Alianza de Civilizaciones. Así bautizó Rodríguez Zapatero en 2004, ante la 59ª Asamblea General de la ONU, a su propuesta de alianza entre Occidente y el Islam para combatir pacíficamente el terrorismo internacional. Cuatro años después, del 4 al 6 de noviembre de 2008, se ha celebrado en Roma el primer Foro Católico-Musulmán. Su origen no está ni mucho menos en esa propuesta sino en la carta que más de un centenar de intelectuales musulmanes firmantes del manifiesto «Una palabra común», dirigieron a Benedicto XVI en 2007. Aparte del Foro en sí, lo relevante es que ese manifiesto reúne a las diferentes ramas del Islam: suníes, chiíes y otras.
¿Se trata de llegar al mismo destino por diferentes caminos? Esto sería deseable pero hay que hacer muchas matizaciones. Ironías aparte, la Alianza de Civilizaciones encierra un núcleo no despreciable que debería servir para romper el tópico de que Islam equivale a terroristas suicidas o a jeques de yate con grifería de oro. Ciertamente hay mucha intolerancia y en no pocos países musulmanes el cristiano es perseguido, pero es un signo esperanzador que ese manifiesto reconozca que «si los musulmanes y los cristianos no están en paz, el mundo no puede estar en paz». Y la esperanza aumenta si se lee la Declaración Final del Foro: ahí sí que hay elementos para asentar una convivencia pacífica basada en lo que une, alejando lo que divide, enfrenta o separa. La Declaración tiene quince puntos y puede leerse en www.zenit.org.
Lo relevante es que los propios interesados asientan esa deseable convivencia en bases muy diferentes de las que inspiran la Alianza de Rodríguez Zapatero. La política socialista ve en la religión algo negativo: separa, divide y es causa de guerras. Declara superado el modelo constitucional de Estado aconfesional y va no a una laicidad positiva –que reconoce lo que aporta la religión a la convivencia–, sino a un laicismo contrario a toda visión trascendente de la persona. Eso es la Educación para la Ciudadanía: el empeño de eliminar toda concepción religiosa, porque entiende que lo religioso ni puede tener presencia pública, ni puede participar en el debate público ni ser medidor de la acción política.
Por el contrario la Declaración del Foro Católico-Musulmán dice que «ninguna religión ni sus seguidores deberían ser excluidos de la sociedad. Cada uno debería ser capaz de dar su contribución indispensable al bien de sociedad, sobre todo en el servicio al más necesitado». Declara «el derecho de individuos y comunidades para practicar su religión en privado y en público» y que «estamos convencidos de que católicos y musulmanes tienen el deber de proporcionar una sana educación en valores humanos, cívicos, religiosos y morales a sus miembros respectivos y promover información exacta sobre las distintas religiones». Todo muy distinto a lo sostenido por los ideólogos del PSOE que identifican religión con tiranía. Dice así Santayana que «no hay tiranía peor que la de una conciencia retrógrada o fanática que oprime a un mundo que no entiende, en nombre de otro mundo que es inexistente».
La discrepancia queda, además, en evidencia en todo lo relativo a las políticas sobre la vida o en algo tan de Perogrullo como que hay «hombres y mujeres», no «opciones sexuales» ni «identidad de género». Dice así la Declaración Final del Foro Católico-Musulmán que «la vida humana es el regalo más precioso de Dios a cada persona. Por lo tanto debería ser conservado y honrado en todas sus etapas»; o que «la creación de la humanidad por parte de Dios tiene dos grandes aspectos: la persona humana, la masculina y la femenina, y nos comprometemos conjuntamente a asegurar que la dignidad humana y el respeto se extienda hacia una igualdad básica entre hombres y mujeres».
Como se ve, esa otra Alianza alentada por sus propios protagonistas camina en sentido opuesto a la de Rodríguez Zapatero. Y cito dos ejemplos de la semana pasada. El martes 16 el ministro de Sanidad anunciaba que en las parejas de lesbianas ya es posible que una done su óvulo para implantarlo en la otra tras ser fecundado por un padre anónimo: es «ampliación de los derechos» de este colectivo, se congratulaba Bernat. Y el viernes 19 se cerraba esa Subcomisión parlamentaria que ha servido de coartada para ir a más en el aborto. Dos pasos más del progresismo, del feminismo salvaje para los que la vida del más indefenso y sus derechos (tener un padre y una madre y no dos madres y un padre anónimo) valgan cada vez menos.
