segunda-feira, 29 de dezembro de 2008

El chantaje yihadista


Pasan las horas, y el cielo asoma entre la humareda que produce la guerra de Hamás. Quizá el estruendo ocasional de los motores de un F16. No queda nadie, desde Tzipi Livni a Amos Oz pasando por Olmert y Netanyahu, que no haya hecho proclama de la guerra ayer, ni que no se haya resignado a la idea de una incursión militar encaminada a poner fin a los bombardeos del sur de Israel por parte de Hamás.

Lo que está en juego se interpreta de manera muy diversa: hay quien simplemente desea que Hamás posibilite una «tahdia», una tregua inmediata que tranquilice la zona de Sderot y los núcleos urbanos colindantes. Hay quien piensa que la virulenta directiva política que predica la destrucción no sólo de Israel, sino también de Abú Mazén y de los cristianos, y que dispara misiles contra Ashkelón, ciudad que proporciona la electricidad y los camiones que transportan los alimentos, debe dejar de infectar al pueblo palestino. Los hay que ansían una tregua (temporal o definitiva) con Hamás como organización terrorista que sigue los dictados de Damasco y Teherán. Los hay que desean que Israel libere Gaza de Hamás para poder entregarla a la Autoridad Palestina y dar nuevo aliento a Fatah y una posible negociación de paz. Los hay que desean destruir el considerable poder militar de Hamás.

Hamás es a estas alturas un peligro estratégico. Dispone de un ejército de 17.000 hombres bien armados que se entrenan de forma regular con munición real. Sus mandos son en buena parte entrenados en los campamentos gestionados por un amplio abanico de organizaciones terroristas fieles a las órdenes de la Guardia Revolucionaria iraní. Tras los seis meses transcurridos de «tahdia», los misiles de Hamás superan ya en muchos casos el radio de los 40 kilómetros; los proyectiles Katiusha y Grad tienen un radio mayor, son importados a Gaza por mar o por túneles, y contrariamente al pasado son almacenados hasta el momento oportuno. Asimismo, el combustible de los proyectiles se fabrica dentro de Gaza. Hamás ha copiado el modelo de Hizbolá, disponiendo de una enorme red de búnkeres, túneles y campos minados. Su capacidad le permite lanzar 80 misiles al día.

Si alguien se pregunta por qué Hamás se ha lanzado a su ofensiva post-tregua obligando a Israel a un enfrentamiento, la respuesta es que se trata de la estrategia más básica de Oriente Medio: Hamás quiere la «tahdia», pero está convencido de poderla lograr de todas formas mediante la fuerza y no la intención, y sin tener que renunciar al atractivo del que disfruta también entre los palestinos de Cisjordania gracias a su «invencibilidad».

Fiamma Nirenstein, Diputada italiana y ex corresponsal en Roma

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