domingo, 2 de maio de 2010

El lenguaje del Rey, el lenguaje de la democracia

Hace unos días se leía en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Rey Juan Carlos una excelente tesis doctoral de ese buen profesional de la información que es Manuel Ventero. Somos muchos los que nos deleitamos, domingo tras domingo, con su amenísimo programa de entrevistas por título Siluetas. Una investigación centrada en el análisis lingüístico de los Mensajes de Navidad de Don Juan Carlos. Una tesis juzgada por los profesores Manuel Jiménez de Parga, Virgilio Zapatero, Alfonso Fernández-Miranda, Enrique Álvarez Conde y José Manuel Vera, que alcanzaba la máxima calificación de sobresaliente cum laude por unanimidad. Un completísimo estudio periodístico, no exento de una parte dogmática jurídico-constitucional introductoria, que desgranaba las principales líneas y concretos contenidos de las palabras navideñas del Monarca, desde el lejano mes de diciembre de 1975 hasta el más reciente de 2009.

El exhaustivo trabajo de campo llamaba nuestra atención sobre una serie de consideraciones. Primera: los mensajes navideños se han erigido en un referente de primerísima mano para conocer la práctica totalidad de la política española, tanto nacional como internacional, así como los distintos avatares y preocupaciones de los españoles. Por más que no podamos olvidar -dada su trascendencia histórica, política y constitucional- otras alocuciones muy importantes del Monarca, dentro de los más de dos mil discursos y mensajes emitidos. A saber: el discurso de su proclamación como Rey, el 22 de noviembre de 1975, donde se atestigua ya una firme convicción: ser el Rey de todos los españoles; sus recordadas consideraciones ante el Congreso de los Estados Unidos, el 2 de junio de 1976, en las que Don Juan Carlos se comprometía a establecer en España una Monarquía parlamentaria; las palabras pronunciadas el 22 de julio de 1977, en la sesión de apertura de las Cortes Constituyentes, con aquellas inolvidables palabras: «La democracia ha comenzado»; el imperativo discurso la noche del 23 de febrero de 1981, que ponía felizmente término al golpe de Estado; los discursos de apertura de las diferentes Legislaturas de las Cortes Generales; o, en fin, los discursos anuales de apertura del Año Judicial o de la Pascua Militar. Segunda: los mensajes navideños son visualizados por la ciudadanía y la opinión pública como el mejor modo -por su carácter directo, inmediato, próximo y hasta íntimo- de saber de primera mano el parecer del Jefe del Estado. Unos discursos elaborados discrecionalmente desde la Casa del Rey, pero sometidos a la lógica consideración del Gobierno. Tercera: los mensajes navideños, ininterrumpidamente vistos y escuchados por los españoles (1975-2009), se han consolidado como costumbres constitucionales praeter legem. Así lo estima el propio Rey, que califica pronto tales comparecencias públicas de «tradicional ocasión» (1980) y de «gozosa costumbre de todos los años» (1982). Nos hallamos pues -en tanto que «expresión solemne del criterio político del Jefe del Estado»- ante la explicitación de actos interconstitucionales que expresan un poder de exteriorización de nuestro Poder moderador. Unos mensajes mayoritariamente elocuentes, en la mayoría de los casos persuasivos, pero también en ocasiones protocolarios y a veces incluso preceptivos. Cuarta: los mensajes navideños están cubiertos -en lo que atañe a la exoneración de responsabilidad política del Monarca- por el refrendo en su manifestación presunta. «The King can do not wrong», «El Rey no puede hacer mal», que señalan los textos políticos más clásicos. Quinta: los mensajes navideños nos confirman que Don Juan Carlos ha actuado escrupulosamente dentro de los perfiles de una Monarquía parlamentaria -au dessus de la melée- en el ejercicio neutral de sus funciones arbitrales y moderadoras encomendadas constitucionalmente.

Pero afirmado esto, resulta más llamativa aún su relevancia para aprehender cuál es en la España actual el lenguaje político de estos años de régimen constitucional. Como afirmaba acertadamente Virgilio Zapatero, cada sistema político dispone de su particularizado lenguaje, tanto el de los modelos autoritarios/totalitarios como el de los regímenes constitucionales, tal y como es el caso del sistema democrático instaurado, tras nuestra ejemplar Transición política, por la Constitución de 1978.

En efecto, basta detenerse en los iniciales discursos de Don Juan Carlos para apreciar la definitiva erradicación del autoritario lenguaje político franquista, y el paulatino, hasta llegar a nuestros días, definitivo afianzamiento de un auténtico lenguaje democrático. Así, mientras que el lenguaje de la dictadura se hilvanaba sobre la fratricida división de vencedores y vencidos, con las pomposas referencias a la España imperial, al victorioso Caudillo, al complot judaico masónico, al peligro rojo, al cáncer de los partidos, y hasta al oro de Moscú y a la pertinaz sequía, estos años constitucionales disponen ya de un intangible léxico democrático.

Así se vislumbra en el primero de los discursos navideños en diciembre de 1975, con una abierta apelación a la unidad y convivencia entre todos los españoles, mientras se apunta simultáneamente la necesidad de impulsar una Transición política pacífica e irreversible hacia la democracia. Y a partir de entonces, se construye el nuevo lenguaje constitucional/democrático, con las llamadas recurrentes a la reconciliación, la preservación de la unidad desde el reconocimiento de la rica diversidad, el respeto a los derechos y libertades fundamentales, la preservación de la Constitución como norma fundamental de convivencia y el respeto a la ley por parte de los poderes públicos y los ciudadanos. Y otras de semejante naturaleza: pacto, principios democráticos, consenso, diálogo, acuerdo, tolerancia, igualdad, solidaridad, justicia, construcción europea, etc.

¿Que cuáles han sido los temas más invocados por Don Juan Carlos? La investigación nos los desgrana puntualmente: unidad (en 33 ocasiones de la serie de 35 discursos), Monarquía (31), terrorismo (28), España (27), economía (27), desempleo (17), valores democráticos (26), democracia (23), Europa (23), políticas de Estado (22), Constitución (21), construir el futuro entre todos (21), Iberoamérica (19), paz (15), Transición política (15), política social (12), jóvenes (12) y familia (10). A los que se añade la enumeración de otros asuntos de relieve, calificados como menciones, al no alcanzar sin embargo la significación de temas nucleares: la convivencia (27), la libertad (26), los españoles residentes fuera del territorio nacional (26), el esfuerzo (24), la esperanza (22), la justicia (21) el progreso/avance (18), el sacrificio (17), la ilusión (16), el respeto (16), el respaldo a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad (16), la generosidad (14), la solidaridad (14), la confianza (13), la responsabilidad (13), los jóvenes (12), la concordia (10), los inmigrantes (10), las víctimas del terrorismo (10), la estabilidad (8), los marginados y desfavorecidos (8), los enfermos (7) y los drogodependientes (4).

En suma, un esclarecedor estudio -al hilo de los mensajes de Navidad del Monarca- del lenguaje político de Don Juan Carlos. Lo que es lo mismo que decir, a tales efectos, del lenguaje de la democracia en esta España constitucional. Ya lo afirmaba clarividentemente Stendhal: «El estilo es el hombre».

PEDRO GONZÁLEZ-TREVIJANO, Rector de la Universidad Rey Juan Carlos

www.abc.es

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