La conclusión es sencilla: quien desprecia lo religioso y parece tener por lema el «cuantas más aberraciones, mejor», ¿puede alentar la Alianza de dos civilizaciones enraizadas en una visión trascendente de la persona, que valoran la vida humana o dicen que hay hombres y mujeres? Lo menos que puede ocurrir es que esa Alianza que propugna quede en anécdota y, al menos, deje hacer a los que con sinceridad trabajan por la verdadera. Lo peor es que acabe dando más argumentos al Islam radical para justificar su guerra santa contra el diabólico Occidente.
¿Se trata de llegar al mismo destino por diferentes caminos? Esto sería deseable pero hay que hacer muchas matizaciones. Ironías aparte, la Alianza de Civilizaciones encierra un núcleo no despreciable que debería servir para romper el tópico de que Islam equivale a terroristas suicidas o a jeques de yate con grifería de oro. Ciertamente hay mucha intolerancia y en no pocos países musulmanes el cristiano es perseguido, pero es un signo esperanzador que ese manifiesto reconozca que «si los musulmanes y los cristianos no están en paz, el mundo no puede estar en paz». Y la esperanza aumenta si se lee la Declaración Final del Foro: ahí sí que hay elementos para asentar una convivencia pacífica basada en lo que une, alejando lo que divide, enfrenta o separa. La Declaración tiene quince puntos y puede leerse en www.zenit.org.
Lo relevante es que los propios interesados asientan esa deseable convivencia en bases muy diferentes de las que inspiran la Alianza de Rodríguez Zapatero. La política socialista ve en la religión algo negativo: separa, divide y es causa de guerras. Declara superado el modelo constitucional de Estado aconfesional y va no a una laicidad positiva –que reconoce lo que aporta la religión a la convivencia–, sino a un laicismo contrario a toda visión trascendente de la persona. Eso es la Educación para la Ciudadanía: el empeño de eliminar toda concepción religiosa, porque entiende que lo religioso ni puede tener presencia pública, ni puede participar en el debate público ni ser medidor de la acción política.
Por el contrario la Declaración del Foro Católico-Musulmán dice que «ninguna religión ni sus seguidores deberían ser excluidos de la sociedad. Cada uno debería ser capaz de dar su contribución indispensable al bien de sociedad, sobre todo en el servicio al más necesitado». Declara «el derecho de individuos y comunidades para practicar su religión en privado y en público» y que «estamos convencidos de que católicos y musulmanes tienen el deber de proporcionar una sana educación en valores humanos, cívicos, religiosos y morales a sus miembros respectivos y promover información exacta sobre las distintas religiones». Todo muy distinto a lo sostenido por los ideólogos del PSOE que identifican religión con tiranía. Dice así Santayana que «no hay tiranía peor que la de una conciencia retrógrada o fanática que oprime a un mundo que no entiende, en nombre de otro mundo que es inexistente».
La discrepancia queda, además, en evidencia en todo lo relativo a las políticas sobre la vida o en algo tan de Perogrullo como que hay «hombres y mujeres», no «opciones sexuales» ni «identidad de género». Dice así la Declaración Final del Foro Católico-Musulmán que «la vida humana es el regalo más precioso de Dios a cada persona. Por lo tanto debería ser conservado y honrado en todas sus etapas»; o que «la creación de la humanidad por parte de Dios tiene dos grandes aspectos: la persona humana, la masculina y la femenina, y nos comprometemos conjuntamente a asegurar que la dignidad humana y el respeto se extienda hacia una igualdad básica entre hombres y mujeres».
Como se ve, esa otra Alianza alentada por sus propios protagonistas camina en sentido opuesto a la de Rodríguez Zapatero. Y cito dos ejemplos de la semana pasada. El martes 16 el ministro de Sanidad anunciaba que en las parejas de lesbianas ya es posible que una done su óvulo para implantarlo en la otra tras ser fecundado por un padre anónimo: es «ampliación de los derechos» de este colectivo, se congratulaba Bernat. Y el viernes 19 se cerraba esa Subcomisión parlamentaria que ha servido de coartada para ir a más en el aborto. Dos pasos más del progresismo, del feminismo salvaje para los que la vida del más indefenso y sus derechos (tener un padre y una madre y no dos madres y un padre anónimo) valgan cada vez menos.
La conclusión es sencilla: quien desprecia lo religioso y parece tener por lema el «cuantas más aberraciones, mejor», ¿puede alentar la Alianza de dos civilizaciones enraizadas en una visión trascendente de la persona, que valoran la vida humana o dicen que hay hombres y mujeres? Lo menos que puede ocurrir es que esa Alianza que propugna quede en anécdota y, al menos, deje hacer a los que con sinceridad trabajan por la verdadera. Lo peor es que acabe dando más argumentos al Islam radical para justificar su guerra santa contra el diabólico Occidente.
José Luis Requero, magistrado y vocal del Consejo General del Poder Judicial
www.larazon.es
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