El pasado 19 de junio, con motivo de la entrega de los Premios Mariano de Cavia, Luca de Tena y Mingote, que da el periódico ABC, tuve la suerte de charlar con Mónica Fernández-Aceytuno y a través de ella me enteré, y debía estar avergonzado por no haberlo sabido antes, del importante papel que tuvo el español Félix de Azara en la evolución de las ideas de Darwin.
Hace ahora 150 años, en junio de 1858, Darwin recibió una carta de Alfred Russel Wallace, naturalista que trabajaba en la lejana Malasia, en la que exponía sus ideas sobre la evolución, coincidentes con las del propio Darwin, quien había estado pensando durante muchos años, y escribiendo notas sobre el tema. Como consecuencia, sus amigos el geólogo Lyell y el botánico Hooker, se apresuraron a leer, ante la Linnean Society, el 1 de julio, las propuestas tanto de Wallace como de Darwin e instaron a este último a escribir febrilmente. Es de señalar que no pudieron estar presentes ni Wallace, por encontrarse aún en Indonesia, ni Darwin que estaba enterrando a uno de sus hijos. En 1859 se publicó «El origen de las especies», que tuvo un éxito inmediato.
Hace poco tiempo, el profesor Giorgio Bernardi, presidente de la Stazione Zoológica Anton Dohrn de Nápoles, me comentó su propósito de organizar una gran reunión en mayo de 2009, conmemorando este hecho y sugirió la posibilidad de que hiciésemos una reunión satélite en Valencia. Con este motivo, mis amigos José Mª López Piñero y el actual compañero del Consejo Valenciano de Cultura, Vicente Muñoz Puelles, me comentaron el hecho de que 50 años después de la publicación del libro de Darwin, los estudiantes de la Facultad de Medicina de Valencia, realizaron una serie de reuniones de gran categoría.
Vicente Muñoz Puelles me hizo conocer un libro de mucho interés, «El centenario del nacimiento de Darwin», y desde luego los discursos de algunos miembros de la Facultad de Medicina, empezando por su rector Bartual, y su colega el rector Unamuno, son de interés, pero especialmente los de Peregrín Casanova, en cuyo nombre se da un premio anual a los estudiantes de Medicina, y los de Gil y Morte, que dejó toda su fortuna a la Facultad de Medicina. Ya entonces, mucho antes de la publicación de «El origen de las especies», un número de religiosos de diversas corrientes empezaron a criticar agriamente las ideas de Darwin, empezando con el encuentro melodramático del obispo de Oxford y Thomas Huxley y el famoso «juicio del mono»; por ejemplo la Semana Católica del 7 de febrero de 1909, decía «homenaje al diablo» o el Universo de Madrid del 5 de febrero de 1909 «una universidad prostituida» y, desde luego, se cebaron con el congreso organizado por los estudiantes de medicina valencianos.
Darwin temía el efecto que sus descubrimientos podrían tener. En 1842, cuando escribió un primer resumen de 35 páginas que después aumentó a unas 250, que depositó con una cantidad de dinero y con instrucciones para su esposa para que fuese publicado después de muerto. Su esposa Emma era devota cristiana. En una carta que ella le escribió antes de casarse, le suplicaba que abandonase su manía de «no creerse nada hasta que esté demostrado». Darwin escribió en el sobre: «Cuando esté muerto quiero que sepas cuántas veces la ha besado y he llorado sobre ella».
Recientemente ha empezado un nuevo ataque contra el darwinismo, así por ejemplo el ciclo de conferencias con el título «Lo que Darwin no sabía», por miembros de la Asociación Estadounidense de Médicos y Cirujanos por la Integridad Científica, con la idea de introducir, en foros de debates y universidades españolas, esta idea que se intentó presentar en conferencias en Barcelona, Málaga, Madrid, Vigo y León. Así no es de extrañar que con el desarrollo del nuevo darwinismo y del conocimiento genético, y el gran impacto de la genética humana, hayan florecido unos nuevos creacionistas, que no son nuevos sino que se han cambiado el nombre y han pasado a llamarse Miembros del Diseño Inteligente, que empezó su andadura hacia el año 1993 con fondos de fundamentalistas. Por todo ello, la Comisión de Ciencias, del Consejo Valenciano de Cultura, está interesada en realizar un encuentro que recuerde aquellos estudiantes y profesores valencianos de hace 99 años, y esclarecer y afirmar la importancia y la veracidad del evolucionismo.
La Academia Nacional de las Ciencias de Estados Unidos ha aclarado recientemente que «las observaciones y experimentos de los últimos 150 años han reforzado la idea de la evolución como principio organizador de la biología moderna». Esta institución aboga porque se prohiba el creacionismo en las clases. «No enseñamos astrología como una alternativa a la astronomía», dijo el profesor de la Universidad de California Francisco Ayala, miembro de la Academia.
En los colegios privados protestantes se suele enseñar el creacionismo sin más. En los católicos se opta mayoritariamente por la evolución, aclarando que Dios dotó al hombre de alma y le permitió evolucionar. De hecho, el Papa Juan Pablo II reconoció en 1996 que la evolución es «más que una hipótesis».
Pero volviendo a Félix de Azara. Siendo teniente coronel de Ingenieros, en mayo de 1746, recibió órdenes para ir a América del Sur y delimitar adecuadamente las fronteras de aquellas regiones. Tardó veinte años en regresar.
Félix de Azara, gran trabajador, se dedicó a estudiar la naturaleza. Se atrevió a corregir al gran naturalista Buffon y describió muchas nuevas especies. Sus estudios fueron publicados y traducidos al francés y se le reconoció su valía. Al parecer, Darwin conoció su valioso trabajo y cómo Wallace se anticipó a Darwin al plantear la evolución de las especies.
En el Herald Tribune de los días 21 y 22 de junio, un artículo de Paul Spencer viene a decir que Darwin no se portó muy bien con Wallace, aunque yo lo que sé sobre ellos es todo lo contrario, pero desde luego en «El origen de las especies» no menciona a Félix de Azara. No obstante, la idea de la evolución originalmente no fue sólo de ellos sino de muchos, ya el mismo abuelo de Darwin había escrito algo sobre este tema, e incluso en 1840 Robert Chambers escribió el libro «Vestigios de la historia natural de la creación», en el que unos 20 años antes de Darwin, Chambers ya presentaba una idea general del Cosmos y del hombre, al que atribuyó ser descendiente del mono, lo que provocó una especie de revolución y las primeras críticas religiosas. Aunque Wallace y Darwin conocían este libro y lo criticaron, lo que verdaderamente convenció a los dos fueron las ideas de Malthus.
El mes pasado, Richard Conniff escribió un excelente y bien documentado artículo en el Smithsonian, que recomiendo.
Como dije al principio, yo descubrí la labor de Azara, un hombre liberal, tal es así que se negó a aceptar una valiosa condecoración y fue retratado por Goya. Como he dicho muchas veces, la ciencia española ha sido y es mejor de lo que creemos. Gracias, Mónica.
Doctor Santiago Grisolía
Profesor distinguido del Departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Kansas Medical Center.
Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica
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