Quien no crea en Adán y Eva, no entiende nada. Recuerdo cuando lo dijo en clase el profesor Serrano Ruiz-Calderón. Nos quedamos como el lector, con una sonrisa a medias y una mirada escéptica, pero precisó de inmediato que se refería a que ese pasaje del Génesis enseñaba, en realidad, que la condición humana da asco y que venimos al mundo con defectos de fábrica. A veces no hay ni que salir del salón para darse cuenta de eso. Incluso con la televisión apagada. Una parte del alma de todo hombre está corrompida. Puede ser duro reconocerlo, pero mejor hacerlo más pronto que tarde. Primero, por tener la oportunidad de entender el mundo. Y segundo, porque quienes han considerado al hombre un ser perfectible son los que han creado los grandes totalitarismos. Quienes no nos engañamos sobre la naturaleza del hombre tenemos más fácil desconfiar del poder.
Pero volviendo a nuestras miserias, están ahora de moda con las revelaciones sobre casos de pederastia dentro de la Iglesia. Es difícil juzgar la incidencia de este crimen, tan repugnante, a base de observar casos aislados. ¿Cuál es la incidencia de la pederastia entre los curas comparado, por ejemplo, con los profesores? Sólo así se podrá saber, por ejemplo, si el celibato fomenta o no este desvío sexual. Por otro lado, unas normas morales claras, ancladas además por la fe en Dios, deberían servir de freno, pero se ve que ante ciertas inclinaciones no son suficientes.
Todo ello es interesante, sobre todo para la Iglesia y para las víctimas. Desde la institución, desde sus defensores, se desliza un argumento sorprendente y, sí, un tanto escandaloso. El de que los enemigos de la Iglesia están aprovechando todo este asunto para hacerle todo el daño que puedan. ¡Pero por supuesto que lo están haciendo! Por todas las veces que puedan no tener razón, aquí han mordido en carne. Lo peor del intento de atacar a la Iglesia a partir de la proliferación de crímenes y, especialmente, del intento de ocultarlos, es que está cargado de razón. Si la Iglesia tiene la pretensión de defenderse, lo primero que debe hacer es reconocer que tiene un problema y diseñar una estrategia para detectar tempranamente cualquier caso, y denunciarlo ante la justicia y ante las instituciones propias.
Tener fe en el Juicio Final posee ventajas morales innegables, pero puede llevar a despreciar la justicia puramente humana, lo cual es muy negativo para la institución, también humana, también descendiente de Adán y Eva, de la Iglesia Católica.
José Carlos Rodríguez es miembro del Instituto Juan de Mariana
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