Danny Flecknoe, enfermero británico, nos cuenta cómo serán sus navidades trabajando en Darfur Norte.
Va a ser una navidad curiosa este año, pero no porque esté trabajando. Si eres un enfermero del servicio de urgencias sin hijos sueles encontrarte de guardia el día de navidad estés donde estés, y sólo he disfrutado de una navidad con mi familia en los últimos seis años. Sin embargo, este año, la voy a pasar trabajando en el campo para desplazados de Shangyl Tobaya, en Darfur Norte. MSF ha estado trabajando en este campo desde hace más de cuatro años y la crisis humanitaria sigue estando ahí.
Va a ser una navidad curiosa este año, pero no porque esté trabajando. Si eres un enfermero del servicio de urgencias sin hijos sueles encontrarte de guardia el día de navidad estés donde estés, y sólo he disfrutado de una navidad con mi familia en los últimos seis años. Sin embargo, este año, la voy a pasar trabajando en el campo para desplazados de Shangyl Tobaya, en Darfur Norte. MSF ha estado trabajando en este campo desde hace más de cuatro años y la crisis humanitaria sigue estando ahí.
En Darfur, devastado por un conflicto desde 2003, MSF ha respondido a las necesidades de aquellos que huyen de los enfrentamientos, trabajando duro para superar las dificultades de extender los servicios de salud en una región sin apenas infraestructura y donde la inseguridad y la violencia se extiende por todas partes, dirigida ocasionalmente contra trabajadores humanitarios.
Sudán es polvoriento y hace mucho calor y, para ser sincero, no soporto mucho el calor. En la capital, Jartum, podrías freír una ballena simplemente dejándola en el pavimento durante dos horas. Darfur es un poco más fresco y ahora estamos en invierno y las temperaturas máximas están bajando a los 30º, por lo que estoy muy agradecido. La posibilidad de una navidad blanca sigue siendo remota, pero por lo menos mi piel no está hirviendo.
En el desierto, los despertadores no son necesarios. Cada día, sobre las 7, me despierto con el sonido de burros rebuznando, camellos graznando y los pájaros que viven en el tejado de paja de mi tukul (cabaña) cantando y hurgando sobre mi mosquitera.
Todo el equipo expatriado se reúne para desayunar y después nos apretujamos en un Land Rover de MSF y hacemos el viaje de 10 minutos lleno de baches desde el pueblo al campo.
Sólo en el campo viven 16.000 personas y hay otro campo al lado con 7.000 más. Pero sumando los habitantes de los pueblos de alrededor, el número que depende de nosotros para tratamiento médico de urgencia es de unas 35.000 personas. Por suerte, los cinco expatriados somos sólo una pequeña fracción del equipo. Hay más de 100 trabajadores locales entre enfermeras, doctores, farmacéuticos, comadronas, guardas, conductores, limpiadores, etc y al llegar al trabajo nos saludan con innumerables sonrisas, apretones de mano y “Salaam Alaikum” (Que la paz esté con vosotros). Es un momento del día que me encanta.
En el campo tenemos tiendas separadas para tratamientos ambulatorios o para ingresos, nutrición, maternidad y salud mental además de servicios de esterilización, un pequeño laboratorio donde se hacen tests simples de sangre, orina y deposiciones, una farmacia, una cantina y una zona de tratamiento de residuos.
Las instalaciones son impresionantes y mientras el personal internacional va y viene, mucho del personal nacional llevan trabajando desde que el proyecto abrió. Son ellos quienes dan continuidad y son la espina dorsal del trabajo de MSF aquí.
Hoy he acompañado a los médicos y enfermeras del centro en sus rondas de la mañana con los pacientes. Una paciente estaba llorosa y retraída por lo que hemos decidido incluir la salud mental en sus cuidados. Como es lógico, mucha gente está traumatizada por sus experiencias.
Siempre trato de hacer reír a los niños, sobretodo los del programa nutricional, donde la estimulación mental es crucial en su progreso. Por la noche, nos trajeron a un bebe de un pueblo remoto, un niño de un mes que sufría ataques y que no había sido alimentado en los últimos tres días. Su fontanela estaba sobresaliendo, indicando un aumento de la presión intra craneal, probablemente meningitis. Hicimos lo que pudimos, inyectamos un tubo naso gástrico para alimentarle y un tubo intravenoso para antibióticos y le dimos medicinas para parar los ataques. Al principio no pensaba que el pequeño vería su primera navidad pero los médicos me dijeron más tarde que consiguió sobrevivir.
Darfur es de mayoría musulmana y no creo que nadie de nuestro personal celebre la navidad. Es día festivo así que sólo atenderemos emergencias. Aunque como soy muy nuevo aquí hay infinidad de trabajos para mi por hacer en la farmacia, protocolos que leer y aprender y estadísticas.
El alcohol no está permitido en Sudan así que no habrá resaca para Boxing Day (26 de diciembre, festivo en Gran Bretaña). Nuestra noche será relativamente tranquila. Tenemos cobertura a ratos con el móvil así que llamaré a mi mujer antes de irme a la cama. Le pedí la mano el año pasado en estas fechas y sólo llevamos casados seis meses. Su apoyo y entendimiento hace que esta experiencia sea posible y sólo unos minutos de contacto al día me hacen feliz, incluso a esta distancia.
Darfur no es un lugar rico. La gente de aquí no tiene mucho en cuanto a posesiones según los estándares occidentales así que podemos pensar que es raro, sobretodo teniendo en cuenta cuánto han sufrido en los últims cinco años, que parezcan tan contentos. Quizás cuando la gente vive el día a día, sin preocuparse por tener este DVD o un aumento de sueldo, aprecian más las cosas que son importantes, la seguridad y el bienestar de sus seres queridos.
Esto es algo que me ronda la cabeza estas navidades, estando tan lejos de mi mujer y mi familia. Es un toque de atención para mis prioridades cuando vuelva a mi vida en Inglaterra y un recordatorio para todos que, pese a las barreras de la lengua, la cultura y la distancia, tenemos mucho en común con esta gente para ser indiferentes a su sufrimiento.
Danny Flecknoe
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