terça-feira, 16 de dezembro de 2008

Lenin y Chávez


Hugo Chávez está frenético. El pueblo venezolano hizo caso omiso de sus truculentas amenazas y le infligió una contundente derrota en las últimas elecciones. Ésta pudo haber sido mayor, pero Chávez invirtió decenas de millones de dólares en la compra de votos, como pueden verificar innumerables testigos, y esos votos representaron el estrecho margen por el que consiguió varias gobernaciones.

Chávez mantiene un cierto nivel de popularidad, nada si se tiene en cuenta que durante los últimos años el precio del petróleo ha sido extraordinariamente alto. Los ingresos así obtenidos le han permitido hacerse con una importante clientela política. Es importante subrayar, sin embargo, que, tras diez años en el poder, sus seguidores ya no se envuelven en banderas políticas. Chávez sólo tiene la fácil popularidad que puede conseguir, digamos, cualquier alcalde corrupto. En todo caso, a Chávez le resulta cada vez más difícil tratar de imponer una dictadura populista. El ejército ha visto que tiene en contra a la mitad, o más, del país, a la parte más políticamente activa y económicamente importante. En estas condiciones, no parece probable que los militares vayan a comprometerse con la sangrienta represión que sería necesaria para imponer una dictadura chavista. ¿Por qué habrían de hacerlo, cuando varios de ellos podrían ser legítimos aspirantes al poder en una Venezuela democrática? Y no sólo eso: ¿por qué habrían de hacerlo, cuando una dictadura chavista implicaría, tarde o temprano, una radical depuración de las Fuerzas Armadas, lo que muy probablemente significaría la eliminación física de muchos de sus cuadros?

¿Absurdo? Por favor. ¿Acaso el modelo de Chávez no es Fidel Castro? Pues bien, éste, con un ejército prácticamente incondicional, que pudo crear desde su misma base, no vaciló en mandar fusilar, entre otros, a Arnaldo Ochoa, un general enormemente popular y Héroe de la República de Cuba.

¿Qué no haría Chávez? En este sentido, es conveniente destacar el increíble entusiasmo que manifiesta por el difunto régimen soviético. Es curioso, porque ningún ruso se atreve a hacerlo. Chávez acogió la reciente visita del presidente Medvedev con emocionados tributos a... ¡la patria de Lenin!

¿En qué mundo vive Chávez? ¿No sabe acaso que hay un libro, El Lenin desconocido, de Richard Pipes, donde se reproducen decenas de cartas del líder bolchevique? En ellas Lenin pide, por ejemplo, quemar ciudades enteras hasta sus cimientos y ''exterminar hasta el último de los cosacos si le prenden fuego al petróleo de Guriev''. En una famosa directiva a las autoridades comunistas de la provincia de Penza (11 de agosto de 1918), donde el campesinado se había rebelado contra la confiscación de las cosechas, Lenin escribió:

1) Ahorquen (sin falta, públicamente, para que la gente pueda verlo) a no menos de cien conocidos kulaks ricos, chupasangres. 2) Publiquen sus nombres. 3) Confisquen todo su grano. 4) Tomen rehenes.

Igualmente, Lenin ordenó matar a todos los sacerdotes que se resistieran a la confiscación de las propiedades eclesiásticas. Dimitri Volkogonov, un alto oficial soviético devenido historiador, reportó haber visto un documento en el que Lenin pedía ser informado diariamente sobre la cantidad de sacerdotes ejecutados. No es extraño que, cuando le pidieron que hiciera una comparación entre Lenin y Stalin, Molotov afirmara, sin vacilar, que el primero había sido ''más duro''. ¡Y lo estaba comparando con Stalin, el mayor genocida del siglo XX!

¿Y ése es el personaje que despierta la conmovida admiración de Chávez? Tras el colapso de la Unión Soviética, la misma dictadura cubana ha tratado de alejarse públicamente lo más posible de ese modelo. Yo recomendaría a mis amigos venezolanos traducir al español la introducción del libro de Pipes y distribuirla lo más ampliamente posible. No sólo hay que luchar contra Chávez: hay que luchar contra sus ideas.

Chávez está contra la pared. Pero el descenso de su popularidad está vinculado al desplome del precio del petróleo. Es por eso que quiere apresurar, a toda costa, la posibilidad legal de su reelección. Sabe que su permanencia en el poder se está haciendo cada vez más precaria. Pero el descenso del petróleo es un incidente temporal. Y Chávez nunca estará realmente derrotado mientras las ideas del antiamericanismo sigan siendo populares entre los venezolanos. Porque nadie es más antiamericano que él. Y, en el fondo, el antiamericanismo no es sino un anticapitalismo escondido.

Los venezolanos tienen que ir a Cuba y ver lo que significa el leninismo en el poder. Tienen que ver cómo se ha transformado La Habana, que hace 50 años era una de las capitales más deslumbrantes del hemisferio, en una ciudad en ruinas. Compárenla con la Bogotá o la Lima de hoy. Para mí es triste, pero mucho más triste es que tanta gente se niegue a aprender de la terrible experiencia cubana.

© AIPE
ADOLFO RIVERO CARO, columnista de El Nuevo Herald y editor de En Defensa del Neoliberalismo.

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