Sus ojos azules brillantes, esa voz cavernosa, sus bellas pipas Savinelli y su erudición le daban un atractivo irresistible. La personalidad de Bronislaw Geremek se dejó notar al muy poco tiempo de marchar a Gdansk en 1980 -en compañía de Tadeusz Mazowiecki- y unirse a las filas del sindicato de trabajadores en el que nadie aguardaba la llegada de ningún profesor universitario. Ni siquiera de los disidentes como ellos. En esa década el régimen comunista lo encarceló reiteradamente. Era lo más prudente que podían hacer. Cuando al fin se produjo la mesa redonda entre Gobierno y oposición en el verano de 1989, él era el más viajado por sus largos años de estudio en Francia, él era el que tenía la mejor arquitectura intelectual para lanzar una revolución pues era un estudioso de la Revolución Francesa y sabía lo importante que era evitar el derramamiento de sangre y él era el mejor conocedor de las debilidades del Partido Obrero Unificado Polaco en el que había militado dieciocho años. El 18 de agosto de 1989 Geremek compartía la portada de ABC con Juan Pablo II como protagonistas de la cesión del general Jaruzelski ante la oposición. En 1997 Geremek fue nombrado ministro de Exteriores y desde el cargo metió a Polonia en la OTAN. En 2004, con Polonia en la UE, dejó el Parlamento polaco por el Europeo y se entregó en cuerpo y alma a ese proyecto: «Después de haber hecho Europa, ahora tenemos que hacer a los europeos. Si no, nos arriesgamos a perderla», dijo el año pasado en el libro colectivo «Visiones de Europa».
Hasta el final de su vida ha sufrido los embates del poder. Los comunistas le persiguieron y encarcelaron por delitos de opinión. Y bajo los hermanos Kaczynski volvió a ser perseguido hasta el punto de intentar retirarle su acta de diputado europeo por negarse a cumplir con la «ley de descomunistización». Como si pudiera haber una descomunistización más efectiva que la que había hecho él. Él, que contribuyó de forma inigualable a la libertad de todos los europeos al idear aquella pacífica revolución de agosto de 1989 que acabó con el comunismo polaco y agujereó la gran presa: el telón de acero.
Ramón Pérez-Maura - www.abc.es
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