La brillante y exitosa operación contraterrorista de las Fuerzas Armadas de Colombia que el pasado jueves culminó con la liberación de 15 secuestrados, entre ellos la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt, y con la detención de varios cabecillas de las FARC, demuestra a las claras lo que un Estado de Derecho debe hacer a la hora de enfrentarse al terrorismo. Ley, orden y apoyo las fuerzas de seguridad y al Ejército, así como firmeza en la defensa de los valores democráticos con los que los terroristas intentan acabar.
Desde que en 2002 tomase posesión como presidente de su país, Uribe no ha cejado en su loable empeño de acabar con la violencia totalitaria que asola una buena parte de Colombia, donde la narcoguerrilla actúa como un auténtico Estado dentro del Estado oprimiendo con crueldad a los más pobres. Así, a los acuerdos de desarme alcanzados con diversos grupos paramilitares, una medida criticada con excesiva dureza y absoluta miopía por la izquierda internacional, se suman en los últimos meses unas eficaces operaciones que han conseguido descabezar y debilitar a las FARC hasta el punto de haber logrado infiltrarse en lo que hasta hace poco se consideraba territorio vedado para el Estado colombiano.
La labor del presidente Uribe es especialmente meritoria si tenemos en cuenta la poca comprensión y el insuficiente apoyo obtenido por gobiernos como el de España, que de forma deshonrosa ha adoptado un inútil discurso pacifista que en nada ayuda al sufrido pueblo de Colombia. No basta con felicitar al Gobierno colombiano y a su presidente por la liberación de los secuestrados. Hace falta más, por ejemplo incrementar la cooperación con Colombia y facilitar la entrega al ejército de ese país de todo el material que pueda necesitar para combatir el terrorismo.
Y lo que desde luego está fuera de lugar y merece el más firme repudio es la actitud del dictador venezolano Hugo Chávez, cuyos falaces aunque ampliamente publicitados esfuerzos de mediación entre Uribe y los terroristas no sólo han sido vanos, sino que han supuesto un obstáculo para la lucha contra el totalitarismo y el terror de las FARC. Confiamos en que en lo sucesivo este tipo de montajes propagandísticos sean respondidos con el desprecio y la denuncia que merecen, y no con esa peligrosa simpatía tan al gusto de la izquierda europea.En este sentido, la visita a Colombia del candidato presidencial norteamericano John McCain, quien ha agradecido a Uribe su esfuerzo y ha prometido apoyar la democracia colombiana urgiendo al Congreso de los EE.UU a aprobar el Tratado de Libre Comercio, señala cuál debe ser el camino a seguir para quienes de verdad quieran fomentar la paz y la estabilidad en Iberoamérica.
Por último, esperamos que Rodríguez Zapatero y Miguel Ángel Moratinos hayan tomado nota y emulen su ejemplo. La ruta hacia la auténtica seguridad, la leal cooperación y la genuina defensa de los derechos humanos no pasa por ejercer de relaciones públicas de Chaves y los Castro, sino por proporcionar a todos los gobernantes iberoamericanos democráticos el apoyo que necesitan, y a sus pueblos un trato comercial justo que les permita prosperar por ellos mismos sin tener que recurrir a la falsa y siempre interesada caridad internacional.
Editorial en LD
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