No es fácil explicar a un extranjero quién es Antanas Mockus y por qué se perfila como el próximo presidente del país. O cómo es que un gobierno que le cambió la cara a un país que estaba al borde de ser un failed state se encuentra a punto de perder el poder frente a casi un extraño que hace un par de meses no tenía partido, ni era seguro que corriera por la presidencia. |
Mockus, de 58 años, es hijo de inmigrantes lituanos que llegaron a Colombia tras la Segunda Guerra Mundial. Se hizo filósofo y matemático y, a inicios de los noventa, alcanzó la rectoría de la universidad pública más importante del país, la Nacional, donde empezó a ganar notoriedad por sus excentricidades y sus muy cuestionables decisiones.
Su primer escándalo fue en 1991, cuando enseñó los genitales a un grupo de estudiantes, en el que había mujeres menores de edad, que protestaban en una de las sedes de la universidad. Él lo negó diciendo que sólo amagó, sin abrirse la bragueta, con orinarles desde un balcón. Pero dos años después incurrió en una conducta similar que no pudo negar, pues un vídeo recogió el suceso: se bajó los pantalones y mostró su trasero europeo a un auditorio colmado de estudiantes que lo rechiflaban por las medidas que estaba adoptando. Mockus pidió perdón, lloró por televisión, renunció... y los capitalinos lo premiaron dándole la Alcaldía de la ciudad.
Desde entonces, Mockus ha sido un personaje estelar de la política colombiana, un bufón, un payaso, un histrión que justifica sus grotescas extravagancias con el argumento de que se trata de símbolos con los que pretende generar cultura ciudadana. Colombia se acostumbró a sus ridiculeces: ha llevado una espada de plástico al palacio presidencial; se ha casado en un circo, montado en un elefante y rodeado de fieras; se ha disfrazado de Súper Cívico, con malla amarilla y capa roja –pero se parecía más al Chapulín que a Superman–; ha arrojado un vaso de agua a la cara a otro candidato en una campaña presidencial...
Su primer mandato en la Alcaldía de Bogotá (1995-1997) arrojó unos resultados pobres: tras sólo dos años, prefirió renunciar para lanzarse a la Presidencia en 1998. Pidió perdón tomando un baño en una fuente pública (sin quitarse la ropa, por fortuna), y el premio que le concedieron los bogotanos fue... volver a elegirle alcalde (2001-2003).
Poco a poco, Mockus se fue adueñando del discurso de la moralidad pública, pero nadie pensó que tuviera chance de ser presidente. De hecho, en 2006 se presentó otra vez y obtuvo tan sólo el 1,23% de los votos.
Las razones por las que Antanas puntea en algunas encuestas son diversas, pero podrían mencionarse las siguientes:
– La coalición de gobierno se dividió en tres candidaturas.– A Mockus se le ha adherido el electorado de izquierda, básicamente porque, ante la debacle de su propio candidato, es la única opción que tiene ésta de derrotar al uribismo.– Una gran parte del electorado –sobre todo entre los jóvenes que casi nunca votan– cree que Mockus derrotará la corrupción y acabará con la cultura de ilegalidad propia del país.– Muchos colombianos están acobardados por las amenazas, proferidas por Chávez y Correa, de que habrá guerra si el vencedor es Juan Manuel Santos.
El problema para Colombia no es que Antanas Mockus se comporte como un payaso de circo barato, sino que está lejos de ser un estadista. Y podríamos señalarle varias fallas protuberantes. Una es que, a pesar de llevar 16 años en la política, ha demostrado un desconocimiento profundo en temas de gran importancia. Otra es que es voluble e incoherente: lo que dice por la mañana lo rectifica por la tarde, y nadie sabe realmente qué piensa o qué se propone hacer. Y, la más grave: su conexión con la realidad se ha roto.
Mockus dice que admira a Hugo Chávez, y lo considera un demócrata; pregona que le gustaría que en Colombia no hubiese ejército y que combatirá a las Farc con girasoles; y anunció que extraditará a Álvaro Uribe a Ecuador si ese país lo pide por el bombardeo que acabó con la vida de Raúl Reyes. Claro, luego se arrepintió de haber dicho semejantes monstruosidades, pero todo eso deja en claro que es un imbécil, o que será el Chamberlain de Suramérica; el que termine entregando el país a Chávez y las Farc.
Sin duda alguna, él encarna el mandatario que esperan los enemigos de Colombia para tomarse el país. Echaremos por el caño ocho años de éxitos en ocho horas de votaciones.
© AIPE
SAÚL HERNÁNDEZ BOLÍVAR, periodista colombiano.
http://exteriores.libertaddigital.com
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