Apasione o no a todo el mundo, lo cierto es que las empresas españolas ocupan un lugar preponderante en Cuba y apuestan por el futuro del país. «Si están es porque les interesa, esto no es un sacerdocio, su beneficio es suficiente y juegan a tenerlo mayor en el futuro», asegura el presidente del Comité Bilateral Hispano-Cubano, Juan Arenas.
Tras el colapso de la Unión Soviética en 1991, el régimen comunista de Fidel Castro se vio obligado a abrir la isla a otros países en busca de comercio, capitales y tecnología. Descartado, como es obvio, Estados Unidos por el embargo impuesto en 1962 por la Administración Kennedy, la mirada se dirige hacia Europa y, en concreto, a España por motivos históricos, culturales y familiares.
Hoy nuestro país es el principal inversor en Cuba. Aunque en un principio la apuesta la realizaron compañías medianas y pequeñas, a finales de los 90 las grandes firmas comenzaron a tomar posiciones estratégicas a largo plazo. Primero llegaron los acuerdos hoteleros. «El Hotel Meliá Las Américas se convirtió en 1989 en la primera empresa mixta hispano-cubana, luego aterrizaron la tabacalera Altadis, Repsol para una exploración petrolera que aún perdura y otras empresas de calado», explican fuentes diplomáticas españolas.
Las grandes inversiones se dirigen hacia el turismo, las finanzas, el tabaco, el agua y la energía. Iberostar, Barceló, NH Hoteles, Riu Hoteles, Aguas de Barcelona, Iberdrola, Caja Madrid, BBVA, La Caixa o Banesto, son otros de los ejemplos más conocidos. Sin embargo, la mayoría de las grandes compañías prefieren «no publicitar su presencia y actividad en la isla por razones objetivamente justificables, como el embargo de Estados Unidos», señalan fuentes empresariales que prefieren guardar el anonimato por «la prudencia y el morbo» que despiertan siempre las relaciones con Cuba.
Aumento de las exportaciones
Al mismo tiempo, las pymes continúan con sus negocios. Las exportaciones de firmas españolas a Cuba, al mes de octubre pasado, superaban los 800 millones de dólares (más de 555 millones de euros), un crecimiento en lo que va de año de en torno al 30 por ciento, según datos facilitados por el presidente de la Asociación de Empresarios Españoles en Cuba (AEEC), Víctor Moro. Esta organización hace las veces de cámara de comercio porque en la isla están prohibidas.
Los principales productos exportados en 2007 fueron maquinaria y equipamiento industrial, vehículos y repuestos, papel, muebles, pinturas y calzado... Mientras que entre los importados ese año aparecían el tabaco, el pescado y el ron, según datos de la Oficina Económica y Comercial de España en La Habana.
Aunque resulte «paradójico», las grandes inversiones se produjeron en el momento de «mayor exigencia en democracia y derechos humanos» por parte del Ejecutivo español, subrayan las fuentes diplomáticas. Es decir, durante el gobierno presidido por José María Aznar. Sin embargo, Víctor Moro es de la opinión de que los españoles han estado presentes en la isla «al margen de las relaciones bilaterales» y destaca que la «normalidad» actual «crea un buen clima para el trabajo de las empresas en Cuba».
Trabajadores explotados
No todo es de color rosa. Algunos portavoces de la oposición interna y del exilio en Miami consideran que, en la práctica, los empresarios españoles contribuyen a sostener al régimen castrista, aunque ése no sea su objetivo. Los inversores, a juicio de un destacado activista pro derechos humanos, participan en una «sobreexplotación» de los trabajadores cubanos, que cobran «salarios miserables y no tienen protección sindical». Las relaciones laborales en Cuba no son libres. Los empresarios contratan a los trabajadores cubanos a través del Estado, que les paga los salarios que recibe de los inversores extranjeros a un «precio local».
Otro destacado opositor apunta que «no fue lo mismo invertir en la España de Franco que hacerlo ahora en la Cuba de Castro; aquí con las empresas mixtas conviertes a la dictadura en tu socio», y advierte del «riesgo de demandas judiciales» cuando se produzca la transición hacia la democracia.
Lo positivo de toda esta situación es que «haya existido la posibilidad de generar recursos y empleos», matiza el diplomático español, que sostiene que tanto los cubanos como sus gobernantes se han beneficiado de las inversiones españolas. Mayores posibilidades habrá para todos sus ciudadanos cuando Cuba sea una verdadera democracia.
C. Muñoz
www.abc.es
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