley coránica y sólo reconoce legitimidad de la Umma, la comunidad de los creyentes, esa suerte de califato. Hamás no quiere negociar con Israel; lo que quiere es destruirlo y eliminarlo. Lo que quiere es que en la zona haya un solo estado, palestino, islamizado e islamista.
De ahí que, tras vencer en las elecciones de 2006, sólo pudiera y quisiera desplazar del poder a Fatah, a la que considera traidora a la causa por su disposición a negociar con Israel. Y por eso en cuanto pudo orquestó un sangriento golpe de estado en 2007, que causó más de 4.000 muertos, casi todos simpatizantes de Fatah, en sus primeros días. Desde entonces, como bien queda reflejado en este libro, los asesinatos, el recurso a la tortura y los secuestros están a la orden del día, son una práctica habitual de las milicias de Hamás.
No es de extrañar, pues, que la Autoridad Palestina, ese engendro que tanto seduce a nuestro actual ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, espere con toda la calma en la Muqata de Ramala a que Israel inflija el mayor daño posible a su enemigo mortal entre los suyos. Ni que las víctimas de la brutalidad y el terror de Hamás en la Franja se estén ahora desquitando y colaboren activamente con los soldados israelíes para localizar y acabar con sus verdugos. Pero de eso tampoco hablan nuestros medios de (in)comunicación.
Este excelente libro da cuenta del devenir del movimiento palestino y de Hamás en los últimos quince años, y posiblemente sea una herramienta intelectual imprescindible para comprender qué está pasando estos días en Gaza. Pero tal vez lo más importante sea las consecuencias que se deben extraer de esta historia del islamismo palestino y de la penetración de Irán en sus filas. La principal, que en el mejor de los casos hay que hablar de dos mundos palestinos bien diferenciados y, por lo tanto, de una solución de, como mínimo, tres estados. Otra: el estado palestino ya existe en Gaza, desde que Israel se retiró voluntaria y unilateralmente, a finales de 2005. Desgraciadamente, en 2006 la gente de la Franja, en lugar de optar por el camino de la recuperación, la paz y la prosperidad, dio su apoyo a quienes sólo saben de cohetes y explosivos.
Su decisión ha tenido dramáticas consecuencias. La principal, para ellos, es ésta: en lugar de estar viviendo en el Hong-Kong del Oriente Medio, tienen que bregar con unos gobernantes que han hecho de su tierra un erial y que sólo les pueden traer más destrucción. Entre tanto, los israelíes, en lugar de encontrar la paz tras su retirada, han tenido que sufrir la constante lluvia de cohetes disparados –que no enviados, como dice Moratinos– contra sus poblaciones. Esto es, contra civiles pacíficos.
Si Fatah, gracias a la intervención armada israelí, pudiera retomar el control de Gaza, se estaría abriendo una nueva puerta a la esperanza. Si Israel detuviese sus operaciones sin haber alcanzado al menos el objetivo mínimo de destruir las capacidades militares y los elementos esenciales de control político de Hamás, las IDF saldrán de la Franja para volver en cuanto Hamás recupere su capacidad de atacar suelo israelí, sean meses o años.
Quienes demandan a voz en grito o por presiones diplomáticas un alto el fuego porque buscan parar a Israel sobre todas las cosas, deberían leer este libro. Con sus gritos y maniobras –cuando no con pedradas contra la embajada de Israel, ante una policía nacional impasible– no están defendiendo al pueblo palestino, sino a su facción más retrógrada, totalitaria, teocrática y violenta; una facción que, para implantar su modelo social, basado en la sharia, no tiene reparo alguno en lanzarse a la guerra civil.
Apoyar a Hamás no significa apoyar la paz; significa sangre, atentados, asesinatos y horror. Por algo es una organización terrorista.
JONATHAN SCHANZER: HAMAS VS. FATAH: THE STRUGGLE FOR PALESTINE. Palgrave Macmillan (Washington y Londres), 2008, 256 páginas.
http://libros.libertaddigital.com
Nenhum comentário:
Postar um comentário