segunda-feira, 10 de maio de 2010

La herencia guerracivilista

Uno de los lugares comunes más cursados de nuestra democracia es que la Transición cerró las heridas de la Guerra Civil y abrió una etapa nueva basada en la reconciliación entre españoles. Al llegar al poder, Rodríguez Zapatero, habría reabierto las heridas y lanzado una ofensiva guerracivilista por motivos ideológicos y electorales. Es una fábula hermosa, que sin duda recoge algunos aspectos de la historia reciente, pero no todos ni mucho menos.

En primer lugar, reduce el alcance de la otra Transición, la que fue realizada por los españoles entre los años cuarenta y sesenta. Como los demás europeos, los españoles hicieron un trabajo personal, individual, plasmado en las relaciones familiares, amistosas y profesionales. Gracias a eso superaron la tragedia de la Guerra. Ese trabajo moral, intelectual y sentimental no pudo ser la base de un cambio simultáneo a los ocurridos en el resto de Europa (occidental), que restauraron la democracia y crearon la Comunidad Europea. Lo impidió la índole del régimen, la personalidad del dictador y la endeblez moral de la oposición. Acabó siendo la base de la Transición de los años setenta, que debía trasladar aquel cambio al terreno político e institucional.

Cuando por fin se pusieron a ello, los dirigentes realizaron el encargo… a medias. De los protagonistas del proceso que se abrió el 20 de noviembre de 1975, unos tenían el poder y otros la legitimidad. Entre estos últimos, algunos tardaron más que los demás en entender que la legitimidad vale más que el poder, porque es su origen. Cuando lo comprendieron no la soltaron ya nunca, lo cual, en términos políticos, se entiende bien. Desde entonces, y a pesar de los muchos cambios ocurridos, la situación se ha mantenido estable.

El gran partido nacional de centro derecha ha ejercido el poder algunos años, e incluso lo ejerce en algunos territorios y en algunas ciudades, pero ha seguido llevando el marchamo de heredero del franquismo. La legitimidad la tienen y la han seguido teniendo siempre los partidos y las organizaciones de izquierdas, así como los nacionalistas, herederos todos de los vencidos en la Guerra. En otras palabras, en el terreno político, ideológico y cultural la Guerra Civil y el franquismo han estado presentes todos estos años en la vida española. Casi nadie ha discutido seriamente los datos del problema: a quienes hemos intentado poner en duda las bases de la legitimidad de la eterna Oposición nos intentaron sepultar vivos.

La ofensiva republicana y guerracivilista de los socialistas de Rodríguez Zapatero ha venido a dar carta de naturaleza a lo que era al mismo tiempo la gran realidad y el gran tabú de nuestra democracia. El centro derecha puede intentar acomodarse otra vez a la realidad que le dictan, pero también puede empezar a confiar en sus propias fuerzas y en la madurez de los españoles. Y no se trata sólo de un trabajo de crítica, sino de la redefinición de la posición propia. ¿De verdad queremos seguir siendo los herederos del franquismo?

José María Marco

www.larazon.es

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