En 1879, se fundó en una taberna de Madrid el PSOE. A diferencia de otros partidos socialistas de Europa, carecía de intelectuales de talla y, sobre todo, de repercusión entre las masas.
Hasta 1910 no logró contar con un diputado en las Cortes e incluso entonces fue gracias al respaldo republicano. Precisamente en un discurso pronunciado en el parlamento ese mismo año de 1910, Pablo Iglesias, fundador del PSOE, resumió magistralmente el alma del socialismo español:
«El partido que yo aquí represento aspira a concluir con los antagonismos sociales, a establecer la solidaridad humana, y esta aspiración lleva consigo la supresión de la Magistratura, la supresión de la Iglesia, la supresión del Ejército, y la supresión de otras instituciones necesarias para ese régimen de insolidaridad y antagonismo» y añadió que los socialistas «estarán en la legalidad mientras la legalidad le permita adquirir lo que necesita; fuera de la legalidad? cuando ella no les permita realizar sus aspiraciones».
No exageraba lo más mínimo. En ese mismo año de 1910, Pablo Iglesias amenazó desde la tribuna de las Cortes con recurrir al «atentado personal» si Maura llegaba al poder y en 1912, se negó a condenar el asesinato de Canalejas, presidente del consejo de ministros cuya labor reformista había boicoteado en todo momento.
En 1917, el PSOE aprovechó la libertad otorgada por la monarquía parlamentaria para intentar provocar una revolución.
En 1923, sus dirigentes aprovecharon la colaboración con la dictadura de Primo de Rivera para ocupar cargos estatales y atacar a la anarquista CNT.
Apenas caído el dictador, en 1930, el PSOE intervino en la planificación de un golpe de Estado para derrocar la monarquía parlamentaria. Fracasó, pero en 1931, valiéndose de la manipulación de los resultados electorales, junto a otras fuerzas políticas provocó la proclamación de la II República.
Pero la meta era la implantación de la dictadura del proletariado y cuando en 1933, las derechas ganaron las elecciones, el PSOE, aliado con los nacionalistas catalanes, comenzó a preparar el enésimo golpe de Estado que, finalmente, estalló en octubre de 1934.
Resultó fallido, pero no se amilanó. Tras unas elecciones rezumantes de irregularidades, el PSOE regresó al poder en febrero de 1936 como parte del Frente popular.
Antes de que estallara la guerra, los socialistas ya detenían ilegalmente a sus adversarios y asesinaban a Calvo Sotelo, el jefe de la oposición.
Ya, durante la guerra civil, fueron también socialistas los que enviaron el oro del Banco de España a la URSS, formaron checas en las que se torturaba y asesinaba, y pactaron con Stalin el establecimiento de una dictadura de izquierdas en España.
Durante el franquismo, el PSOE, a diferencia del PCE o de ETA, brilló por su ausencia en la oposición al régimen.
Regresó, sin embargo, al poder en 1982 y cuando en 1996, lo abandonó dejó tras de sí, como ahora, una economía deshecha y además había protagonizado el periodo de mayor corrupción de la Historia de España, atacando la independencia judicial y perpetrando el terrorismo de Estado.
Hace unos días, en un vídeo de propaganda, ZP afirmaba que el PSOE «es un partido que se confunde con la Historia de España». No es cierto.
El PSOE es, en términos históricos, un fenómeno, de contenido generalmente siniestro, que apareció tardíamente en la Historia nacional. Desgraciadamente, su alma liberticida y totalitaria no ha cambiado.
Hasta 1910 no logró contar con un diputado en las Cortes e incluso entonces fue gracias al respaldo republicano. Precisamente en un discurso pronunciado en el parlamento ese mismo año de 1910, Pablo Iglesias, fundador del PSOE, resumió magistralmente el alma del socialismo español:
«El partido que yo aquí represento aspira a concluir con los antagonismos sociales, a establecer la solidaridad humana, y esta aspiración lleva consigo la supresión de la Magistratura, la supresión de la Iglesia, la supresión del Ejército, y la supresión de otras instituciones necesarias para ese régimen de insolidaridad y antagonismo» y añadió que los socialistas «estarán en la legalidad mientras la legalidad le permita adquirir lo que necesita; fuera de la legalidad? cuando ella no les permita realizar sus aspiraciones».
No exageraba lo más mínimo. En ese mismo año de 1910, Pablo Iglesias amenazó desde la tribuna de las Cortes con recurrir al «atentado personal» si Maura llegaba al poder y en 1912, se negó a condenar el asesinato de Canalejas, presidente del consejo de ministros cuya labor reformista había boicoteado en todo momento.
En 1917, el PSOE aprovechó la libertad otorgada por la monarquía parlamentaria para intentar provocar una revolución.
En 1923, sus dirigentes aprovecharon la colaboración con la dictadura de Primo de Rivera para ocupar cargos estatales y atacar a la anarquista CNT.
Apenas caído el dictador, en 1930, el PSOE intervino en la planificación de un golpe de Estado para derrocar la monarquía parlamentaria. Fracasó, pero en 1931, valiéndose de la manipulación de los resultados electorales, junto a otras fuerzas políticas provocó la proclamación de la II República.
Pero la meta era la implantación de la dictadura del proletariado y cuando en 1933, las derechas ganaron las elecciones, el PSOE, aliado con los nacionalistas catalanes, comenzó a preparar el enésimo golpe de Estado que, finalmente, estalló en octubre de 1934.
Resultó fallido, pero no se amilanó. Tras unas elecciones rezumantes de irregularidades, el PSOE regresó al poder en febrero de 1936 como parte del Frente popular.
Antes de que estallara la guerra, los socialistas ya detenían ilegalmente a sus adversarios y asesinaban a Calvo Sotelo, el jefe de la oposición.
Ya, durante la guerra civil, fueron también socialistas los que enviaron el oro del Banco de España a la URSS, formaron checas en las que se torturaba y asesinaba, y pactaron con Stalin el establecimiento de una dictadura de izquierdas en España.
Durante el franquismo, el PSOE, a diferencia del PCE o de ETA, brilló por su ausencia en la oposición al régimen.
Regresó, sin embargo, al poder en 1982 y cuando en 1996, lo abandonó dejó tras de sí, como ahora, una economía deshecha y además había protagonizado el periodo de mayor corrupción de la Historia de España, atacando la independencia judicial y perpetrando el terrorismo de Estado.
Hace unos días, en un vídeo de propaganda, ZP afirmaba que el PSOE «es un partido que se confunde con la Historia de España». No es cierto.
El PSOE es, en términos históricos, un fenómeno, de contenido generalmente siniestro, que apareció tardíamente en la Historia nacional. Desgraciadamente, su alma liberticida y totalitaria no ha cambiado.
César Vidal
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