Seguramente muchos de los lectores conocerán aquel chiste de ambiente navideño en que unos padres convocan a sus tres hijos pequeños para preguntarles qué desean que les traigan los Reyes magos. El primero señala que ha pedido un tren eléctrico y el segundo se decanta por un juego de construcciones. Pero cuando los padres se dirigen a su tercer vástago, el niño les dice que quiere un tampax. Cuando, presas del estupor, los progenitores preguntan al tierno infante por las razones de su decisión, la criatura, rezumando entusiasmo, responde: «Porque con un tampax puedes nadar, puedes viajar, puedes jugar al tenis, puedes montar a caballo¿». En su profunda inocencia o, quizá mejor, en su ignorancia supina, el arrapiezo había llegado a pensar que el tampón era la causa directa de todo aquello y, cosa comprensible en un niño, deseaba conseguir aquella maravillosa lámpara mágica.
Relato todo esto porque en el gabinete que preside ZP hay al menos dos ministros cuyo nivel de análisis se encuentra a la altura del niño que quería un tampax. Me refiero al ministro de Sanidad, Bernat Soria, y a la ministra de Igualdad, Bibiana Aido. Enfrentados ambos con un drama tan escalofriante como el del aumento espectacular de los abortos en España, han llegado a la conclusión de que el remedio infalible es la distribución masiva de preservativos e incluso con tal finalidad se ha iniciado una campaña con fondos de los contribuyentes donde dos adolescentes a ritmo de un hip-hop horripilante señalan que no van a tener relaciones sexuales sin usar preservativos.
Pocas veces habrá dado un ministro mayor muestra de ceguera ideológica y de necedad gestora. Si el aumento de los abortos procediera de la falta de educación sexual, la España de Franco tendría que haber sido una gigantesca clínica abortista y todos sabemos que pocas cosas se hallan más lejos de la realidad. Por otro lado, si la cifra de abortos se redujera en virtud del uso del preservativo, de nuevo la España del Antiguo Régimen debería de haber presentado cifras sobrecogedoras mientras que la actual contemplaría semejante drama como algo excepcional. Por supuesto, todos sabemos que sucede al revés.
Lo cierto es que el aumento del número de abortos no procede de la falta de educación sexual ni de la disponibilidad de condones sino de una alteración de la ética social a la que el PSOE ha contribuido con entusiasmo ante la pasividad de una buena parte de la derecha. El mismo anuncio de propaganda de la nueva campaña publicitaria es, al respecto, bien revelador. Se considera normal que dos adolescentes, menores de edad, mantengan relaciones sexuales de la misma manera que el Código Belloch, una verdadera invitación a la pederastia, despenalizó las relaciones sexuales con mayores de doce años.
En ese desplome no sólo de la moral sino del sentido común más elemental se hallan las raíces del despropósito progre en que vivimos que permite, por ejemplo, liquidar a una criatura no nacida de 36 semanas y, sin embargo, encarcela a una madre por dar un cachete a su hijo. Pero claro, ¿qué vamos a esperar si Bernat Soria se piensa que la función del ministro de Sanidad es, en buena medida, facilitar todavía más la liquidación del prójimo y la señorita Aído cree que el preservativo tiene más virtudes mágicas que un támpax?
Relato todo esto porque en el gabinete que preside ZP hay al menos dos ministros cuyo nivel de análisis se encuentra a la altura del niño que quería un tampax. Me refiero al ministro de Sanidad, Bernat Soria, y a la ministra de Igualdad, Bibiana Aido. Enfrentados ambos con un drama tan escalofriante como el del aumento espectacular de los abortos en España, han llegado a la conclusión de que el remedio infalible es la distribución masiva de preservativos e incluso con tal finalidad se ha iniciado una campaña con fondos de los contribuyentes donde dos adolescentes a ritmo de un hip-hop horripilante señalan que no van a tener relaciones sexuales sin usar preservativos.
Pocas veces habrá dado un ministro mayor muestra de ceguera ideológica y de necedad gestora. Si el aumento de los abortos procediera de la falta de educación sexual, la España de Franco tendría que haber sido una gigantesca clínica abortista y todos sabemos que pocas cosas se hallan más lejos de la realidad. Por otro lado, si la cifra de abortos se redujera en virtud del uso del preservativo, de nuevo la España del Antiguo Régimen debería de haber presentado cifras sobrecogedoras mientras que la actual contemplaría semejante drama como algo excepcional. Por supuesto, todos sabemos que sucede al revés.
Lo cierto es que el aumento del número de abortos no procede de la falta de educación sexual ni de la disponibilidad de condones sino de una alteración de la ética social a la que el PSOE ha contribuido con entusiasmo ante la pasividad de una buena parte de la derecha. El mismo anuncio de propaganda de la nueva campaña publicitaria es, al respecto, bien revelador. Se considera normal que dos adolescentes, menores de edad, mantengan relaciones sexuales de la misma manera que el Código Belloch, una verdadera invitación a la pederastia, despenalizó las relaciones sexuales con mayores de doce años.
En ese desplome no sólo de la moral sino del sentido común más elemental se hallan las raíces del despropósito progre en que vivimos que permite, por ejemplo, liquidar a una criatura no nacida de 36 semanas y, sin embargo, encarcela a una madre por dar un cachete a su hijo. Pero claro, ¿qué vamos a esperar si Bernat Soria se piensa que la función del ministro de Sanidad es, en buena medida, facilitar todavía más la liquidación del prójimo y la señorita Aído cree que el preservativo tiene más virtudes mágicas que un támpax?
César Vidal
www.larazon.es
Nenhum comentário:
Postar um comentário