quarta-feira, 24 de dezembro de 2008

Si Jesús no hubiera nacido

Estamos en época de Navidad, aunque cualquiera lo diría. Mientras ZP ha cambiado las Navidades blancas por las Navidades laicas y, si le dejan, por el solsticio de invierno, Gallardón ha colocado unos adornos que lo mismo sirven para recordar estas fiestas que para celebrar la invención de la lámpara incandescente.

Buena parte de los ciudadanos no se encuentra en la mejor situación para gastar con cierto desahogo que es lo que muchos consideran propio de estas fiestas. Sin embargo, a pesar de esas notas grises, nuestra visión de la Navidad no debería verse afectada porque su razón de ser es, por tópico que parezca, recordar el nacimiento de Jesús y la Historia de la Humanidad sería totalmente distinta si Jesús no hubiera venido al mundo.

No se trata sólo de que la sabiduría moralmente elevada de Israel seguiría confinada a un grupo pequeño de personas a los que los demás verían con acentuado antisemitismo por su manía de guardar el sábado o de mantener una dieta específica, sino que nuestra sociedad padecería los males típicos de la, por otros conceptos magnífica, cultura clásica. La esclavitud, por ejemplo, continuaría siendo considerada algo normal e incluso obligado porque, como señaló Aristóteles, algunos hombres nacen para ser esclavos.

Por añadidura, las mujeres continuarían casándose a los doce años -el límite de edad establecido en la ley de las Doce tablas- por supuesto en matrimonios concertados y sufrirían una tasa de mortalidad superior a las de las naciones más atrasadas del actual Tercer mundo. Finalmente, los niños, los enfermos y los ancianos se verían sujetos a los avatares de un destino incierto y no pocas veces trágico.

Los primeros podrían ser abandonados por sus padres en el mismo momento de nacer si así convenía a la economía doméstica -casi siempre convenía cuando se trataba de la segunda niña- los enfermos eran abandonados en las cunetas por los propios parientes para facilitar su muerte rápida y evitar el contagio, y los ancianos¿ ah, los ancianos no pocas veces recibían alguna forma de eutanasia. Entendámonos, seguiríamos teniendo elecciones y se construirían acueductos y calzadas, pero con ese contexto vital que explica la tristeza típica de los clásicos y que sólo cambió porque nació Jesús.

Y todo en el supuesto de que Roma hubiera resistido a los bárbaros, porque si, al final, godos o hunos hubieran prevalecido arrasando el imperio, nada nos habría llegado de la cultura clásica que se salvó gracias al cristianismo. Tampoco habríamos conocido la fundación de la universidad en la Edad Media, la revolución científica del s. XVI, la doctrina contemporánea de los Derechos Humanos o la democracia moderna.

Nada de eso habría llegado hasta nosotros si Jesús no hubiera nacido y, por encima de todo, millones de personas no habrían sabido lo que es la paz de corazón ni la esperanza en medio de las dificultades ni la confianza serena en la vida tras la muerte. Todo eso -y más- se halla a disposición de aquellos que abren sus corazones a Jesús a pesar de la crisis económica, de la desastrosa casta política que padecemos o de los delirios rancios de ZP.

Alegrémonos aunque no parezca que haya motivos. Los hay y de sobra, siquiera porque un año más podemos darle gracias a Dios porque hace más de dos mil años nació Jesús.

César Vidal
www.larazon.es

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