domingo, 28 de dezembro de 2008

Santuario de la vida

El futuro de la humanidad se fragua en la familia, enseñó en numerosas ocasiones el Papa Juan Pablo II. También Benedicto XVI no ha dejado de recordarnos constantemente la importancia de este don de Dios que supone la familia, y de hecho todavía recordamos con inmensa gratitud la visita que el Santo Padre realizó a Valencia para asistir al Congreso Mundial de la Familia que en esta ciudad se celebraba. Todos somos conscientes que la familia debe ser camino y medio de desarrollo en plenitud de la persona, santuario de la vida, escuela y ámbito de encuentro y comunión para el ser humano. En definitiva, sobre sus pilares se sustenta todo el tejido social, de ahí el valor y la importancia de proteger eclesial y socialmente a la familia.

En los últimos tiempos hemos visto cómo ha crecido la amenaza a la familia. Diversas voces se han alzado para denunciar esta situación. Entre ellas destaca nítidamente la voz de la Iglesia.

Pero la denuncia que hace la Iglesia ni es amarga ni quiere ofender a nadie, pues proponemos un modelo familiar que sabemos que ha servido como camino válido de felicidad a innumerables generaciones. Para el creyente la familia es, en primer lugar, el espacio del crecimiento personal, donde el hombre se puede realizar por vivir en comunión con los seres amados. Esto debe presuponer una estabilidad familiar garantizada por la unidad y la indisolubilidad del vínculo familiar.

En segundo lugar la familia es el «santuario de la vida», pues no olvidemos que según el plan de Dios cada vida humana debe ser la encarnación del amor de un hombre y una mujer. La vida humana es un tesoro sagrado e inviolable que debe ser respetado y acogido desde el primer instante de su concepción hasta el último aliento sin que tengan que intervenir personas o instituciones que se sientan dueñas de la vida y con «derechos» sobre ella.

En tercer lugar, la familia es la célula primera y vital de la sociedad, pues por su propia naturaleza es promotora del desarrollo de cada ser humano. No olvidemos que el gran gozo de los padres es que los hijos crezcan y sean capaces de desarrollar sus cualidades personales, enriqueciendo al conjunto de la sociedad.

En cuarto lugar, para los creyentes la familia es Iglesia doméstica que acoge, vive y celebra la Salvación ofrecida por Cristo, de tal modo que son los padres y los abuelos, junto con el resto de los familiares los que enseñan a rezar y a vivir en clave cristiana.

En definitiva la familia es la mejor escuela de santidad, pues Cristo quiso bendecirla en su comienzo con el Sacramento del Matrimonio, por el cual se reciben las gracias necesarias para ser completamente santos.

Por más que quieran algunos presentar la actual defensa de la familia que la Iglesia realiza como un capricho oportunista o fuera de contexto, la historia juzgará los hechos de nuestra generación. Dicen que es tiempo de crisis, pero siempre las crisis han engendrado héroes y santos que con valor no han querido callar las injusticias.

Cada uno debe decidir si quiere participar en esta corriente de gracia que está sacudiendo las conciencias de miles de personas de buena voluntad. Por esto acudiremos a rezar y estar presentes en un acto en defensa de la familia.

Por último, la gratitud a nuestros pastores, los obispos españoles, que sin miedo a las críticas, a veces crueles, de diferentes instituciones, grupos de presión y medios de comunicación, nos invitan a rezar y a salir en defensa del gran tesoro que es la familia.

Jesús Higueras
www.abc.es

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