terça-feira, 8 de julho de 2008

El cabo Pérez


No fueron las palabras de Ingrid Betancourt las que más me impresionaron de las dos comparecencias públicas protagonizadas por los secuestrados colombianos el día de su liberación. Conocía de su liderazgo, de su gran estatura moral y de su impresionante carisma. Pero lo que no esperaba era la serenidad, la fuerza y la elocuencia de los once soldados y policías que hablaron junto a ella.

En sus palabras, en las palabras de estos hombres sencillos representativos de la sociedad colombiana, encuentro las claves de la supervivencia de esa democracia a varias décadas de terrorismo atroz. Si Colombia ha resistido un acoso criminal de tales dimensiones, con tres grupos terroristas asesinando simultáneamente, es por la fibra especial de esa nación. Así me lo pareció escuchando a los soldados. Otras explicaciones palidecen a la luz de aquellas escenas que no consigo imaginar en ningún país europeo. Con doce héroes como Betancourt o como el cabo primero William Pérez. Diez años secuestrado, un tercio de su vida, y lo primero que declaró el cabo Pérez con un temple y una fuerza comunicativa que para sí quisieran los mejores líderes políticos es que «los delincuentes quieren quebrar nuestro espíritu, pero hemos demostrado que no pueden quebrar el espíritu del ejército».

En su cautiverio, sus conocimientos de enfermería salvaron a Betancourt de la enfermedad y su ánimo la arrancó de la depresión. Se hicieron grandes amigos. Debatían largas horas sobre la política contra las FARC, y con las cadenas al cuello, el cabo Pérez insistía a Betancourt: no a la salida negociada, sólo hay un camino, la derrota militar de las FARC. Y lo van a lograr.

Edurne Uriarte
Catedrática de Ciencia Política en la Universidad del País Vasco

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