Nuevo enfrentamiento de Israel con el terrorismo, nuevo capítulo de una memorable historia de resistencia... y de incomprensión. Resucitan puntuales los viejos espectros, el antisemitismo hoy llamado antisionismo, hoy llamado pacifismo, hoy llamado movimiento pro palestino, hoy reforzado por la pirámide de Madoff (como es sabido, cristianos y musulmanes desconocemos la estafa, esa cosa judía).
¿De qué hablamos cuando hablamos de Hamas? De un respetable interlocutor democrático, si hay que atender a la mayor parte de la prensa occidental. ¿O se tratará más bien de una parte del amplio terrorismo islamista, global, posmoderno, reticular, tecnológico y bárbaro, resentido, suicida, rico, mendaz, posesionado del destino de infinidad de refugiados palestinos a quienes sus "amigos" árabes han deparado el eterno destino de coartada? ¿Sabe nuestra prensa lo que quiere hacer Hamas con Israel?
Al terrorismo mejor organizado, financiado y promocionado que hayan conocido los tiempos lo sufre en primera instancia y lo combate en primera línea Israel. Calla el periodismo como puta cuando caen los cohetes incesantes. Hemos visto titulares donde la muerte de niños israelíes por ataques de Hamas se presentaba como un "error" de los terroristas: ellos no querían matar a nadie. Por eso lanzan cohetes sobre la población civil. Los lanzan sistemáticamente, a diario desde hace años, los lanzan sin cesar, incluso cuando dicen estar en tregua, los lanzan para no reducir ni un momento la presión sobre los nuestros. Porque Israel, señores, por si no se habían enterado, son los nuestros.
Lo son por defender nuestro sistema de valores, por mantener viva la única democracia de la zona, por atenerse a las consecuencias de lo anterior juzgando y condenando a sus responsables políticos y militares cuando incurren en abusos que serían (que son) premiados en sus Estados vecinos. Lo son porque el judío es y seguirá siendo la figura que apela a Europa y, con ella, a Occidente entero; es el igual a quien hicimos diferente, el compatriota alemán, polaco, austriaco, francés que dejó de serlo de repente concitando un odio milenario, el chivo expiatorio que tuvo la grandeza, la dignidad y la valentía de levantar su identidad del exterminio, identificarla con los mejores valores de la civilización y preservarla desde el primer día de independencia de todos los ataques lanzados por las dictaduras árabes circundantes. Hoy, ni la Autoridad Nacional Palestina realiza análisis tan tendenciosos como nuestra prensa. Por la cuenta que le trae, aquélla quiere volver a la tregua. Lo mismo que Israel, y a diferencia de quienes la han roto.
Juan Carlos Girauta
www.libertaddigital.com
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