sábado, 5 de julho de 2008

La conversión de Chávez

Uno de los hechos más llamativos de la política internacional de los últimos tiempos es el radical y espontáneo giro del caudillo castrista venezolano, Hugo Chávez, hacia los principios del sistema democrático. Esta llamativa conversión, no sabemos si fruto de una convicción real o más bien producto de su puntual estrategia política, podemos atisbarla estos días en todo su esplendor con la sucesión de elogios hacia el Gobierno de Colombia por la liberación de Ingrid Betancourt, y toma cuerpo de forma bien visible en la reunión en la cumbre de Isla Margarita, donde el presidente de Venezuela reitera sus loas hacia su vecino Uribe, considerado hace apenas unos meses por el orate como poco menos que un demonio. ¿Qué ha pasado para esta repentina evolución? No lo sabemos con certeza, pero es verdad que el cambio se experimentó a raíz del descabezamiento de las Farc tras la incursión del Ejército de Colombia en territorio de Ecuador para reducir al jefe in pectore de la guerrilla terrorista, Raúl Reyes, y el posterior descubrimiento de un arsenal de documentos en la computadora personal del malogrado líder narco. Parece que el contenido de esos documentos no era menor ni baladí, sino muy relevante y comprometedor para el presidente ecuatoriano Correa, íntimo del venezolano, y sobre todo muy molesto para Chávez, pues saldrían a relucir todas sus conexiones con las Farc, el apoyo logístico, armamentístico y político, y otros aspectos que ponen en evidencia la relación entre el líder caraqueño y los terroristas colombianos. Estos hechos no tendrían nada de particular si fuera verdad, como se decía, que Chávez es un hombre de principios sólidos a quien no le importa nada hacer frente a los que él mismo considera o consideraba sus enemigos, entre ellos Álvaro Uribe, y por supuesto George Bush. Pero asistimos desde entonces al hecho insólito de encontrarnos ante un Chávez descafeinado, taimado en sus antiguas críticas, nada beligerante con Estados Unidos, condescendiente con España y con su Rey (pese al ya famoso «por qué no te callas»), e inusualmente amigo del presidente de Colombia, a quien ayer llamaba vendido y traidor, y hoy agasaja con calificativos como «hermano» o «amigo». Por supuesto que las interpretaciones pueden ser muchas y variadas, aunque entre ellas me llama mucho la atención la siguiente: Chávez es consciente del valor de los documentos encontrados a Raúl Reyes, y sabe además que pueden probar su implicación en la financiación de terrorismo, algo perseguido internacionalmente, pero sobre todo suficiente para que Bush, antes de retirarse, pueda tener un argumento de peso que justifique una acción armada contra el gorila de Barinas en su santuario. Precedentes ha habido muchos, entre ellos quizá el más reciente el de Noriega, y casi siempre muy efectivos para la Casa Blanca. No digamos ya del aviso en forma de misil que le envió el Pentágono al líder libio Gadafi, otrora bravucón y desde entonces reconvertido en aliado fiel de los países occidentales y democráticos. Convengamos por tanto, según tal interpretación, que nuestro hombre en Caracas le ha podido ver los dientes y las orejas al lobo, y que por eso y sin mediar explicación alguna se ha pasado con entusiasmo a las filas del democratismo. Ésta es una interpretación, pero puede haber otras. La más simple, que sería creernos a pies juntillas su súbita conversión, sencillamente no me la creo. La verdad.

José Antonio Vera
www.larazon.es

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