En Época
UNA NUEVA HISTORIA DE ESPAÑA
El próximo 6 de abril saldrá a las librerías el libro Nueva historia de España. Me sugirió escribirlo Ymelda Navajo, a lo que fui en un primer momento reticente, pensando en la envergadura del trabajo y en la existencia de obras como la clásica de Ubieto, Reglá y Jover, la de Ricardo de la Cierva, las breves síntesis de Vicens Vives, Domínguez Ortiz, Julián Marías, la más reciente y divulgativa de César Vidal y Federico Jiménez Losantos, otras de carácter izquierdista, etc. Hablar de una historia “nueva” en un campo tan arado puede sonar un tanto soberbio, por lo que intentaré explicar en qué sentido la he titulado así.
Siempre me pareció algo insatisfactoria la mayoría de los enfoques sobre nuestra historia. Ante todo cabe constatar el enorme daño causado por las concepciones marxistas, degradadas en España a un nivel pedestre y acrítico aunque no por ello menos extendido, influyente y pretencioso (se hacía una historia “científica”, nada menos). Ese marxismo no ha afectado solo a la historiografía que podemos llamar de izquierda, sino también, y en medida muy considerable a la de derechas o tradicional, sobre todo a partir del “diálogo con los marxistas” abierto en la Iglesia tras el Vaticano II. Y contra lo que pudiera creerse después de la caída del Muro de Berlín, el marxismo sigue impregnando la historiografía y los libros de texto, incluso de las órdenes religiosas, al no haber sido analizados sus presupuestos teóricos. Uno de sus logros es la composición de textos absolutamente plúmbeos, que sustituían la narración de la dramática historia humana por una serie de prejuicios y etiquetas burocráticas.
Otra insuficiencia típica de la historiografía española, de derechas o de izquierdas, es el “ombliguismo”, la concepción de nuestra historia casi al margen de su contexto europeo y americano. En Años de hierro, referido a la crucial época de 1939 a 1945, ya pude advertir este defecto casi generalizado, que describe una España al margen de los sucesos exteriores de la época, que apenas se explican y se dejan en lugar muy secundario, cuando condicionaron decisivamente la evolución de nuestro país. Esta deficiencia causa valoraciones y conclusiones radicalmente falsas: la historia de España parece seguir un curso ajeno al resto del mundo, y de esa falsa comprensión nacen los prejuicios, generalmente muy toscos, sobre la excepcionalidad negativa de España, su supuesta “tibetanización”, la creencia en que determinados males “solo suceden aquí”, o que se trata de “la historia más triste, porque termina mal”, como reza un poema célebre, expresión de una bobería muy extendida.
Este defecto suele acompañarse, sobre todo en la historiografía convencionalmente llamada de derecha, por un detallismo en el que los árboles impiden ver el bosque, es decir, por una mala visión de conjunto en la que los aspectos secundarios adquieren el mismo relieve que los esenciales.
Aunque un breve artículo no puede dar razón del contenido de esta Nueva historia, creo que ya indicará algo el subtítulo: Desde la II Guerra Púnica al siglo XXI. España como nación cultural nace de dicha guerra romano-cartaginesa, y llama la atención el hecho de que tan pocas veces se haya reparado en todo el alcance de aquella contienda, también decisiva para el devenir de todo el Occidente. A partir de ahí, el libro analiza y valora los sucesos de España, siempre en estrecha relación con los externos, de modo distinto a las versiones hoy más en boga. Así el papel del reino hispano-godo, la concepción de la Reconquista, de la Inquisición, de las guerras religiosas, de la alta cultura en diversas épocas, de la decadencia, la Ilustración o los dos últimos siglos. Ya iré explicando algunas de estas diferencias, que sin duda precisan un buen debate…si bien el paupérrimo nivel intelectual de las réplicas a mis libros anteriores no alienta demasiado el optimismo.
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****La telebasura ataca a la Iglesia. Tele-cinco, la televisión más destacada en la promoción de la basura, hace una “encuesta” entre su público con la siguiente pregunta capciosa: “¿Crees que la Iglesia tiene una doble moral con el aborto y con los abusos sexuales?”. Es evidente que tiene la misma moral en los dos casos, condenando ambos, aunque algunos de los creyentes y religiosos conculquen esa moral con mayor o menor frecuencia. Además, la destrucción de la vida humana en gestación podría asimilarse a un asesinato, algo más grave que los abusos sexuales, con ser estos muy graves... para un cristiano, no para un progre. Los vendedores de basura quieren decir que la Iglesia pierde el derecho a condenar el aborto cuando tolera dichos abusos sexuales, y mata así dos pájaros de un tiro, al desacreditar a los contrarios al aborto. Pero quienes no solo toleran sino que promueven activamente la pederastia, al igual que el aborto, son precisamente los progres ultralaicistas, utilizando ilegítimamente para ello el poder y los fondos públicos. Ellos tienen también, en ese sentido una moral única: quieren la liquidación de la vida humana en gestación, y la perversión de menores --que para ellos no lo es--, aunque la utilicen contra la Iglesia.
Sin ser creyente, uno solo tiene que ver la clase de chusma que ataca a la Iglesia para entender por dónde van los tiros. Esa gente defiende la “moral” de la trola, el choriceo y el puterío, o, en términos más finos, la triple corrupción intelectual, económica y sexual. En fin…
****Un progre preguntaba en el blog con agudeza “en qué manual de educación sexual progresista se dice que los niños deban aceptar caramelos de desconocidos o manejos sexuales”. Es el tipo de argucia que provoca interminables seudodiscusiones. Tampoco dice ningún manual de marxismo que la sociedad deba ser sometida al poder incontrastable de una minoría mesiánica, que debe imponerse un sistema tipo Gulag y un control policíaco de las personas, con privación de derechos básicos y eventualmente la liquidación de los disidentes. Dice, por el contrario, que la “vanguardia” ilustrada conducirá al proletariado y al pueblo en general a una sociedad de libertad y prosperidad como nunca se ha visto, una sociedad de Jauja. Pero un poco de sentido crítico nos hace ver que la sociedad del Gulag es solo la consecuencia del engaño de la sociedad de Jauja, en el fondo son la misma cosa. El carácter filopedófilo de las ideas autodenominadas progresistas no admite duda, salvo para gente muy torpe o de muy mala fe:
Pío Moa
http://blogs.libertaddigital.com/presente-y-pasado
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